19. Mundo pequeño

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Tras una mañana agitada, Lexy volvió a dormir entre las sábanas de Storni, fatigada y dolorida después de tanta pasión que su cuerpo había desatado, donde había conocido un nuevo modo de tener sexo. Un modo violento, pero pasional, un modo en el que las nalgueadas estaban permitidas y también los mordiscos.

Un modo que le gustó, que la excitó más y la emocionó para hacerla sentir más completa que el día anterior.

Se despertó otra vez entre un incómodo silencio que se acompañó de soledad. Estaba a solas en la cama y en toda la habitación y,por más que llamó a Joseph con suaves susurros, no obtuvo respuestas de su parte.

Se levantó con dificultad y gateó por la cama, con un fuerte dolor en las piernas que le hizo recordar la acción de la mañana y caminó por la alfombra con una sonrisita dibujada en toda la cara.

Una alegría que le hizo olvidar sus problemas personales.

Se acercó a los ventanales que envolvían la habitación de Joseph y echó una discreta miradita a través de ellos. Solo encontró campos verdes y hermosos árboles que embellecían todo el entorno, una pequeña zona de camping y algunas decoraciones en madera que le parecieron hermosas.

Tras vestirse con la ropa que el hombre le había facilitado, se atrevió a abandonar la habitación y caminó timorata por los pasillos de la propiedad.

Seguía tan desorientada como la noche anterior y se asustó cuando se encontró con Emma en la mitad del lugar, escogiendo toallas limpias desde el fondo de un amplio armario al final del pasillo.

—Hola, ¿dormiste bien? —preguntó la juvenil muchacha.

—Muy bien —dijo ella, un tanto avergonzada.

—Ya era hora de que usaran esa cama —continuó la muchacha y le guiñó un ojo a Lexy.

Ella solo negó con una tonta sonrisa, confundida por sus inauditas referencias.

—¿Es nueva? —consultó ella, un tanto liada—. ¿La cama es nueva? —repitió, embrollada.

—No, no... —reconoció Emma con una carcajada atorada en la garganta y la miró con curiosidad, notando lo que Lexy transmitía—. ¿Acaso crees que llevas un cartel en la espalda que dice la chica N°100? —preguntó y Lexy se quedó boquiabierta.

¿Cómo sabía?

—Más bien la chica N°386 —acotó ella y Emma se carcajeó con exceso de gracia.

—Que tonta, Lexy —jugó y siguió riéndose. Pero se calló abruptamente cuando la joven frente a ella siguió tan muda como seria—. No, Lexy, no tienes un cartel. Ni chica cien, ni chica trescientos ochenta y pico... ¿Qué te dijo Joseph?

—¡Nada! —exclamó Lexy, muy confundida.

—¿No te dijo qué eres la primera mujer "real" que viene a pasar la noche aquí? —preguntó y Lexy abrió los ojos como lechuza—. Joseph tiene amantes de una noche, nada serio. Tu eres la primera mujer que viene aquí, y no sé si eres la candidata ideal, pero él te ha elegido, son sus decisiones —habló de más y Lexy se mostró afligida por sus palabras—. No me malinterpretes, por favor. Lo que quiero decir es que... tienes novio, te vas a casar y sufres de... de eso, ya sabes —se refirió a la violencia que la envolvía—. ¿Te dijo que nuestra madre pasó por lo mismo que tú?

Lexy le miró con espanto. Apenas procesaba las primeras declaraciones cuando la segunda la pilló en una mala curva.

—No, no me dijo nada —acotó ella, ansiosa por saber más.

—No recuerdo mucho porque yo era solo una niña, pero mi padre la asesinó —dijo con madurez.

—Lo siento mucho —respondió Lexy, uniendo piezas con astucia.

Siempre míaWhere stories live. Discover now