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P R Ó L O G O

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En las ajetreadas calles de Seúl sobre las nueve de la mañana se podía presenciar una joven de unos veinte años correr como si su vida dependiera de ello.

Y es que, bueno, su vida dependía de ello.

Era extraño que Sora se durmiera. Ella siempre se despertaba unos minutos antes que sonara el despertador para ir a su trabajo, pero la noche pasada, no pudo conciliar el sueño gracias al vecino escandaloso que se había mudado recientemente al apartamento de al lado. Con lo que, por culpa de la música a altas horas de la madrugada Sora no durmió sus horas necesarias y la consecuencia de ello fue quedarse dormida y llegar apurada.

—Llegas tarde, So—escuchó decir a Minhee en cuanto aparecía por la puerta. Cuando elevó un segundo los ojos se la encontró apoyada de brazos cruzados y echada para adelante en la mesa de recepción, justo como hacía siempre.

—Me he dormido, lo siento—fueron las palabras de la chica, mientras caminaba al guardarropa. Minhee se retiró de su lugar en la recepción y la siguió por el pasillo.

Al llegar allí Sora se estaba cambiando a la velocidad de la luz: Había dejado de vestir el chándal rojo y la camiseta de tirantes (con la cual había recorrido casi medio Seúl) por una falda azul marino y una camisa blanca perfectamente planchada. Minhee se apoyó en el marco de la puerta, mientras veía el cambio de Sora. Como su buena mejor amiga sabía perfectamente que ella nunca se dormía ni siquiera cuando salían a tomar algo por la noche así que la curiosidad la estaba matando un poco.

—¿Tuviste una mala noche?—preguntó la morena con una ceja alzada. Sora, que sabía lo que aquellas palabras significaban para la chica sin ni siquiera mirar la reacción de la contraria, puso los ojos en blancos.

—No, no tuve una noche salvaje—respondió de primeras y escuchó un leve suspiro de la contraria—Hace unos días se mudó un nuevo vecino en el apartamento de al lado y pensó que sería lo ideal hacer una fiesta el domingo de madrugada. Así que por culpa de la música retumbando por toda la casa me dormí pasadas las cinco de la mañana—explicó mientras se recogía el cabello en una coleta alta y ordenaba sus pertenencias, ya que las había tirado por ahí desparramadas con las prisas.

—Y ¿el vecino está bueno?—Sora, no pudo evitar mirarla con los ojos abiertos como platos. Conocía demasiado bien a su mejor amiga y sabía que era del tipo de persona que no se corta en decir las cosas pero no pensó que lo soltaría así sin más un lunes, a las nueve de la mañana y sin cafeína en el cuerpo.

—Ni lo sé ni me importa. Pero a la próxima iré personalmente a la fiesta y cortaré los cables de los malditos altavoces.

—No lo dudo.

—Me voy ya, nos vemos a la salida—Sora salió corriendo, no sin antes hacerle un corazón con la mano a su mejor amiga y Minhee, tan solo se despidió de ella con una risa y sacudiendo la mano.

Al llegar las siete y media de la tarde Sora se encontraba en su pequeño despacho acabando de recoger las cosas. Ya era hora de volver a casa y la muchacha con las ganas que tenía de llegar a su hogar y descansar estaba claro que ese día no haría horas extras.

De repente, una Minhee interrumpió el silencio de la sala llegando con pies de plomo, haciendo resonar sus tacones por todo el edificio ya que como cada día, eran las últimas en salir.

—So, date prisa que me muero de hambre—pronuncio mientras intentaba recuperar el aire perdido por la carrera que se había hecho por las escaleras.

—¿Hambre?—preguntó sin entender mucho la peli-naranja—¿Cómo que hambre?

—¿No te acuerdas, verdad?— la morena cuestionó sabiendo los pensamientos de su mejor amiga, la cual, parecía que se había olvidado de la noche de chicas que tenían hoy.

—Ni por asomo—se sinceró Sora acabando de guardar unos papeles.

—Hoy es noche de chicas, cenamos en tu casa—dijo como si fuera la cosa más obvia del mundo. —Así que, venga. Mueve tu bonito culo que no quiero morir aquí—después de esas palabras, Minhee salió del despacho y Sora puso los ojos en blanco.

«Se acabó la paz en mi casa»

Al estacionar en la calle del apartamento de Sora Minhee no tardó ni dos segundos en llegar a la puerta. Sora se quedó un poco más atrás contemplando como su mejor amiga se tiraba de los pelos por su tardanza, pero es que esa imagen valía bastante la pena.

No todos los días se podía ver a Minhee saltando y gritando porque quería comer.

Después de lo que a la morena le pareció una eternidad, un chico casi tan alto como el portal apareció en el campo de visión de la morena y, a diferencia de su mejor amiga, el fue más rápido abriendo la puerta.

—¡Esto es eficiencia!—exclamó Minhee. Por otro lado el chico que presenció la escena se quedó mirando a la morena sin entender nada pero como tenía algo de prisa no le dio importancia y siguió su camino.

Sora y Minhee se quedaron a pocos pasos por detrás: La peli-naranja completamente absorbida en sus pensamientos y Min por otro lado observando el culo con completo descaro del chico que había abierto la puerta.

El chico de nombre desconocido picó el botón para llamar el ascensor y los tres, se quedaron en el vestíbulo en completo silencio, hasta que un sonido como de una campana, retumbó por todo el lugar, haciéndoles saber que el ascensor habían llegado. El chico entró el primero, colocándose al fondo del todo, Minhee, le siguió y la última en entrar fue Sora la cual fue a tocar el número de su planta pero se dio cuenta que el botón ya emitía luz, así que simplemente pensó que Minhee ya le había dado por ella.

En pocos segundos, el ascensor llegó a la última planta, la cual era el destino de las chicas y al parecer también del desconocido que a Minhee le parecía que tenía un hermoso trasero. Caminaron por el pasillo hasta que Sora se dispuso a sacar la llave de su puerta, el número dos y, mientras que la peli-naranja rebuscaba en su bolso, su mejor amiga observó como el chico se paró frente la puerta de al lado, la cual era el número cuatro y picaba al timbre, para todo seguido, desaparecer tras la puerta de la vivienda.

Justo en ese momento Sora había logrado abrir la suya y estaba entrando cuando tuvo que tirar de su mejor amiga, para que entrara en la casa.

Y cuando Minhee enlazó todo, solo pudo decir una cosa.

—Al final, resultó que tu vecino sí que estaba bueno. 

𝖢𝗈𝗅𝖽𝖻𝗈𝗒  © ⊹ 𝐤. 𝐰𝐨𝐨𝐬𝐞𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora