Capitulo 37

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Salí del pasillo y fui empujado hacia un lado. Un segundo después, estaba en una habitación. Tuve que parpadear varias veces para poder ver bien. ¿Qué sucedía? ¿Dónde estaba? ¿Qué había sucedido con Amber? Mientras rogaba que ella estuviese bien, me incorpore.

Estaba en una casa, mas específicamente en la sala de una casa. No era la sala de mi casa, ni la de mi madre, ni la de mi tía Ancy o alguna que conociera. Era muy distinta. Estrecha, pequeña, e incómodamente acogedora. Un olor a canela impregnaba el ambiente. O realmente era demasiado pequeña o yo estaba acostumbrado a la enorme sala de Kate y Nathan.

Las paredes estaban cubiertas de papel tapiz azul claro, con un llamativo estampado de formas en tonos azules más oscuros. El suelo era de madera oscura, combinaba con el comedor y el color vino tinto de los muebles. Unas voces llegaron a mis oídos. Risas. Me puse en pie con mucha descoordinación, preguntándome que demonios sucedía y que debía hacer ahora.

Me llego de golpe el olor de un estofado de carne deliciosos, y, al mismo tiempo, dos niñas irrumpieron donde yo estaba.

Me apegue a la pared, preocupado de lo que sucedería. Pero ellas no me vieron.

— ¡Espera, detente!— La más grande debía tener unos ocho años, o tal vez más. Tenía el cabello rubio brillante, y le llegaba hasta el cuello. Era una niña delgada que estaba cubierta por un vestido naranja de flecos horroroso. — ¡Amber, mama se va a enojar!

Me quede de piedra, dándome cuenta de lo que realmente estaba sucediendo allí. Lo que faltaba, maldita sea. Mire fijamente a la otra niña.

Era más pequeña, y más regordeta. Tenía el cabello muy espeso, abundante y largo y unas mejillas tan gordas que era imposible no querer apretarlas. Ella no vestía como la otra, ella usaba pantalones de mezclilla grandes y una enorme camiseta rosada con un poni demoniaco en ella. Y sus ojos...

Esperen.

Tenía ojos verdes, brillaban, igual que los de la niña rubia. Oh, dios, algo estaba yendo tremendamente mal. Tenía que salir de aquí, ahora. Las dos niñas comenzaron a alejarse de mí.

— ¡Mama dijo que no entráramos a su cuarto! ¡Y no lo haremos! — grito la mayor. — ¡Le diré a la abuela que estas desobedeciendo!

— ¡No! — lloro Amber, lanzando un oso de peluche que tenía en la mano al suelo — ¡Yo solo quiero buscar mi muñeca! ¡Mama me la quito ayer!

— ¡Porque no le haces caso! — la mayor se puso frente a las escaletas para impedir que Amber las atravesara.

— ¡Darcy! — Se quejó la pequeña— ¡Déjame!

—Oye... le susurre como un idiota. —Niña...digo, Amber...Sácame de aquí. — era obvio que no me oía. — ¡Amber!

Nada.

Lycans I: EclipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora