EL COMIENZO DE UNA AMISTAD

41 7 0
                                    

𝓲𝓽𝓪𝓵𝓲𝓪𝓷 𝓰𝓪𝓵𝓵𝓮𝓻𝓲𝓮𝓼

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

𝓲𝓽𝓪𝓵𝓲𝓪𝓷 𝓰𝓪𝓵𝓵𝓮𝓻𝓲𝓮𝓼


El comienzo de una amistad

(Heuresement)


Madeleine no siempre fue la niña fuerte que detestaba ser rescatada, pero empezó a serlo desde muy pequeña, específicamente, desde su primer día de preescolar. Nora estaba intentando que se quedara con los demás niños, y una Madeleine de tres años lloraba de la mano de ella, hasta que Conan se le acercó, y se agachó a su altura.

—Mira, bebita, allá hay muchos niños con los que puedes hablar y hacerte amiga.

—No quiero que me traten feo —murmuró, quitándose las lágrimas de los ojos con su pequeña mano.

—Nadie te tratará feo, nena —le dijo sonriendo. Volteó hacia su esposa y vio que no lo estaba mirando, entonces bajó su tono de voz —y si alguien lo hace, solamente le das su merecido —le susurró sonriendo, y Madeleine rio.

—¿Cómo se hace eso? —le preguntó con los ojos iluminados.

—Te mantienes fuerte, y no permites que nadie pasa por encima de ti, y que nadie subestime lo que eres capaz de hacer, ¿sí?

—Está bien —le dijo a su padre.

Entonces entró. La niña no conocía a nadie. El único ser humano de su edad con el que había tenido contacto con anterioridad era su primo Abe, pero él iba a otro preescolar. Se acercó a un grupo de niños que estaba sentado en el suelo.

—Hola... ¿puedo ser su amiga? —preguntó, entonces vio que una niña morena se levantaba.

—Claro —exclamó, pero no niño se puso de pie y empujó a la pequeña que había sido amable con la recién llegada.

—¡No, tú no puedes estar con nosotros!

—¿Por qué no? —le preguntó, frunciendo el ceño.

—Porque eres una zopenca —le respondió. A esa edad, Andrew Bennett ni siquiera sabía qué significaba eso, pero sonaba rudo.

—Tú eres eso —contraatacó Madeleine, y le golpeó la mejilla como había visto a un sujeto hacerle a otro en un programa de televisión que su padre veía.

Entonces la niña que había sido empujada volvió a levantarse y le estrechó la mano a la pequeña golpeadora.

—Me llamo Alise —le dijo.

—Madeleine —respondió, sintiendo algo tan lindo, que en la actualidad sólo podría describir con una palabra que Durand solía usar bastante: heureuse.

Y heuresement había conocido a Alise ese día, porque no sabría qué hacer sin ella. Era la hermana que nunca tuvo.

Rara vez se había sentido con tanta plenitud como en esa vez, y podía afirmar que sólo en esa oportunidad se había sentido heureuse. Pero, esa afirmación se vio distorsionada el tercer día de su estancia en Buenos Aires.

Galerías ItalianasWhere stories live. Discover now