Capítulo Diez

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Mireia solo entrar en su habitación coloca la maleta encima de la cama, se sienta en la gran cama que hay y se quita los botines con un ligero tacón que lleva

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Mireia solo entrar en su habitación coloca la maleta encima de la cama, se sienta en la gran cama que hay y se quita los botines con un ligero tacón que lleva.

—Debería colocar bien la ropa —murmura, frunciendo el ceño—, pero no me apetece nada. ¿Tú qué harías, James? Ven, siéntate conmigo.

Me mira fijamente, como si esperase que mi respuesta le resolviera la duda que tiene, y soy incapaz de negarme a lo que me ha pedido, me siento a su lado. Poco después se echa hacia atrás, tumbándose de forma exagerada.

—¿No has dicho que tenías que sacar la ropa para mañana? No querrás que se arrugue y...

Mireia se ríe a carcajada limpia y me coge del brazo para indicarme que me tumbe a su lado. Lo hago aunque es raro en mí, de hecho ya me ha resultado extraño sentarme en una cama teniendo un bonito sofá en la habitación, butacas e incluso sillas.

Sigo teniendo conversaciones con Sebastian acerca de eso, de que la cama está para dormir, no para sentarse.

—Esta cama es muy cómoda —dice y gira la cabeza para poderme ver bien el rostro, así que hago lo mismo, quedando cara a cara, tumbados en la cama—. Y si te preocupa que mi ropa esté arrugada, seguro que lo está. He hecho la maleta muy rápido. Lo único con lo que he tenido cuidado es con lo de mañana, pero ni aún así... —Aprieta los labios—. Estoy convencida de que tú haces la maleta a la perfección, todo bien puesto, sin prisa y al llegar la deshaces de inmediato.

No se equivoca y que conozca estos detalles de mí, contando que tampoco hemos hablado mucho para que lo sepa, me desconcierta.

¿Soy tan predecible? ¿O es que acaso ella es capaz de ver más allá de lo que digo y hago?

—¿Por qué crees eso? —no le respondo directamente, me hago el misterioso y ella sonríe de tal forma que acabo haciendo lo mismo.

Casi siempre me ocurre, su sonrisa me resulta contagiosa.

—James, no cuela —comenta y se muerde el labio en un gesto que me es muy tentador, para no reír—. Sé que sí, eres una persona muy ordenada y cuadriculada en ese sentido. Un ejemplo es que no te quedas en la cama remonoleando. Además, te pega muchísimo.

—Ahora lo estoy haciendo, ¿no? —bromeo—. Estoy tumbado en una cama sin hacer nada,

—Sí, porque te lo he pedido yo. —Se incorpora y hago lo mismo—. Sacaré mi vestido, aunque espero que haya una plancha de vapor o algo en la habitación, Neus me mataría si lo ve tan arrugado... —Abre la maleta y frunzo el ceño sin poder evitarlo, sí, es un poco caótico, la ropa está arrugada y apelotonada sin estar bien plegada. Lo único que se ve que ha guardado con mimo es una funda con el que supongo que es su look para mañana—. ¿Quieres verlo? —pregunta mientras lo coloca en el armario—. Bueno, mejor no, así mañana estás sorprendido.

La verdad tras su sonrisaWhere stories live. Discover now