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Mis manos no paraban de temblar, mi corazón golpeaba de sobremanera contra mi pecho mientras intentaba hablar con mi esposo, pero no podía realmente quería abrir mi boca y decir algo pero mi cerebro no respondía. — Hice la lista de compras ¿Me das permiso de ir al supermercado? —  Los temblores llegaron hasta mi boca logrando hacer castañear mis dientes.

— Mañana yo no trabajo, así que iré a hacer las compras. — Sentenció sin posibilidad de negarme, en silencio me acerqué hasta el comedor recogiendo los platos y cubiertos de mi esposo. — No vayas a desayunar tanto, o vas a terminar rompiendo el suelo. — Su risa invadió la habitación a lo cuál planté mi mirada en el suelo sonriendo débilmente para seguirle la corriente. — Me voy, haz las cosas bien, porque haré que mi madre venga a revisar. — Asentí aún con la cabeza baja esperando que saliera de la habitación, pero al contrario se acercó más a mi tomando mi barbilla para iniciar un beso asquerosamente brusco que no correspondí al utilizar toda mi concentración en no vomitar al sentir su aliento con olor al desayuno, sin decir una palabra más tomó su maletín y salió por fin del departamento a lo que yo corrí directamente al basurero dejándome caer de rodillas arqueando repetidas veces de manera involuntaria hasta que vomité toda mi bilis sintiendo el ardor latente en mi garganta, y que aún así era mucho mejor que el beso de mi esposo.

Bajé la mirada a mi abdomen tomandolo entre mis dedos entendiendo el comentario de mi esposo, que por suerte me había quitado el apetito, al final aunque a veces era un poco estricto siempre tenía razón. Volví a mis tareas del hogar limpiando una, dos, y tres veces una misma cosa para asegurarme que absolutamente todo estuviera impecable, incluso lavando la ropa de cama que recién había puesto ayer, para que mi suegra no viera ningún defecto en la casa de su hijo.

Por suerte cuándo estaba colocando las almohadas en la ya ordenada cama el timbre sonó a lo cuál me dirigí velozmente a la puerta.

— Ah Mina, buenos días, ¿Tendrás un desarmador? Yo perdí el mío. — Saludé con una reverencia a mi vecina siguiendo con un movimiento de cabeza en negación a su consulta, claro que había, pero mi esposo me había dejado en claro que sus cosas no se tocan, a menos que sea para limpiar. Noté cómo un puchero se formaba en los labios de Chaeyoung logrando que mi inconsciente me traicionara.

— Espera. — Murmuré dejando la puerta entrecerrada, yendo directamente a un pequeño cajón rojo en el cuarto de lavado dónde mi esposo tenía unas cuantas herramientas, pestañee repetidas veces al ver las opciones sintiéndome tonta de no haber preguntado de cuál necesitaba, tomé uno en forma de una "x" y otro que solo era una línea volviendo sobre mis pasos hasta la puerta, en cuánto se los mostré su sonrisa suplantó a su puchero llenándome de una felicidad de pocos segundos pues a lo lejos reconocí aquella voz que sembraba el pánico en mí. — Toma ambos, por favor solo devuélvemelos a mí, a mi esposo no le gusta que toque sus cosas. — Hablé con desesperación entregándole las herramientas a la rubia y cerrando la puerta rogando a Dios que se quitara de la puerta antes de que mi suegra la viera.

Un minuto después la cerradura de la puerta estaba siendo desbloqueada dejando entrar así a aquella mujer de cabello esponjado, la saludé con una reverencia de 90° sin moverme hasta que ella me lo permitiera. — Siéntate, mi niño me dijo que tienes la casa muy descuidada, eres una egoísta, sabiendo que estoy enferma me haces venir a supervisar. —

Escuchaba a mi suegra hablar sentada sobre mis pantorrillas en el suelo con la cabeza baja pero aún así atenta a cada cosa que revisaba. — No puede ser, no, no, no. — Su voz se iba intensificando con cada paso que daba hasta ver sus pies frente a mí. — No es posible que tengas tan vacía esa cocina ¿Qué piensas darle a mi hijo? ¿Ah? —

— Su hijo dijo que mañana haría él las compras. — Contesté en un hilo de voz escuchando a la mujer chasquear con su lengua después de un resoplido.

—¿Todavía tienes el descaro de responderme? ¿Estás loca? — Empujaba su dedo contra mi frente enterrando así su uña en mi piel, por consiguiente haciéndome morder mi propia lengua para no quejarme de ese pequeño pero intenso dolor. — Mi niño ya trabaja suficiente cómo para todavía tener que hacer tus tareas, pero esto no se va a quedar así, todavía que él te mantiene eres una malagradecida. — Dejó a un lado el empujarme con su dedo, siendo ahora repetidos golpes con la palma de su mano contra mi cabeza siéndome inevitable no cerrar mis ojos y encogerme cada vez que sentía un golpe.

Mis lágrimas corrían en silencio y ocultas de la vista de la mujer, que detuvo sus golpes y regaños cuándo llamaron a la puerta. —... ¿Aquí vive Park Chaeyoung? —

— Oh, no linda, aquí solo vive mi hijo, pero trabaja todo el día, él es un hombre muy guapo y valioso, dime ¿Tú eres soltera? — Escuché a mi suegra hablar mientras sobaba mi cabeza con una de mis manos en un intento de aliviar el dolor de sus constantes golpes.

— No, no, estoy casada desde hace años... con mi... esposo. — Esa respuesta me hizo levantar mi mirada viendo la puerta principal desde mi lugar curiosa de ver a mi vecina.

—Aigo, que lástima, es decir felicidades pareces una buena esposa. — La mujer cerró la puerta detrás de su espalda borrando su sonrisa de inmediato cuándo cruzamos miradas. — ¿Quién te dio permiso de levantar la cabeza? Cada vez estás peor, no te sorprendas si un día mi hijo te deja botada, no vales nada. — Devolví mi vista al suelo simplemente escuchando cómo la mujer tomaba sus pertenencias y salía del apartamento azotando con fuerza la puerta principal.

Limpié mis lágrimas antes de colocarme de pie con intensiones de terminar mis deberés pero el timbre nuevamente me interrumpió, con la cabeza gacha esperando escuchar nuevamente a mi suegra abrí la puerta.

— Minari ¿Está todo bien? — Sin invitación alguna Chaeyoung ingresó al departamento flexionando sus rodillas para mirarme a los ojos aún teniendo yo la cabeza baja.

BreatheWhere stories live. Discover now