8

73 11 5
                                    

El tiempo no se fue volando, cada hora, cada minuto, incluso sentí cada segundo que pasaba mientras esperaba a que mi esposo estuviera en casa, al momento de irse el sol se alzaba entre los grandes edificios en el comienzo de un nuevo día pero que se sintió exactamente igual que todos los que recuerdo, nada fue diferente después de que él se fue, limpiar, limpiar y volver a limpiar hasta que el sol fue remplazado por una luna lejana e incompleta.
Escuché los botones de la cerradura ser presionados para abrir la puerta de dónde momentos después mi esposo apareció con una sonrisa hermosa que mostraba ligeramente sus dientes y cerraba sus ojos.

— Adiós, descansa.— Habló hacia el pasillo cerrando la puerta detrás de él, su sonrisa se fue desvaneciendo con cada segundo que su mirada se mantenía en mi pero no pude ver si terminó con su boca completamente inexpresiva pues mi mirada bajó a sus pies mientras e incluso después de saludarlo con una reverencia. — Ah, Hola.

— Buenas noches, ¿Con quién hablabas?
— ¿Y eso a ti qué te importa? ¿Eres una maldita chismosa o qué? ¿Eh?

Apreté mi mandíbula hasta sentir la tensión de mi nariz y dientes regañándome internamente por olvidar que mi esposo era un hombre que no le gustaba ser cuestionado.

— Guarda todo esto, iré a ducharme y a dormir.

— Pero, no has cenado. —Él dejó las bolsas de víveres en la barra de la cocina y sin detener su camino solo alzó los hombros para restarle importancia.

— Ya cené fuera.— El día no podría ser peor todo este tiempo sin desayunar, comer, e incluso sin cenar, pero aún lo que más me dolía era no haber sido lo suficientemente rápida para poder salir con mi esposo. Todo se sentía cómo un castigo divino, una lección que un Dios o el universo me estaban cargando por haber mentido y desobedecido.

— ¿Puedo salir a dejar la basura?
— No, lo hiciste recién, ni siquiera hay tanta.

Su profunda y autoritaria voz no dejaba de intimidar aún cuando hablaba en un tono tranquilo, haciendo que mi cuerpo reaccionara intentando dar media vuelta para retirarse acatando su respuesta.

— Lo sé, pero no...
— Basta, ya te dije que no.— Alzó la voz al igual que irguió su espalda haciéndose ver más alto y grande. Apreté la mandíbula para retener mis palabras y por fin hice caso a mi cuerpo asintiendo con la cabeza y caminando hacia la salida de la habitación.

No había platos que lavar, ni polvo que limpiar, todo lo estaba impecable lo cuál me era molesto porque entonces no tendría excusa alguna para seguir despierta, y con total sinceridad no quería ir a dormir con mi esposo. Pero su grito llamándome desde la habitación me impidió buscar la mínima excusa para escapar de él mientras me sentía de mal humor por no haber podido salir.

— Dime ¿Necesitas algo? — Seguía solo con una blanca toalla puesta al rededor de sus caderas y dos pares de pijamas encima de la cama.

— ¿Crees qué hoy necesite ponerme alguna?— Mis ojos ce entrecerraron como si me ayudaran a buscar una respuesta a su pregunta que ni siquiera había entendido al ser tan obvia.

—Sí, hace frío.— Respondí lo más obvio y mi esposo solo negó repetidas veces con su cabeza.

— Pero te tengo a ti, Tú me darás calor ¿Verdad?— Iba a responderle que yo no generaba calor pero me ví interrumpida por él al quitarse la única cosa que lo cubría dejando su cuerpo completamente expuesto, y mostrando su erecto miembro lo que me hizo apartar la mirada. Alguna vez había sentido curiosidad de lo que él tenía entre las piernas, pero ahora me daba asco verlo, porque era una advertencia de lo podría venir.

— Tengo que ducharme para ir a dormir.— Sentía mi respiración salir con dificultad, cómo si mi pecho estuviera siendo aplastado por algo tan pesado que apenas y podía moverse.

— No, tú te quedas aquí.— Aunque estaba al lado mío apretando su agarre en mi brazo, su voz se escuchaba lejana, no quería hacerle caso, no cuando me sentía tan mal por haber perdido mi oportunidad de salir, no cuando mi estomago dejó de rugir al entender que hoy no comería, no cuando ni siquiera me había dejado sacar la basura para ver a Chaeyoung... Para mi mala suerte mi cuerpo se aflojó cuando pensé en mi vecina, y él pudo lanzarme contra la cama. Con mi rostro y pecho contra el blanco edredón el se colocó contra mi.— Te dije que te lo compensaría. te haré sentir muy bien.

Dio un beso en mi oreja y sin un poco de delicadeza solo bajó el pantalón y la ropa interior hasta mis muslos. Quería cerrar los ojos y huir de lo que sucedería pero su voz diciendo lo bien que me sentiría no me lo permitía, hasta que lo sentí, apreté mis manos con fuerza en el edredón y mordí mi lengua hasta que el sabor de la sangre me envolvió la boca, hundí mi rostro por completo en la cama para que no viera mis lagrimas caer. Ningún poema apareció, en su lugar la letra de aquella canción que Chaeyoung cantó se aferró a mí imaginándome todo lo que las palabras describían mientras mis lágrimas seguían saliendo.

Sus movimientos se volvían más rápido se y más torpes, ni siquiera podía formar palabra alguna hasta que se detuvo por completo y las nauseas me invadieron.— Te amo.— Fue lo último que dijo antes de salir de mi, dejándome en la misma posición hasta que desapareció en la puerta de la habitación. Seguía doliendo, dolía tanto o incluso más de lo que dolía que el estuviera dentro.

Quité mis prendas con cuidado notando que lo que escurría de entre mis piernas no solo era parte de él, había sangre, corriendo hasta mis tobillos, mi primer recuerdo de ver la sangre llegó, esa vez había llorado de miedo por no entenderlo, pero ahora sabía que era lo normal, entre en la ducha dejando que limpiara la sangre de mi cuerpo junto a los fluidos de mi esposo. Él siempre ha dicho que esto es lo que las personas hacen cuándo se aman y que es el acto más perfecto y satisfactorio que existe, pero aunque yo lo ame no me hace sentir lo que a él sí, aunque nunca le he preguntado si también le duele, quizás sí y la satisfacción es cuando dejamos de ser torturados, aún así no le pediría por repetirlo, preferiría estar abrazada a él sintiéndome protegida mientras me lee poesía o me explica la historia de piezas musicales clásicas, aunque hace años que eso no sucede, tal vez hoy podría pedírselo, pues normalmente después de esto él se comporta más tranquilo y dulce.

Salí del baño ya con mi pijama puesta encontrándome con él vistiéndose con ropa formal. — ¿Saldrás? — Me arrepentí de preguntar en el segundo que su mirada me desaprobó por lo que bajé la cabeza y me metí a la cama, lo escuche suspirar con fuerza.

— Un amigo está dando una fiesta, volveré más tarde.

Asentí a sus palabras y él se despidió de mí con un beso en la frente. Ni siquiera espere a escuchar la puerta cerrarse cuándo me hundí en la cama sintiendo todo lo que había querido ignorar, el enojo por no salir, el dolor de mi vientre y entrepierna por hacer el amor, el hambre por llevar más de 24h sin comer y lo que más había querido ignorar ese sentimiento de extrañar a Chaeyoung por no haberla visto desde la noche anterior. Una pregunta se instaló en mi dando vueltas todas la noche hasta que me dormí

¿Ella también me ha de haber extrañado a mí?

BreatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora