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La vi entrar a su hogar y después el pequeño "click" dónde la puerta se cerraba se hizo presente. ¿De verdad él había cerrado por fuera? si era verdad ¿Por qué?
Mi preocupación por ella seguía latente, ignorar sus moretones no los hacía desaparecer, a demás que se había caído de espaldas y quizás hasta golpeado la cabeza, miles de escenarios desastrosos comenzaron a suceder en mi mente y sin quererlo ya estaba mordiéndome la uña de mi dedo pulgar, a la par que caminaba en círculos por todo el balcón pensando en cómo poder saber si Mina estaba bien.

Una idea llegó así que entré corriendo al departamento tomando mi mochila de la universidad y sacando todas mis cosas, metí el ramen que había comprado esa tarde, junto a mi celular, la cerré y coloqué en mi espalda, después atravesé la guitarra entre la mochila y mi cuerpo para que estuviera bien apretada.

— Creo que estoy loca.— Murmuré para mí misma mientras salía al balcón con una silla del comedor pegándola a la esquina de la pared y el balcón, no todo era cristal, en los bordes, gruesos pilares de metal protegían el delicado material, así que después de usar como escalón la silla, me subí al barandal, por inercia mi mirada bajó, y un escalofrío recorrió desde mis manos hasta mis pies, las palmas empezaron a sudarme en frío, las apreté con fuerza a falta de un lugar en el cuál aferrarme y mi cabeza en un momento de lucidez me pidió volver atrás, cuándo se dio cuenta que no había considerado la distancia qué había entre ambos balcones, aún si pudiera estirar mis piernas a un metro, necesitaba pasar el borde del balcón de mi vecina. — Mierda, mierda, sí estoy loca.— En mi gran acto de valentía inhalé profundamente, cerré los ojos y me impulsé hacia el frente sintiendo unos segundos cómo el gran tubo de metal temblaba por mi impulso, nuevamente mi cabeza me pidió volver atrás y está vez le hice caso, aunque muy tarde, el golpe contra el frío suelo hizo estallar mi corazón sintiendo que ya había caído más de diez pisos, por suerte divina no, al abrir los ojos estaba en el balcón, me levanté para sobar mis piernas y sentarme en la silla buscando otro plan, pero la silla no estaba, di media vuelta y la pude ver, al otro lado en el otro balcón, había pasado, ¿Cómo? No sé, cerrar los ojos no fue la mejor idea.

La pude ver através del vidrio, estaba sentada en un sofá blanco en una posición que la hacía pequeña, ajena a lo que pasaba en su exterior. Ya había invadido su balcón, pero no sería tan irrespetuosa de invadir su hogar, por lo que di un par de toques en el cristal de su puerta esperando llamar su atención. Mina primero alzó su cabeza buscando el origen del sonido, hasta que nuestras miradas se encontraron gracias a la cálida luz del lugar, le sonreí mostrándole mi único hoyuelo y con un saludo de mano, pero ella no compartía la misma alegría, sus ojos estaban abiertos cómo platos y su rostro estaba ¿Preocupado?

— ¿T~tú cómo... ¿Qué haces aquí?
— No quiero cenar sola, ¿Puedo estar contigo?

Ella negó tan rápido cómo parpadeaba y era evidente cómo su respiración se descontrolaba.
— N~no puedes estar aquí, Chae... — Sus palabras terminaron de salir en un susurro entre cortado y sus labios formaron un tembloroso puchero.— Si mi esposo vuelve, él se enojará y podría... no le gustan los extraños.

— Tú dijiste que él llegará hasta mañana, prometo que nadie se dará cuenta que estuve aquí.— Vi a Mina meditarlo por unos momentos llevando su vista de mi a la puerta repetidas veces, hasta que suspiró.

— Quítate los zapatos. — Le hice caso. El departamento era... blanco, claramente todo lo contrario al mío a pesar de ser la misma estructura, sillones, sillas, mesas, alfombras, incluso el suelo y las paredes eran blancas, el único toque de color era escaso, en los bordes de madera de los muebles y en cuadros que quizá intentaban disimular lo monótono del lugar.

— Lindo lugar.— Mina no me respondió, volvió a su asiento a la posición dónde la había encontrado hace instantes. — Traje ramen, ¿Quieres cenar? — Sus obscuros ojos se mantenían en mi reflejando duda por lo que volví a hablar. — Prometo ser cuidadosa.— Ahora sí asintió algo desganada, dejé la guitarra a un lado de Mina y fui hasta la cocina. A ella parecía gustarle el orden, no había nada a la vista que estuviera fuera de su lugar, tan blanco, limpio, y pulcro cómo la otra habitación. Mientras pensaba en dónde podría estar el calentador de agua escuché cómo las cuerdas de la guitarra eran tocadas casi cómo un susurro quizás en el intento de que su sonido no fuera descubierto por más que ella misma, pero después de unos cuantos toques el sonido se detuvo y los pasos en dirección a mi se hicieron presentes.

BreatheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora