El vendedor De cerillas-Segunda Parte [KawoShin Xmas]

Capítulo uno

Varios meses se deslizaron como hojas en el viento desde aquella nochebuena que marcó el inicio de una nueva vida para Shinji Ikari y Kaworu Nagisa. La mansión, una vez silenciosa y distante, ahora resonaba con la armonía de risas y complicidad. Shinji, quien en un pasado cercano había llegado como un chico que escapaba de la miseria y el maltrato de su propio padre, se había convertido en el corazón del hogar.

La transición, después del trato suscitado por el joven Nagisa, fue gradual pero significativa. Shinji, inicialmente un sirviente por acuerdo tácito, encontró en su rol una oportunidad para redescubrir su propia valía y habilidades. Bajo la atenta mirada de Kaworu, rápidamente pulió sus habilidades para cocinar exquisiteces, y se esforzó por mantener impecable la mansión de manera periódica.

Las noches tenían un ritmo peculiar, marcadas por una proximidad que trascendía la simple convivencia. Desde aquella noche en que Kaworu rescató a Shinji de la cruda nieve, ambos se unieron en una cotidianidad que incluía compartir la misma cama. Al principio, la razón era simple: solo había una cama disponible en la deshabitada mansión; y Kaworu, movido por la compasión y la necesidad de brindar refugio a Shinji, lo había colocado en su cálido lecho para protegerlo del frío que lo había acosado en las calles.

Con el tiempo, la situación cambió cuando llegó la cama destinada a la servidumbre. Sin embargo, para entonces, Shinji y Kaworu ya habían tejido un lazo de confianza y seguridad al compartir el mismo espacio nocturno. La idea de dormir separados se volvió ajena y, en cambio, la cercanía en la cama se convirtió en un consuelo mutuo, y en momentos de conexión más allá de las responsabilidades diarias.

Pen Pen, el regordete pingüino mascota de Shinji, también experimentó un cambio radical al pasar de la gélida casa de Gendo Ikari a la cálida mansión de Kaworu. Antes sometido a la crueldad del padre de Shinji, Pen Pen encontró en la nueva residencia no solo un techo acogedor, sino también mucho más amor y compañía. La atención amorosa de Kaworu no sólo transformó la vida de Shinji, sino también la del ave, que floreció alegre en el nuevo hogar.

Kaworu, Shinji y Pen Pen, ahora inseparables, entrelazaron una red de afecto que envolvía la mansión con un aura de familiaridad y pertenencia. Las paredes, testigos silenciosos de risas, confidencias y momentos compartidos, parecían haber absorbido la esencia misma de la felicidad.

Pasaron los meses, mientras la coquetería entre los jóvenes crecía mediante gestos cotidianos, miradas que se prolongaba más allá de lo casual, y momentos de cercanía física que revelaban un anhelo mutuo que ninguno de los dos se atrevía a expresar abiertamente. Sin embargo, el único beso que habían compartido hasta la fecha, había tenido lugar en Navidad bajo el muérdago, y aparentemente había sido algo de una sola ocasión, no dejando lugar para un avance en su relación. Al menos a los ojos de Shinji, nada pasaba de una profunda y amena amistad.

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En una tranquila tarde de Agosto, en el interior de la mansión, Shinji y Kaworu compartían apaciblemente, en un momento libre de labores y quehaceres, mientras los susurros de la música llenaban el aire. Kaworu con su elegante presencia, estaba sentado frente a un enorme piano de cola. Sus dedos danzaban sobre las teclas con destreza y pasión, y la novena sinfonía de Beethoven que emanaba del instrumento, resonaba en cada rincón de la lujosa sala de música.

Mientras tanto, Pen Pen, juguetón como siempre, revoloteaba alegremente por la estancia, agregando una dosis de diversión al ambiente. Sus movimientos ágiles y su entusiasmo eran una adición encantadora a la escena.

Detrás de Kaworu, Shinji observaba con total fascinación. Los ojos de Shinji se iluminaban dulcemente mientras Kaworu se sumergía en la música con una maestría que parecía fluir naturalmente de su ser. Para Shinji, Kaworu no sólo era un amigo y compañero de hogar, sino también una fuente constante de asombro y admiración.