Capítulo Cuatro

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Gendo Ikari comenzó su día de la misma manera monótona de siempre; despertándose en su precario alojamiento y, vestido con ropas desgastadas, se encaminó hacia la botica donde trabajaba. 

El aire frío de la mañana apenas lograba despertar sus sentidos. Gendo caminaba por las calles de la ciudad. Su figura desgraciada y cansada reflejaba el peso de los años y de las decisiones equivocadas. El pueblo bullía con la vida cotidiana mientras él transitaba en medio de la multitud, un hombre cuyo rostro estaba marcado por el pesar y la soledad. 

Después de la huida de Shinji, la vida de Gendo había tomado un giro oscuro. Quemó todas las pertenencias de su hijo con pesar, creyendo erróneamente que aquella fría penumbra de nochebuena había sido la última de Shinji. La realidad de su propio abandono lo atormentaba, a la par de su oportunidad perdida para redimirse ante el alma de Yui, su esposa fallecida. 

Mientras caminaba hacia su trabajo, sus pensamientos oscilaban entre el pasado y el presente, entre la figura fugaz de su hijo y el trabajo monótono que apenas le permitía sobrevivir. La ciudad, ajena a su dolor, continuaba su curso implacable, mientras Gendo Ikari cargaba con la carga de sus propios errores. 

Al llegar al establecimiento, saludó con una leve inclinación de cabeza a su jefe, un hombre de semblante algo más amigable que Gendo. Las palabras de aliento del patrón resonaban en el aire, instándolo a realizar sus tareas cotidianas con mayor entusiasmo. 

Gendo asentía de manera apática, como si la rutina hubiera borrado cualquier rastro de interés en su rostro.Mientras barría el suelo y limpiaba las estanterías, su jefe se acercó con una mezcla de ánimo y preocupación. 

—Gendo, hoy necesitamos que todo esté perfecto. Nos visitará un cliente importante —las palabras del patrón eran como ecos lejanos para Gendo, quien respondía con gestos mecánicos.

Enseguida después, como si aquellas palabras hubieran invocado al susodicho, la campanilla de la puerta sonó, anunciando la entrada del cliente especial. 

Kaworu Nagisa, con su porte distinguido, e impecablemente vestido, a diferencia de ambos hombres, ingresó a la tienda buscando hierbas específicas. 

La atención de Gendo estaba lejos de concentrarse en el cliente. Él sólo continuaba sus tareas, completamente ajeno a la presencia del joven.

El albino examinó con detenimiento las hierbas dispuestas en la botica, mientras el dependiente, quien desconocía la conexión entre Kaworu y Gendo, se acercó para ofrecerle asistencia.

—Siempre encarga estas mismas hierbas, ¿verdad? —preguntó el dependiente, curioso ante la repetición constante de la solicitud. Kaworu asintió con una sonrisa tranquila, acostumbrado a la rutina de este particular encargo.

—Mi sirviente las utiliza para preparar brebajes deliciosos y curativos.

—¿En serio? ¿Cómo es que un chico tan joven sabe acerca de brebajes curativos? Eso a mí me lo enseñó mi abuela...

—Según dice es una antigua receta de su madre —explicó Kaworu, compartiendo una pequeña parte de la historia detrás de esa costumbre.

El boticario, intrigado, aprovechando la mención de aquel sirviente, decidió indagar más.

—¿Cómo se encuentra ese joven que salvó en Nochebuena?

Kaworu, guardando la naturaleza de su verdadera relación con Shinji, respondió con cautela.

—Se encuentra bien, ahora tiene una vida mucho mejor.

El dependiente expresó su admiración por la nobleza de Kaworu al rescatar a alguien de una muerte segura de forma tan desinteresada.

El vendedor De cerillas-Segunda Parte [KawoShin Xmas]Where stories live. Discover now