En emision

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Todos estaban a la expectativa del radiotransmisor que había dejado encendido en su equipaje.
La incertidumbre de lo que pudiera suceder deja sin aliento a la familia y los amigos, los cuales atienden ansiosos la transmisión.

Una radioemisora desconocida filtra una canción tenuemente entre los sonidos que producen los pasos, voces, lamentos y empujones que se oyen distantes. Los murmullos de los presentes en la sala contribuyen a la confusión, mientras con un gesto de la mano, el hermano mayor trata de calmar la situación.

Están a punto de ver si sus esfuerzos son recompensados o si lo han arruinado todo poniendo el transmisor.

La voz en el teléfono les había dicho que todo saldría bien si no intervenían, que esperen y traten de no interrumpir. No les dieron espacio en la estación, el lugar estaba ocupado y los encargados no daban abasto a tanta gente que esta noche se habían reunido por sus propios asuntos, así que solo les quedaba escuchar lo que se logre oír por el radiorreceptor que instalaron en su casa para hacer seguimiento de la situación.

El ruido de fondo inquietante y la incertidumbre angustiante.

A la distancia se oyen pasos y voces que se acercan y alejan cada cierto tiempo, azotando fuerzas y gritando cosas que no se pueden entender.

Finalmente, los pasos solo se oyen acercarse sin alejarse alguna vez más.

Golpes contra la puerta de madera retumban fuertemente en el aire, interrumpidos súbitamente por el gran estruendo del impacto de esta contra la pared.

Los murmullos, rápidamente cambian en gritos y sollozos que son ahogados rápidamente ante las órdenes de un desconocido.

— Permanezcan en silencio, quietos y colaboren en lo que digamos, no querrán morir estúpidamente.

La angustia se nota claramente en la transmisión, las armas crujen al compás de una marcha a paso pesado que es seguido por un confuso zapateo torpe que parece seguirles.

Nuevamente alguien empieza a dar órdenes, pero no se entiende lo que dicen, la interferencia es cada vez mayor, sin embargo, los disparos aclaran la situación.

Al ritmo del trote, nuevamente unos pasos suenan se acercan, dejando oír también el inconfundible traqueteo de las armas que los acompañan.

Otra vez patadas azotan una puerta más cercana hasta que cae en pedazos.

— No han oído nuestras peticiones, les dijimos que hagan lo que digamos, así que todos van a morir.

Se oyen llantos desconsolados, algunas suplicas por la vida y el llanto de un bebé, rápidamente ahogados por el sonido de disparos, seguidos por un inquietante silencio , apenas perturbado por el ruido que hacen los casquillos al caer.

— No se envalentonen innecesariamente, solo apresuraran su muerte. — gritaron nuevamente.

Sin embargo, persona aún está llorando, gritando, al parecer ya no parece poder articular palabra coherente y se oyen cuatro disparos más.

— ¡Te dijimos que te callaras!

Cada vez se oyen menos lamentos, pero la gente armada está más agitada.

Se oye como preparan sus armas y descargan una nueva ronda de disparos silenciando finalmente toda voz ajena a ellos.

— no tenemos tiempo para esto, tenemos que irnos de aquí inmediatamente

— Nos iremos cuando me dé la gana — dice una de las voces antes de descargar una nueva ráfaga de disparos.

La batería no parece poder resistir más, el ruido de fondo es cada vez más persistente, interrumpido en intervalos por espacios de silencio que interrumpen la transmisión.

Alguien ríe y la distorsión junto al ruido solo sirven para incrementar el miedo que producen sus palabras.

— ¡esto es genial! Puedo hacer lo que quiera en este lugar. Veamos, ¿a quién más podre matar?

¡Aja! Eres el último.

La felicidad de sus palabras contrasta con la lastimera suplica de un hombre que pide piedad
— No, por favor, ¡No!...

Sin tiempo a terminar su petición, inmediatamente es callado por una innecesaria ronda de disparos.

El transmisor no resiste más y acaba la emisión.

Ahora solo es silencio

Todos se encuentran presentes, consternados frente a la radio encendida.

— El transmisor ha fallado, se quedó sin baterías — grita uno de los amigos.
Al instante, la madre comienza a llorar y el padre la abraza sin decir ni una sola palabra.
Los amigos, no pueden ocultar sus emociones.

Después de una larga espera, llega una llamada, la cual es contestada por el padre.

Al colgar, el padre sonríe.
Todos prorrumpen en un fuerte aplauso y se abrazan.

Finalmente la grabación de la primera radionovela de su hijo ha finalizado y su sueño se ha cumplido.

Los esfuerzos de todos han sido un éxito.

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Nota del autor

Para el taller de literautas

Los Frutos del Tiempo; Relatos cortos IIIWhere stories live. Discover now