05: Amenazas vacías

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Si los días fueran personas, definitivamente el lunes sería el más odiado de todos

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Si los días fueran personas, definitivamente el lunes sería el más odiado de todos. Casi todo el mundo odiaba los lunes, especialmente yo odiaba los lunes, y más aún cuando tenía que ir a clases y hacía un calor infernal en la ciudad. Y para empeorar, el condenado uniforme del colegio era más caluroso que cualquier otra ropa. La falda a cuadros que las chicas debíamos usar era de un material grueso, incómodo para usar en pleno verano.

Me encontraba en el auto de Ada para ir al colegio, ella manejaba mientras Amber y yo permanecíamos en la parte trasera quejándonos de lo horrible que era volver a clases, de nuestros uniformes y nuestro horario, solo compartíamos un par de clases este semestre y me apenaba no estar en todas con ella.

Cuando llegamos al colegio, Ada estacionó cerca a la puerta de entrada. Ella era nuestro transporte hasta que Amber cumpliera dieciocho años en unos días y pudiera sacar su licencia para conducir.

Desde la ventana podía observar a todos los estudiantes con sus uniformes. No es que me disgustara usarlo, porque la combinación de colores me gustaba mucho, el problema era tener que usarlo en verano. Había pasado una hora luego de bañarme y ya estaba sudando gracias a la blusa blanca que usaba.

Amber parecía feliz con el uniforme, siempre lo estaba. Le gustaba utilizar la falda corta y las medias hasta las rodillas, incluso en verano, en verdad no sabía cómo podía soportarlo. Bajé del auto y le seguí el paso llevando conmigo mi bolso.

Al entrar por la puerta un sentimiento de decaimiento me embargó.

Hola de nuevo, cárcel.

—¿Nos vemos luego? —preguntó ella sacando de su bolso el nuevo horario—. Tengo que correr a mi clase de matemáticas, ese profesor me odia. Nos vemos en el tercer periodo.

—Sí, me mandas un mensaje —respondí mientras ella corría por el pasillo.

Se dio la vuelta un segundo.

—¡Suerte!

Le deseé lo mismo, pero ella ya estaba corriendo de vuelta.

Seguí su camino, pero sin correr, aún tenía que ir a mi casillero y guardar algunos libros que había traído.

Luego de pasar por mi casillero, me dirigí a mi primera clase de la mañana: Literatura. Era mi materia favorita porque nos pedían hacer exactamente lo que más me gustaba: leer. En el interior del salón decidí sentarme en primera fila esperando a que el profesor llegara. El salón estaba algo vacío por lo que saqué mi celular y comencé a jugar en él.

—Ruby —dijo una voz a mi lado. Levanté la mirada para encontrarme con los ojos verdes de Kylan.

Ay, madre mía.

—Hola, Kylan. ¿Estás en esta clase? —Al instante quise retractarme por aquella pregunta obvia, pero la sonrisa que él me dedicó me hizo tranquilizar. Guardé mi celular mientras le hacía una seña al asiento vacío a mi lado—. Siéntate a mi lado.

El chico de arriba #1 | EN FÍSICOWhere stories live. Discover now