45: Fuertes revelaciones

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Un día después de la locura del viernes en la noche desperté con dolor de cabeza y la garganta seca

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Un día después de la locura del viernes en la noche desperté con dolor de cabeza y la garganta seca. Me levanté de mi cama y me recosté contra el cabezal mirando a mí alrededor con los ojos entrecerrados por la luz que entraba del balcón. Tomé la botella de agua de la mesita de noche y tomé varios sorbos sintiendo alivio instantáneo en mi garganta.

El día viernes había sido una total locura. Empezando conmigo y Debie encontrándonos a mis ex amigos en el vestíbulo de mi edificio, continuando conmigo cantando con la banda y terminando con Kem borracho. Sin contar todos los sentimientos que se arremolinaron en mi corazón por cada suceso.

Cuando había llegado a casa, mis padres ya estaban durmiendo y tuve que caminar de puntitas para no despertarlos. Me habían dado una hora límite para llegar a casa y no la había cumplido. Sin embargo, cuando llegué ellos no me esperaban en la puerta como creía que pasaría. Al día siguiente mis padres ni siquiera me preguntaron por el día anterior. Parecían haber creído mi mentira. Se fueron al trabajo en la mañana y en la noche a pasarla en algún lugar donde siempre iban ellos como pareja. Yo me quedé en casa viendo series todo el día y haciendo los deberes del colegio.

Los domingos mis padres aprovechaban para dormir hasta muy tarde. Ese día saldría con Debie al mediodía así que no podía retrasarme más. Me levanté y corrí a ducharme al ver que se acercaba la hora de irme.

Más de media hora después, salí de mi departamento cerrando la puerta con cuidado para que mis padres no se despertaran. Debie me esperaba con una gran sonrisa.

—Escapándote otra vez, eh —dijo ella con sorna—. Eso de juntarte conmigo está afectándote.

Reí por sus palabras.

Debie era tan ocurrente.

—Si sigo así terminaré en problemas —comenté divertida esperando una sonrisa de Debie pero ella estaba seria.

—No, en serio te puedes meter en problemas —dijo ella agitando sus brazos, como siempre hacía cuando hablaba enfáticamente de un tema serio—. No puedes escaparte así, mujer. Ya suficiente con ayer, ¿quieres estar castigada de nuevo?

Miré a Debie como si hubiera vuelto loca.

—Tranquila, Debs. Mis padres están durmiendo. —Me encogí de hombros—. Les dejé una nota diciendo que saldría con Amber. No dirán nada, te aseguro.

Debie apretó los labios viéndose desconcertada.

—Ruby...

Alcé la mano cortándola.

—Tranquila, Debie. Ayer te prometí un día de chicas y así será.

Estaba decidida a salir más de mi casa y salir con mi mejor amiga. Ella tenía tanta razón en cuanto a vivir mi vida como realmente tenía que ser y no lamentándome por lo que había ocurrido. Y quería hacerlo. El que mis padres fueran un tanto controladores no ayudaba mucho, asi que planeaba escabullirme y hacer cosas de adolescentes por el simple placer de hacerlas. Nunca había hecho esto y me emocionada esta idea como nunca.

—¡Vamos! —exclamé a Debie tomándola del brazo y arrastrándola para bajar e irnos al centro comercial de la ciudad como habíamos acordado un día anterior.

Al llegar a dicho lugar fuimos directo a una heladería cerca para darnos el gusto. No importaba que hiciera frío. A Debie y a mí se nos habían antojado helados. Ella pidió de menta con chispas de chocolate y yo pedí de oreo. Amaba el helado de oreo por los trozos de la galleta en mi helado. Era delicioso.

Fuimos caminando por el centro comercial tomando nuestros helados mientras conversábamos acerca de ella y Ben. Debie parecía estar enamorándose de Ben, el chico de la banda, quien parecía corresponder los sentimientos de mi amiga.

—¿Y tú? —preguntó Debie mirando su helado pero la pregunta dirigida a mí—. ¿Cómo estás luego del caos de ayer?

Al instante me llegaron a la mente imágenes de anoche cuando Kem apareció borracho diciendo todas esas cosas que dijo. Aun no podía creer lo que había pasado. Era de locos. Mi corazón procesaba todo aquello con dolor.

—No sé. —Me encogí de hombros evitando la mirada de Debie y centrándome en caminar mientras comía de mi helado—. Ahora todo lo referente a Kem trato de almacenarlo al fondo de mi mente. No quiero pensar en él.

Miré a Debie quien asintió con una pequeña sonrisita.

—Estoy orgullosa, Ruby.

Sonreí correspondiéndola.

—Gracias. Aprendí de la mejor.

—¿Sigues enamorada de él?

Su pregunta me hizo dudar. ¿Seguía enamorada de él? Pues sí, aun lo estaba. Y lo amaba. Pero ya no quería estar con él. ¿Entendían la diferencia? Uno puede amar y estar enamorado de alguien sin querer estar con esa persona. Eso me pasaba con Kem. ¿Y por qué? Porque estaba decepcionada. Mi confianza en él estaba destruida.

—Sí —afirmé sin dejar de probar mi helado—. Aún lo estoy.

—¿Pero...? —preguntó Debie alargando la última vocal.

—Pero no quiero estar con él. Y como le dije ayer a él: ya lo perdoné. Quien debería perdonase es él mismo, sino va a culparse toda su vida.

—Así es, pequeña Ruby. —Sonrío ella alegre—. Veo que has aprendido mucho de mí, eh. Me encanta saber que he compartido mi sabiduría —bromeó.

La codeé riéndome.

Luego de eso pasamos la tarde yendo de un lado a otro viendo ropa en las tiendas. Al finalizar nuestro día, llegó la hora de almorzar, aunque estábamos empalagadas del helado decidimos almorzar algo ligero.

Cuando llegué a casa, me preocupé ver que tenía más de diez llamadas perdidas de mi mamá. Al parecer había silenciado anoche mi celular para cantar con la banda que hoy me había olvidado ponerle sonido. Abrí la puerta del departamento y me sorprendió ver a Amber ahí. Dios mío. Dejá vu. Esta vez estaba sola, con mi mamá en el sillón abrazándola. Cerré la puerta detrás de mí con más fuerza de la necesaria alertándolas a ambas de mi presencia. Las dos voltearon hacia mí. Miré sorprendida el rostro de Amber, surcado en lágrimas y con los ojos rojos.

A pesar de que ella hubiera sido una perra total conmigo, aún había una parte de mí que la extraña y que aún la quería. Así que verla de esa manera me puso mal. ¿Qué había pasado?

Amber caminó hacia mí y me abrazó con fuerza.

Me quedé estática sin corresponder su abrazo.

—¿Amber? —pregunté. Mi mamá estaba cerca con las manos en la boca y los ojos llenos de lágrimas. La miré asustada—. ¿Qué ha pasado, mamá?

Ella negó con la cabeza. Amber empezó a sollozar con fuerza. Estaban asustándome.

—¿Amber?

Ella se alejó un poco de mí para mirarme a la cara.

—Es mi hermana —susurró con voz ronca. Sus ojos rojos por el llanto me devolvieron la mirada—, ella... ha... abortado. 

 

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El chico de arriba #1 | EN FÍSICOWhere stories live. Discover now