Prólogo

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—¡Despierten, rápido chicos! —la voz de nuestro padre resonó por toda la habitación, despertándonos del sueño. Era alrededor de las 3 am, por lo que el cansancio era lógico, y la incertidumbre cubría el entorno—. Quiero que salgan de esta casa, ¡ahora!

—¿Q...qué pasa? —dije medio dormida, pero algo asustada cuando mi padre se acercó, tirándome fuera de la cama. Tardé un momento en acostumbrar mis ojos a la luz del cuarto, la cual había sido encendida minutos atrás por mi madre—. ¿Por qué hay que salir de aquí?

—¡Solo háganlo —él estaba bastante molesto, se le notaba en la voz. Mi padre suele ser un hombre cariñoso y relajado y  verlo así de la nada... ¿Qué hicimos para que se enojara tanto?

Mis tres hermanos y yo fuimos empujados por nuestros padres por toda la casa, hasta que llegamos a la cocina. No entendíamos muy bien que pasaba, pero nos daba algo de miedo preguntar. Nos dispusimos a salir al patio por la puerta trasera, cuando repentinamente un hombre con una máscara de cerdo apareció, tapando el paso. Mi hermana menor gritó fuertemente al mismo tiempo que se echaba atrás, chocando contra la encimera. Ella estaba igual de asustada que cualquiera de nosotros, pero preferimos guardar la calma... o por lo menos yo.

Otra persona apareció —igualmente con máscara—, rodeándonos y empujándonos contra una de las paredes de la habitación—. ¡Váyanse o llamaré a la policía! –la voz de mi madre sonó quebradiza. Estaba asustada y se notaba: el pánico en su voz hizo que mi pulso acelerara, impidiéndome afirmarme de lo único que me mantenía segura. ¿Quiénes son ellos?, me pregunté, ¿qué quieren?

Fuego.

De la mano de uno de los allanadores apareció fuego. No sé de donde salió ni como lo hizo, pero había fuego en su mano. Tan brillante como una estrella, tan caliente como el centro de la Tierra. Y lo único que realmente pude hacer en ese momento era pensar... ¿Cómo?  Todo el temor se fue de mi cuerpo, llenándolo de curiosidad. ¿Cómo es eso posible?  ...Y  mayor fue mi sorpresa cuando noté que de la mano de mi padre surgía fuego también. 

Mi madre y el cerdo no se quedaron atrás: el hombre intentó usar también fuego, pero ella fue más rápida y con un simple movimiento de mano lanzó una ráfaga de viento hacia ellos, dejándolos tumbados en el suelo. No reaccionaba ante la situación. Todo parecía tan lejano pero cercano a mí que daba miedo. No entendía lo que pasaba, me sentía mareada y no lograba ver bien, menos procesar la información. Parecía que mis hermanos estaban igual que yo en ese momento. Mi madre comenzó a gritar, o al menos eso parecía hacer, ella articulaba un claro corran, pero ninguno de los cuatro lo hacía. Teníamos miedo.

Más personas con máscaras aparecieron y todos intentaron atacar, pero mis padres los detuvieron a todos usando sus nuevos poderes (nuevos para mí) contra ellos... Hasta que un chico apareció y llegó su fin.

Él controlaba el agua. Simplemente, abrió el grifo de la cocina y condujo el agua que salía de esta hacia arriba de su cuerpo, convirtiéndolos en hermosos cristales de hielo, aunque eran más como carámbanos que simples cristales, y tenían un objetivo: atravesar el pecho de mis padres. 

Y así lo hicieron.

Antes de que estos pudieran siquiera tocar a mis padres agarré a mi hermana y la atraje a mi pecho. No quería que presenciara eso, pero me fue imposible evitar que escuchara los aullidos de dolor que ellos producían. Sus lágrimas inundaron mi camisa pero no me importó, solamente... la abracé más fuerte. Lágrimas también recorrieron mi rostro, pero silenciosamente, al igual que lo hacían las de mis hermanos.

—Vengan con nosotros —la voz de una mujer que apenas entraba en la habitación llegó a mis oídos con una amenaza. Al levantar la vista noté que era una mujer de alrededor de unos treinta años, castaña y con mucho maquillaje en el rostro.

—¿Por qué lo haríamos? —le pregunté, tanto enojada como indignada. Las lágrimas no dejaban de correr por mi rostro, en más, creo que aumentaron a este punto, pero eso no era lo importante—. Ustedes acaban de asesinar a nuestros padres, ¡¿y te dignas a decirnos que vayamos con ustedes?! —di un paso atrás, acercándome a mis hermanos mayores, alerta. Ellos actuaron de la misma manera que yo y lo agradecía, aún cuando no eramos los más cercanos, seguimos juntos.

—Si eso es lo que quieren...—la mujer se enderezó y apuntó su mano hacia nosotros con cierto desprecio. No estaba segura cómo quería matarnos, pero parecía que usaría sus poderes contra nosotros—. En algún momento nacerán otros cuatro chicos como ustedes, solo es cosa de esperar cientos de años.

Mis hermanos y yo nos abrazamos esperando lo peor, cuando sonidos de balas y gritos de auxilio y dolor inundaron las demás habitaciones. —Están en la casa —le oí decir a uno de sus compañeros. Enojada apuntó con más odio hacia nosotros, como si de eso dependiera su vida y fuera lo único que tenía que hacer.  Abrió la palma de su mano para atacarnos, pero no alcanzó a hacerlo, puesto que una bala la atravesó. Sangre salía de su boca y por su pecho; un tiro certero en el corazón y quedó agonizando en el suelo antes de dejarla sin vida. Otro grupo de personas apareció, pero estos no tenían máscaras ni nada parecido.

Desde la puerta del comedor apareció una chica alta y rubia, de ojos y piel clara. No debía tener más de veintiséis años, pero tenía grandes y profundas ojeras que la hacían ver más vieja de lo que en realidad era. —Hola chicos —dijo con cierta ternura en su voz—. Mi nombre es Florence Celdi y he venido para llevarlos a un campamento especial para gente como ustedes.

Más personas aparecieron detrás de ella para ocupar un lugar en la habitación, todos eran bastante jóvenes, incluso creo que habían unos de mi edad. ¿Ellos vencieron a todas esas personas?  pensé, frunciendo el ceño. Levanté una de mis manos para secarme las lágrimas y así lograr calmarme un poco para tener una conversación... o intentar.

—¡¿Qué quieren de nosotros?! —Jordan prácticamente les gritó con odio, cosa que hacía a menudo cuando se enojaba o porque quería. Él tiene un mal carácter y se enoja fácil, pero aún así era bastante alegre... era.

—Llevarlos al campamento y cuidarlos ahí —dijo un chico por atrás de Florence. No lograba ver su cara, pero sí su cuerpo cubierto por un chaleco antibalas y unos jeans negros gastados. En su mano sostenía una UZI y con la otra revisaba la hora. Es raro. Todos los ladrones usan pistolas comunes y corrientes, y él trae una UZI . Rápidamente volví a corregirme en mis pensamientos como suelo hacer. Normalmente, la gente que son apuntadas se asustan con un arma, pero yo pienso que no es común que use una UZI y no una pistola común. Pero yo no soy normal...  o de eso me daré cuenta más adelante.

—Sédenlos —dijo Florence, y al instante dos manos grandes sujetaron mis brazos y cintura, levantándome y haciendo que soltara a mi hermana. Otras manos masculinas se posaron en mi cuello, un pinchazo junto con un sonido agudo y todo se volvió negro.

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El LegadoWhere stories live. Discover now