Zara

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Salimos del edificio, nuevamente seguidos de un grupo de hombres detrás nuestro. Era extraño que no hubiera ningún adulto entre ellos, incluso podría asegurar que ninguno supera la edad de treinta años, y eso me asustaba, algo. ¿Por qué no había ninguno? Además, aún cuando todos los que he conocido no eran más que unos años mayor que Jordan, había algo espeluznante en ellos, y no tengo intención en querer averiguar qué.

Desvié la atención de ellos para así caminar con la cabeza gacha hasta bajar las escaleras, donde noté algo extraño. Volví a levantar la vista y tres edificios igual de blancos y pulcros se alzaban a mi alrededor. Cuatro contando del cual acabamos de salir. Quise preguntar qué eran, pero mi voz no logró salir más allá de mi garganta, donde se hizo un nudo, impidiéndole hablar. —¿Para qué son esos edificios? —preguntó Vann. Levanté instantáneamente la cabeza para verla cruzar los brazos. Suspiré—. ¿Qué hay ahí?

—¿Esos? —le contestó Florence, volviendo a quitarle importancia a sus palabras —. No son nada, simplemente la biblioteca, salón de fiestas y el hospital general. Nada importante.

—¿Por qué tienen un salón de fiestas? —preguntó Kenneth, frunciendo el ceño, pero inmediatamente relajó la expresión, moviendo los brazos—. Digo, no es que no me gusten las fiestas, pero es algo raro. ¿Qué celebran ahí?

Florence rió, echándole una mirada a Seraphine, el cual desvió instantáneamente la cabeza. —Solemos celebrar eventos especiales, como matrimonios, nacimientos o bautizos de niños. Entre otras cosas.

—Es decir —comenzó a recapitular Jordan mirando el cielo, como suele hacer cuando piensa en algo—, ¿puedes hacer tu propia familia aquí? ¿Tan joven?

—Claro —se limitó a decir Florence, volviendo a echarle una mirada a Seraphine. Algo extraño pasa entre esos dos, y está más allá del simple hecho de que trabajan junto en todo este raro y peligroso lugar—. Hay muchas madres solteras por aquí y otros que tienen a su primerizo.

—¿No hay reglas para eso? —preguntó Vann, algo preocupada—. No creo que este lugar tipo campamento sea el lugar indicado para la vida de un pequeño —inmediatamente cambió su expresión a una sombría, la cual suele usar cuando critica algo que cree que está mal. Y, la mayoría de las veces, está mal—. Aprenderá que es bueno clasificar a la gente por lo de afuera, y no por cómo es lo de adentro.

Tragué saliva. Me entristece que mis hermanos sean los únicos que expresen lo que sienten y piensan, mientras que a mí, simplemente se me hace un nudo. Pero creo que es mejor así, porque siento que si hablo mucho, pronto estallaré.

Agité la cabeza, tratando de secar mis ligeramente húmedos ojos. Miré las puntas de mis pies, fijándome en algo que no había hecho desde que desperté: tengo zapatos. Fruncí el ceño. "Según me acuerdo, nos atacaron en la noche y obviamente no llevaba zapatos..." pensé. Además, estos zapatos no eran míos, pero aún así calzaban a la perfección. Miré los pies de mis hermanos y, al igual que yo, también llevaban zapatos y pareciera que no les molestaban. ¿Cuándo sucedió esto? No recuerdo que me hayan puesto algo en los pies... —¿Estás bien, Zara? —levanté la vista para mirar a Florence, la cual me observaba fijamente con una enorme sonrisa. Mis manos comenzaron a sudar y el nudo en mi garganta se hizo más presente. Todos tenían la mirada fija en mí. Preocupados. Tristes. "No me miren con lástima... por favor. No soy la única que sufre de ustedes." Asentí lentamente con la cabeza para luego volver a bajarla—. Bien. Sigamos, que nos esperan.

No muy lejos de por donde salimos, en el centro de los cuatro edificios, se encontraba una enorme fuente de piedra blanca pulida de gran tamaño con la imagen de cuatro chicos apuntando a distintas direcciones: norte, sur, este y oeste. Parecía de mera decoración pero, conociendo las "razones" por las que estamos aquí, lo dudo. —¿Quienes nos esperan? —preguntó Kenneth, mirando que, a los pies de la estatua, había un pequeño grupo de chicos esperando por algo.

—Sus instructores —alcanzó a decir antes de avanzar por delante de nosotros junto con Seraphine, dejándonos atrás.

Desvié la vista hacia mis hermanos, notando cómo intercambiaban una mirada llena de preguntas sin respuestas.

—¿Para qué necesitaríamos instructores? —preguntó Jordan, cruzándose de brazos.

—No lo sé pero, cualquiera que sea la razón, ya saben que hacer —le respondió Vannessa, volviendo la vista a los cinco chicos delante de nosotros—. No confíen en nadie.

Y sin más que decir, avanzó para unirse a ellos.

—Tranquila, Zara —dijo Jordan, apoyando una mano en mi hombro con cierto cariño—. No permitiremos que te pase nada.

—Y dudo que ellos vayan ha hacerte algo —concluyó Kenneth, guiñandome un ojo—. Eres muy fea para llamar la atención.

Jordan le dio un golpe en el brazo, pidiendo que se callara, pero en vez de eso, Kenneth le devolvió el golpe. Recuerdo cuando solían pelear por cualquier cosa como ahora. Cuando no teníamos que preocuparnos por sobrevivir. Cuando teníamos padres... Cuando la vida era fácil. y teníamos en quién confiar.

Pero, aún sabiendo todo eso, de mi boca salió una pequeña risa capaz de suavizar cualquier tensión que haya existido entre nosotros cuatro. Las diferencias que teníamos habían desaparecido y el odio incontrolable que sentíamos se hacía cada vez más... controlable. Nos tenemos a nosotros, y nosotros somos lo que tenemos, es algo que nunca voy a olvidar.

"Seré alguien de quien estarán orgullosos, Papi, mami. Viviré por ustedes..."

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⏰ Last updated: Mar 09, 2018 ⏰

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