Jordan

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Desperté en la parte trasera de una camioneta, algo aturdido. No lograba ver nada por la falta de luz, pero estaba seguro que mis hermanos estaban a mi lado. Lo sentía. —¿Hola?

—Hola —escuché a mi hermano Kenneth responder. Su voz temblaba un poco y se escuchaba distante, aún cuando sabía que estaba cerca de mí

Mis ojos fueron acostumbrándose a la oscuridad lentamente, dejando ver a mis hermanos como simples siluetas negras. — ¿Ellas están despiertas? —pregunté intentando ver a mis hermanas, aún tumbadas en el suelo.

—No, han estado durmiendo todo este tiempo —se encontraba cansado, o al menos eso denotaba su voz, cansancio y pena —. Y sería mejor que no despierten después de haber visto... eso.

Así que en verdad sucedió, no fue solo un sueño. Nuestros padres están muertos. Y aunque también fueron mis padres los que murieron, no puedo dejar que ellos me vean llorar y afectado por esto, aunque también lo estoy. Se supone que soy el ejemplo a seguir para ellos, debo mostrarme fuerte e impenetrable, aún cuando duela (aunque no sea el más fuerte ni el más inteligente) tengo que protegerlos, eso hubieran querido mis padres. Más tarde habrá tiempo para llorar.

— ¿Dónde estamos? —la dulce voz de Zara resonó por el auto, poniéndonos alerta. Mi pulso aumentó con solo pensar que ella recuerda lo que pasó ayer.

—En la parte trasera de un auto, Zara —le respondió Kenneth.

— ¿Adónde nos llevan? —ella tenía miedo, era obvio por donde lo miraras. Aunque mi hermana ya tenía trece años, seguía siendo una niña para nosotros al ser la menor. Aún le queda un gran camino por recorrer, y será difícil que ella se acostumbre a este gran cambio. Será una marca de por vida, tanto en la suya como en la de todos nosotros.

El auto se detuvo repentinamente y alguien abrió las puertas, dejando entrar una cegadora luz. Una silueta de un hombre de ancha espalda se dibujó en medio de la luz y —aunque no podía ver bien­— estaba seguro que llevaba un arma. —Bajen, ya hemos llegado —el hombre nos observó a través de su máscara, como si de simples insectos se tratara. Su mirada se detuvo encima de la espalda de Vannessa (la cual no había hablado ni se había movido en todo este tiempo), apuntándola con su dedo índice —. Y despierten a su hermana.

—Estoy despierta —fue su respuesta. No titubeó ni una sola vez, tampoco el miedo se reflejaba en sus palabras, en cambio sonaba fría y distante, algo muy raro en ella. Vann siempre había sido alegre y hacía cualquier estupidez con tal de vernos sonreír, no le importaba que la demás gente la mirara raro o pensara mal de ella, simplemente los ignoraba y continuaba sonriendo y siendo cariñosa y amable con los demás. Ella y Kenneth se parecían en eso, tratar de hacer reír a las personas solo porque les gusta verlas reír. Y no estoy muy seguro de cómo serán ellos después de lo de ayer, si volverán a sonreír por placer o se cerrarán ante todo.

Antes que me diera cuenta, Vann se había levantado, sacudido la ropa y bajado del camión, seguida por mis hermanos. Me apresuré en hacer lo mismo y saltar fuera del vehículo.

Tardé tiempo en acostumbrar mis ojos a la luz del cielo, pero cuando ya pude ver, noté que estábamos en un lugar rodeado de árboles, y no se veía nada más que árboles. No estaba muy seguro de cómo llegamos hasta ahí. Bueno, no estaba muy seguro de muchas cosas, como: ¿por qué estamos aquí? O ¿quién nos trajo hasta aquí? ¿Qué ocurrió ayer?

—¿Qué es este lugar? ¿Dónde estamos? —    Kenneth se atrevió a preguntar al soldado más cercano, pero ni él ni sus compañeros nos dieron respuestas, simplemente nos apresuraron (apuntando con las pistolas a nuestras espaldas) hacia un destino desconocido. Lo que no sabía era que más tarde, ese lugar lo llamaría hogar... para después convertirse en el mismo infierno.

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