Capítulo 15: Hormigas rojas

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La estridente alarma rompe el silencio a las 6:30 am, anunciando el inicio de mi día antes de lo acostumbrado

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La estridente alarma rompe el silencio a las 6:30 am, anunciando el inicio de mi día antes de lo acostumbrado. Trato de apartar las lagañas mientras me arrastro hacia el baño.

No recuerdo cuándo volví a dormir, o si logré hacerlo después de despertarme por tercera vez en lo que se suponía que debía de ser la noche más larga de mi semana.

Después de la ducha, miro la ropa que preparé ayer, tendida en la silla del escritorio; mi vaquero gris, mis botas de lluvia a la medida color salmón, un par de remeras y poleras de algodón para cubrirme del frío, y la impermeable amarilla.

Camila, con su agudo ojo para la moda, sostiene la creencia de que estoy para esas extravagantes pasarelas con cómicos trajes que nadie jamás se pondría. Lo cierto es que, la amalgama de tonos podrá no ser muy bonito a la vista, pero es la receta perfecta para todos los días de invierno; cielo nuboso y propenso a pintar el pueblo de lluvias sin previo aviso. Supongo que, en esta bóveda gris, cualquier elección cromática se erige como un acierto.

En la llamada que tuve con Kell por la noche nos pusimos de acuerdo para que hiciéramos todo desde temprano. Prometió prepararme un platillo que jamás olvidaría. Una receta que su hija le había traído de Filipinas.

—Mamá —levanto la vista al bajar el último escalón—, estoy lista.

Ella se acerca con una media sonrisa.

—Escríbeme cuando llegues al mercado —me da un beso en la frente como despedida, acompañado de esa mirada de "si no escribes, te buscaré y me arrepentiré de haberte dado permiso".

Corro hasta la casa de Kell, a solo unas cuadras de distancia, en lo que vulgarmente llamamos "un tanque azul", una estructura prefabricada similar a una casa rodante pero más grande y sin ruedas. En algún momento de mi vida, consideré la idea de vivir en algo así, y aún me agrada la idea.

Atravieso su patio corriendo y llego a la entrada, pero antes de que pueda llamar, la puerta se abre anticipadamente.

—¡Pero qué sorpresa! Puntual, como siempre —sonríe, y no espero a que me deje pasar. Con una gran sonrisa me acerco hacia él para envolverlo en un abrazo.

—Kell.

—Mijita —me lo devuelve con el doble de fuerza.

Nos separamos. Lo veo asegurar la puerta, y se gira dando un gran suspiro.

—¿Manejas? —Pregunta.

Mi cara todavía no se ha despertado, y sé que fue suficiente con verla para que lea mi respuesta en ella.

—Ve al copiloto.

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⏰ Last updated: Mar 18 ⏰

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Ademia ©Where stories live. Discover now