Capítulo Seis

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-No.- dijo William rotundamente.

- Lord Devonshire...- comenzó Amberly.

-Lady Adams.- le cortó rápidamente él.-he accedido a muchas cosas: a afeitarme, porque afirmaba que de nada servía mi barba pues no ocultaba la cicatriz; a cortarme el pelo, porque insistía en que ya no estaba de moda llevarlo tan largo y recogido en un lazo e, incluso, a renovar mi vestuario que, hasta yo, reconozco que estaba un poco anticuado.- enumeró con un tono calmado que no engañaba a nadie. El rictus severo de sus labios y la tensión de su postura indicaba que estaba perdiendo la paciencia.- pero bajo ningún concepto.- afirmó con rotundidad.-¿Me ha oído?- le preguntó con severidad al ver la mueca de disgusto que hacía ella.-absoluta, completa y rotundamente me niego a encargar que todos mis trajes sean de colores. No lo haré. ¿Entiende? Si ahora a los hombres les da igual parecer pavos reales me parece muy bien, cada uno tiene el derecho de ponerse en ridícuclo si así lo desea, pero yo no seré como ellos.

-Pero Lord...- comenzó Amberly con aquel tono paciente con el que había logrado convencerlo las otras veces.

-Oh, no.- la interrumpió él.- esta vez no me doblegaré ante su condescendiencia. Ni lo intente, no funcionará.- Amberly lo observó divertida.

-Cuando es para mantener una conversación amena e informal no es capaz de hablar, pero para quejarse, vaya que le salen bien las palabras.- le reprochó ella. Cristal, que se encontraba en una esquina de la sala, sentada en un sofá al lado de Harding, dio un respingo soprendida ante tal contestación. Como su carabina... ¿Se supone que debería hacer algo? La risa de su marido ante la situación y el intercambio de miradas entre su hermana y Lord Devonshire la conveció para no hacerlo.

Al igual que había hecho a lo largo de toda esa mañana cada vez que las voluntades de ambos chocaban. Algo que sucedía, más o menos, cada cinco minutos.

William se cruzaba de brazos.

Amberly también.

William alzaba una ceja.

Amberly fruncía el ceño.

Y entonces él acababa cediendo y ella le sonreía con aprobación.

Pero no esta vez.

-Cedo en las chaquetas, pantalones y zapatos. Pero los chalecos y pañuelos se quedan.- dijo ella desafiándolo con la mirada.

-Sólo los chalecos.- le contestó William en un tono que no admitía réplica.

-Bien.- accedió ella sonriendo abiertamente. - En realidad es la única parte que le dije al sastre que iría de un color que no fuera negro, por lo que las únicas muestras de colores que traerá dentro de una hora, cuando llegue, serán para chalecos. Pero como sabía que usted se negaría a ello al principio empecé diciendo que todo sería de colores para que viera los chalecos como algo nimio. Dígame. ¿No le parecen ahora una tontería?- el temblor que vio en uno de sus ojos la advirtió.- también le dije que encargaríamos un traje de boda, pero la verdad es que no sé como se quiere casar usted. ¿Con un traje normal o su uniforme militar?- le preguntó en un intento por desviar su irritación.

No podía enfadarse con ella aún. Con la cantidad de cosas que aún tenían que hacer...

-¿No le parece un poco pretencioso hacer algo así? Que yo sepa, el traje no se encarga hasta que hay, al menos, una prometida.- le contestó el duque mientras se sentaba en un sofá, cansado.

Sus casi treinta años nunca le habían pesado tanto como aquella mañana.

-No tiene prometida pero sí candidatas, y lo que diferencia unas de otras, siendo usted tan buen partido, es tan sólo un anillo. Por ello debería ir pensando en el traje de su boda. Y en el anillo. ¿Lo ha comprado ya, por cierto?- William arqueó una ceja.

Lady Soñadora Adams ( Saga héroes de guerra 3)Where stories live. Discover now