C A P Í T U L O T R E S

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Mientras Ivy se encontraba sumida en sus pensamientos, Leandro había despertado y la contemplaba, se veía tan hermosa...

La respiración de la niña comenzó a agitarse y cuando el gran hombre buscó sus ojos, pudo observar el instante en el que la paz de la chiquilla se esfumaba de su mirada, dando paso a algo más oscuro. Lo que veía era temor, era miedo y era dolor.

No le gustó para nada ese cambio, por lo que sin siquiera pensarlo, se estiró y rodeó el pequeño cuerpo con sus brazos. Ivy se estremeció, pero aceptó el calor que la reconfortaba. Solo cerró sus ojos y normalizó su respiración.

Sin darse cuenta, se quedó dormida de nuevo.

★★★★

Con el pasar de los días, comenzaron a adaptarse a una especie de rutina. Él iba a su departamento y la cuidaba mientras dormía, sin que lo supiese. Las pesadillas aparecían y mágicamente Leandro se encontraba allí para abrazarla.

Ivy no podía encontrarle una explicación, pero sabía que se había vuelto dependiente de esos abrazos... Llevaba un largo tiempo sin sentir algo que incluso fuese cercano al amor.

Aún así, algo tenía preocupado al gran hombre de aspecto rudo. Las pesadillas no dejaban en paz a la bella niña. A pesar de que dormía, su carita tenía unas grandes ojeras, a causa de despertar de madrugada con los recuerdos que la atormentaban.

Él intentó hacer que la chica fuese a terapia, pero no quiso. A pesar de ser una niña dócil y retraída, cosa que había notado cada vez más con el pasar de los días, ella no aceptaba la idea de pedir ayuda.

En la cabeza de Ivy, la necesidad de pedir ayuda la volvía loca. Toda su vida, los tutores encargados de ella la trataban mal y luego le decían que no debía pedir ayuda ni contarle a nadie lo que sucedía. Y aunque no lo quisiese, esas palabras se habían incrustado en su cerebro. Eran imposibles de olvidar.

Aparte de la lucha constante con las órdenes de los antiguos seres despreciables que tenían su custodia, ella sabía que no tenía dinero para pagar cualquier tipo de ayuda. Y tampoco podía siquiera pensar en pedirle a Leandro, él ya había ayudado muchísimo con su mera presencia.

El gran hombre, dolido al saber que no le podía ayudar, buscó en internet algunas ideas para hacer algo. La mayoría de los sitios que visitaba le decían que debía ver a profesionales que le ayudaran con el pasado que cargaba encima, otras tenían ideas pero ninguna le convencía.

Hasta que llegó a una página que al principio vió como si fuese una completa locura. ¿Cómo demonios iba a mencionar algo así y que lo aceptase con normalidad?

En su cabeza sonaban las palabras que había leído y los testimonios de algunas personas que habían entrado en aquello. Decían que les había servido más de lo que habían servido meses de terapia.

Tampoco olvidó las palabras de aquellos que insultaban la práctica. Que decían que eso era algo inhumano. Algo que no se podía imaginar. Pensó en cuál podría ser la respuesta de la chica y si podría ayudarla o no.

Considerando que él quería hacer algo por ella, de la forma que fuese; se convenció de que podría hacerlo si ella aceptaba. Haría lo que fuese por ella. Porque sin siquiera intentarlo, ella se había robado su corazón. Lo había arrancado de su pecho y se había apoderado de él.

★★★★

Una tarde regresaba de trabajar y vió a la chica sentada, mirando la pared, como si fuese la cosa más interesante que había visto. Se decidió a mencionar la idea que había estado rondando su cabeza por unos días. Intentando no ser brusco, se sentó a su lado y sin mirarla a los ojos, tocó su mano para llamar su atención.

-Pequeña... Sé que dijiste que no querías ir a terapia pero necesitas ayuda, así que busqué por internet algunas ideas y... Sonará algo loco pero dicen que es bueno para algunas personas que no tuvieron una buena infancia y yo...- levantó la vista y vió que ella tenía toda su atención en él.- Me gustaría intentar algo conocido como "ageplay"...-la chica quitó su mano y frunció el ceño.

-¿E-eso n-no e-es a-actuar c-como be-bebé?- La chica comenzó a temblar. Sabía bien lo que era el ageplay. Había descubierto sobre eso una vez cuando escuchó a dos chicas de su antiguo colegio que hablaban sobre eso. Le había causado curiosidad y buscó información. Luego no podía quitarse esas ideas de la cabeza. Un día encontró un pequeño osito de peluche, bastante sucio y un poco roto, pero lo recogió. La idea del ageplay había vuelto a su cabeza y decidió quedarse con el oso.

Había llegado al lugar donde dormía y cosió al peluche donde se había roto. Lo lavó y lo dejó secar. Y con el paso del tiempo se encariñó con el muñeco, abrazándolo y cuidando de él, le hablaba y hasta fingía que lo alimentaba. Hasta que sus cuidadores lo descubrieron. La golpearon hasta que incluso respirar dolía. Gritándole, porque era una aberración lo que había hecho. Porque ella era grande para jugar como bebés.

Ahora ella tenía miedo, ¿Y si hacía lo mismo que hicieron aquellas horrorosas personas de su pasado? ¿Que lo hacía diferente? Estaba tan metida en sus pensamientos que se asustó cuando Leandro volvió a hablar.

-S-si, es s-sobre e-eso...- tartamudeó nervioso, por primera vez en muchos años.- S-solo es una idea. N-no tienes que hacerlo si no quieres...-

-P-pero eso es m-malo, ¿O no?- tembló de nuevo.- No podemos hacer algo así, yo soy grande y está mal que juegue a ser bebé.

-Pequeña... No está mal, al menos no para mí. Si, puede que para algunas personas se vea mal hacer eso, pero si a ti te gusta o te parece bien, nadie puede opinar al respecto... Es tú vida.- comentó algo esperanzado. No podía negar que, desde que había leído sobre eso y con el paso de los días, cada vez se enamoraba más y más de la idea de poder cuidar de la chica, de que ella dependiese totalmente de él.

- Podríamos hacerlo por un tiempo, algo como treinta días, si te gusta continuamos y si no te parece bien, pues lo dejamos. Buscaremos otra solución, cueste lo que cueste.- continuó al ver que no decía nada.

-Yo... Eh... N-necesito pensarlo... N-necesito tiempo sola...- dijo evitando su mirada. Leandro sintió como se desinflaba, el ánimo se iba de su cuerpo. Creía que lo había arruinado, ella ni siquiera podía verlo a los ojos. ¿Que pensaría de él si supiese que le encantaría verla como una bebé? Se sentía totalmente destruido de solo imaginar que ella se iba y lo dejaba solo en su mundo oscuro de nuevo. Sin ánimos, respondió:

-Está bien... Te dejaré sola... Lamento si te hice sentir incómoda con la idea o te asusté...- cabeza baja, hombros caídos y postura deshecha, se encaminó hacia la puerta. Antes de cruzar el umbral, Ivy habló.

-N-no me asustaste. Solo necesito un poco de tiempo para pensar.- la chica sonrió para ver si eso mejoraba la actitud del decaído Leandro, pero éste no la observaba. Solo asintió y siguió su camino fuera de la habitación.

Ahora sí la arruiné, pensó Ivy viéndolo salir.

Volver a nacer (EN PAUSA)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant