Capítulo 32: Falsas verdades

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Mi mirada se había desviado hacia las espaldas de Mel y terminé respondiendo el nombre de Kate porque la vi regresando a la iglesia.

Pero apenas caí en cuenta de lo que acababa de decirle, me puse muy, muy nerviosa.

—¡¿E-eh?! ¡N-no! N-no estaba respondiendo tu pregunta, e-es que... ella viene hacia acá —aclaré con rapidez, la cara muy roja y agitando las manos.

La reacción de Mel fue rara porque se veía ¿molesta?, no sabría decir cuál era la emoción, pero en definitiva era negativa, aunque no como alguien homofóbico, más bien, muy sorprendida.

Me sentía tan avergonzada que no sabía donde meter la cabeza y que Mel no dijera nada y Kate continuará avanzando hacia nosotras, no ayudaba.

Cuando se acercó lo suficiente, noté que tenía el ceño fruncido, y barrió a Mel con el rabillo del ojo, después me preguntó:.

—¿Estás bien?

No fui capaz de hacer contacto visual con ella y de hecho tampoco con Mel, así que mirando al suelo, asentí.

Luego de mi respuesta, extendió su mano, con las plumillas qué me había ayudado a levantar en ella.

—Me llevé esto por error.

—G-gracias.

Estaba por recogerlas cuando vi a Raúl aproximándose a lo lejos y entré en pánico, así que en lugar de agarrarlas, la tomé de la mano.

—De hecho, nosotras ya nos vamos, te veo luego Mel. —La jalé para que me siguiera y apresuré el paso.

No miré hacia atrás, pero podía apostar que Mel aún tenía los ojos clavados en mí.

«¿Debí quedarme a aclararlo?».

«¿Y si de verdad piensa que ella me gusta?».

«¿Gustarme? ¿Kate?». Mi cara se puso más roja al imaginar la posibilidad de que fuera verdad.

Iba tan metida en mis pensamientos que no noté cuando Kate empezó a hablarme.

—¡Luan! —Frenó, obligándome a hacerlo también.

Un poco confundida volteé en su dirección, ella solo señaló con la mirada su mano y de inmediato la solté.

—Perdón, ¿podrías caminar rápido? ¿Por favor?

—¿De qué hablaban tú y Melanie? —ignoró mi petición.

—Ah... nada importante. —Evité su mirada.

La escuché suspirar.

—Si tú lo dices —Cruzó los brazos y esta vez fue ella quien avanzó primero.

La seguí, yendo todo el tiempo unos pasos por detrás; no dijimos nada en el trayecto y se sintió realmente incómodo.

No dormí esa noche, gracias a que seguí reclamándome por ese malentendido tan vergonzoso.

Supuse que tendría mínimo hasta el martes para prepararme mentalmente y confrontar a Mel, aclarar las cosas e inventar un crush ficticio con algún chico que no conociera.

Sin embargo, como mi suerte era un señor amargado que a duras penas me sonreía, el viernes cuando llegué a mi casa de la escuela, Mel ya estaba esperándome en mi habitación, lista para continuar la charla.

—¿Qué? ¿Saliste temprano?

—Tú y yo no terminamos de hablar ayer —Se levantó, había estado esperando sentada en la cama.

—No puedes saltarte las clases por algo así.

—Luan, tú me forzaste a decirte lo de Raúl, ¿De verdad no vas a decirme quién te gusta?

El sonido del ríoWhere stories live. Discover now