Capítulo 3 🎤

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Casi tres horas después, Lala y Gaby estaban en el automóvil de la primera, sentadas en el estacionamiento de la universidad

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Casi tres horas después, Lala y Gaby estaban en el automóvil de la primera, sentadas en el estacionamiento de la universidad.

—He hecho un buen trabajo —dijo Lala con orgullo mientras le arreglaba algunos mechones de cabello que caían de manera natural enmarcando el bello rostro de su mejor amiga—. Nadie sabrá quién eres —afirmó.

Ágatha movió el espejo retrovisor y se miró en él, su cabellera rojiza destacaba sus ojos grises. No tenía ni una pizca de maquillaje y sus pecas —las que siempre escondía bajo una espesa capa de base—, salpicaban sus mejillas dándole un aire hasta infantil. La muchacha sonrió, le gustaba la imagen que el espejo le regalaba y le gustaba poder recordar lo que se sentía ser ella misma.

—Vamos —añadió y salió del vehículo.

Antes de llegar a Caya, ella y Lala habían pasado por una tienda de ropas de deporte y habían comprado un montón de joggins, camisetas, zapatillas y un par de camperas deportivas y casuales. La mayoría eran una o dos tallas más grandes, pues a Gaby le parecía que ocultar su figura sería una buena manera de pasar desapercibida.

En esa misma tienda habían hecho una prueba para saber qué tan irreconocible estaba, ya que nadie le había mirado con duda, como a veces le sucedía cuando salía y llevaba el pelo recogido y gafas oscuras.

Vestida con una de esas prendas, ingresó a la universidad con el corazón latiéndole a mil por horas. El edificio era antiguo y según Gaby, olía a libros, no había mucha gente, ya que aún no habían iniciado las clases, pero algunos jóvenes entraban o salían del lugar con documentos en las manos.

Gaby se acercó a la secretaría académica.

—Hola, soy Ana Gabriela Real, quisiera hablar con el rector general, por favor —dijo a la muchacha que hasta ese momento se encontraba ocupada con la organización de varias carpetas.

—Hola, el rector está ocupado ahora, pero le preguntaré si podrá atenderla.

—Por favor, soy alumna de la modalidad a distancia y... realmente necesito hablar con él —solicitó en un ruego.

La secretaria la miró con sorpresa tras aquella expresión casi desesperada y le regaló una sonrisa al tiempo que levantaba el teléfono para marcar el interno.

—Disculpe, señor, aquí hay una muchacha de nombre Ana Gabriela Real que dice que necesita verlo con urgencia —mencionó—, está bien...

Gaby se mordía los labios y daba pequeños brinquitos de ansiedad, en la espera de la respuesta de aquella muchacha que tenía en sus manos el pase a la siguiente faceta de su plan.

—Dice que enseguida la atiende —afirmó.

—¡Gracias! —exclamó Gaby con emoción y luego fue a sentarse junto a Lala.

—Debes calmarte, estás muy ansiosa —regañó Lala con una sonrisa y colocó su mano sobre la rodilla de su amiga—, la gente normal no se entusiasma tanto por hablar con el rector —afirmó.

Un salto al vacíoWhere stories live. Discover now