Capítulo 18

17.1K 2.6K 2.8K
                                    

Nos quedamos en aquel piso de música pop durante un rato, sin separar nuestras manos y bocas. Las luces, la oscuridad del establecimiento y nuestra cercanía volvieron nuestro momento algo muy especial. Estaba siendo una excelente primera cita.

Nadie a nuestro alrededor nos conocía. Si nos juzgaban era únicamente por lo que vestíamos y cómo nos veíamos. Ahí, en ese antro, nadie se detuvo en nosotros únicamente por ser gays, estar juntos y no tener miedo de demostrarlo. Fue un espacio de confianza; liberador, agradable, sorprendente.

No quería que la noche terminara. Solo pensaba en quedarme a su lado todo el tiempo que se me permitiera, sin pensar siquiera en una separación.

Bailamos juntos un par de canciones, yo rodeándolo por el cuello, él sujetándome de la cintura. Nos miramos a los ojos mientras nos balanceábamos de un lado a otro, lento, como si estuviésemos escuchando música romántica. Sonreímos con honestidad. Fue de los momentos más perfectos que yo hubiese podido vivir.

Nunca iba a olvidarlo.

Pronto el piso de música pop terminó por sofocarnos después de la aparición de más personas a nuestro alrededor. Sabíamos que en la planta baja nos esperaría una ola peor de gente, así que preferimos ir al último piso, que en realidad era una terraza donde podíamos fumar, charlar y escuchar música tecno con menos volumen.

El segundo piso fue mi favorito. El de Áureo fue sin ninguna duda la terraza. Era bastante más tranquila que las demás. La gente no bailaba ahí, sino que se detenía a pasar el rato con sus pequeños grupos de amigos, fumando o bebiendo. La terraza también fue espacio para que las personas más borrachas pudieran tumbarse un rato en el piso mientras les daba el aire de la ciudad más contaminada del país.

—¿Fumas? —Le pregunté, dirigiéndonos a la barra.

—Nunca lo he intentado —admitió con poco interés.

Llegamos pronto a una larga mesa neón que mostraba decenas de botellas brillantes. Algunos meseros pasaban a ella con sus cubetas para llenarlas de hielos y licor antes de bajar de nuevo con los clientes.

Un chico más serio nos atendió de inmediato. Compré una cajetilla para quitarme parte del estrés de mi verdadera situación. Le ofrecí uno a Áureo, aunque en un principio lo rechazó, inseguro.

—Que hoy sea un día de primeras veces —Traté de convencerlo—. Me escapé, llevé a un hombre a mi casa, me agarraste el trasero, vine a un antro gay. Todo por primera vez.

Él se rio, afirmando todo lo que hicimos en el transcurso del día. Fue fácil convencerle para que fumara conmigo después de eso. Le expliqué cómo encenderlo, cómo calarle y cómo filtrarlo para que no se ahogara a la primera. Fue un éxito.

—No tiene mucho chiste —dijo, sin eliminar su sonrisa.

Solo nos fumamos uno porque no teníamos ningún vicio. Fue nada más para acabar con un poco de la ansiedad que yo sentía por dentro y la curiosidad de Áureo. Le dije que bebiéramos algo mientras se nos bajaba un poco el calor, pero él me recordó que no debíamos hacerlo porque iba a manejar.

Permanecimos en ese rincón para seguir haciendo lo mismo que en el piso de abajo. No teníamos mucha conversación para ese momento. Me pegué a la pared con la espalda, fue su turno para acorralarme.

Nos besamos con un poco más de calma. Lo suficientemente lento para saborear el tabaco de la lengua del otro. Yo enredé mis dedos a sus rizos, él pasó una de las manos por mi torso en una caricia que se sintió mucho más cercana por la delgadez de la tela de mi camisa. Temblé, mis nervios regresaron y sentí una incómoda reacción entre las piernas, sobre todo cuando me acarició el pecho con el pulgar.

El aroma a lavanda [EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now