Capítulo 13

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Yo pensé durante mucho tiempo que mi vida era complicada en la ciudad, pero no fue hasta que cambié parte de mi panorama y círculo social para darme cuenta de que, en realidad, los motivos por los que sufría gran parte de las veces eran absurdos.

Que si tal ropa no estaba limpia, que si tenía que ir a eventos familiares, que si no podía comprar cosas porque aún no estaban disponibles, o que hubiesen cocinado algo que no me gustaba, solían hacerme creer que estar en mis zapatos era un martirio.

Salir de la burbuja por obligación sirvió para que me diera cuenta de que yo vivía excelente hasta ese momento y que en realidad era un malagradecido. Lo único que en serio debía molestarme y preocuparme era el poco afecto familiar y mi abierta aceptación como gay. De lo demás podían reírse, Áureo lo hacía.

Pensé que después de nuestro encuentro y aquel beso apasionado podríamos vernos y hablar con más frecuencia, pero no fue completamente así. La semana siguiente, en la escuela, no hablamos para nada. Todo fue exactamente igual, con Joel y sus bufones al lado de mí, gritándome en el oído y bromeando a la mínima oportunidad.

De vez en cuando Áureo volteaba en mi dirección, aunque no solía sonreírme como yo lo hacía cuando conectábamos miradas. Joel podía verlo perfectamente desde su lugar, así que prefirió no arriesgarse como yo. Yo ignoraba las clases solo para mirarlo, no me aburría hacerlo.

Al llegar a casa, e incluso durante mi caminata con Talía, él me escribía cortos mensajes diciendo lo bien que me veía o que le hubiera gustado sonreírme también. No hablábamos mucho, pero se notaba que entre nosotros las cosas cambiaron y que nuestro chat no era como el de dos amigos comunes. La emoción se me manifestaba en la cara de forma inevitable y mi prima lo notaba. Creyó que me mensajeaba con alguna chica de la ciudad tras ver que mi interés por sus amigas era inexistente.

—Es una güera como tú, seguramente —Me empujó un poco con el hombro—. De esas que parecen modelos.

Fingí que sí para poder contarle sobre nuestra conversación o las cosas lindas que nos decíamos. Incluso tuve que registrarlo con el nombre de Sofía y explicarle que la foto de la cabra era parte de un meme. Pero, aunque tuviera que esconder a Áureo, era liberador poder contarle a alguien de confianza lo bien que me sentía después de tanta depresión. Y Talía también se sentía feliz por mí.

Solo le pedí que no hablara de eso con nadie, mucho menos con nuestros papás. A cambio, yo no le diría a mi tío que la vi coqueteando con un compañero de mi salón tan solo dos días atrás. Entre risas y súplicas para que no dijera nada, quedamos de acuerdo en que mantendríamos nuestras relaciones en secreto y que aprovecháramos para pasarla bien a escondidas.

—Solo no quedes embarazada, por favor —Y se lo decía muy en serio—. Tienes que irte de aquí y estudiar la uni.

Aquel tema parecía asustarle más de lo que creía, en especial cuando admitió que no quería ser igual que mi tía, una madre adolescente. Se sintió bien descubrir en mi prima sueños y aspiraciones lejos del pueblo. Talía quería hacer lo mismo que mi mamá: estudiar, trabajar y casarse con un hombre rico y guapo para tener hijos igual de "bonitos" que yo.

—También puedes hacerte rica tú sola —comenté, esperando motivarla más—. Cuando estés por entrar a la uni, ven a vivir con nosotros.

Y lo decía en serio. De mis primos era la menos fastidiosa, por eso quería que estuviera en la ciudad y conociera que el mundo era mucho más grande y diverso de lo que creía, que cambiara su perspectiva y fuese una mujer todavía mejor que mi madre, porque tenía potencial para serlo.

—Ya no tendrás que quedarte con ese Brayan —bromeé.

—Ya no tendrás que quedarte con ese Brayan —bromeé

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