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El capítulo del micropene

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Cuando suena la campana y siento que la gente empieza a entrar al aula, abro la ventilación de una patada y lanzo mi carpeta hacia el asiento más lejano a la derecha en la primera fila. Ningún bad boy se sienta en la primera fila. No solo eso, sino que los maestros siempre silencian a las personas que hablan en la primera fila, e incluso si no lo hicieran, solo tendría dos vecinos de asiento: el de al lado y el de detrás. Por eso elegí ese asiento tan específico. En comparación con cualquier otro asiento, ese tiene la menor cantidad de interacción humana posible. Todos los demás asientos tienen vecinos de tres, e incluso cuatro asientos.

No es mi primer día en este circo. Sé lo que estoy haciendo.

Aun así, no estoy libre de peligro. Una chica toma asiento junto al mío, y por el color de su largo cabello negro azabache y sus ojos de colores que uno solo asociaría con una bolsa de M&Ms, es una "chica completamente promedio". Incluso apestaba a normalidad. Champú de marca genérica, una pulsera de la amistad y un atuendo que me decía que no le importaba mucho su estilo, a pesar de que parecía sacada de un catálogo de Abercrombie.

Si eso no fuera suficiente, el hecho de que comenzó a monologar en susurros tan pronto como me vio lo confirma.

Oh my god, ¿es ese el chico nuevo? —susurra a sí misma, sentándose a mi lado—. Alysismar tenía razón, es hermoso y misterioso. Pero peligroso. ¿Le digo algo?

Sí, los rumores se difunden como fuego en paja. Por alguna razón, incluso cuando me inscribo un día antes de comenzar, la gente ya sabe todo sobre mí y lo dicen en "susurros" a mis espaldas, cosas que ni siquiera puedo entender, como que mi nariz se ve sensual, pero con una eroticidad neoclásica. ¿Qué diablos significa eso?

No tengo tiempo para monologar, porque ella acaba de terminar su propio monologo. Lo sé porque ella deja de murmurar me hace una pregunta.

—¡Hola, soy Laila! ¿Eres Ayden Gómez, el chico nuevo? —dice ella, seguido de un—. Dios mío, está buenote, deli-delicioso.

La peor parte de sus monólogos es el hecho de que no usa comas, puntos, ni contracciones adecuadas.

Ahora, ¿qué hacer cuando un "personaje completamente promedio" se te presenta? Es una pregunta capciosa: ¡es una trampa! Si le respondes, continuarán hablando con contigo, y que asco eso. No digas nada, y parecerás misterioso e inalcanzable. Y créeme, esa es la forma más fácil de hacer que alguien te robe mechones de pelo para su altar dedicado a ti que seguramente armaran en su closet. Solo hay una cosa que puedes hacer para terminar la conversación y no salir como un idiota.

—Oye —digo con mi mueca de bad boy, el único movimiento de la boca que puedo hacer después de un incidente que involucra a un dentista borracho y una aguja muy larga—, tengo un micropene.

Ese es mi truco. ¿Cómo respondes a eso? Es un jaque mate. Te dejan tranquilo, y si se lo cuentan a alguien, o no les creen, o te tildan de pervertido rarófilo. Lo cual te hace más atractivo para otros pervertidos rarófilos, pero es una apuesta que estoy dispuesto a correr.

—Hola, soy Leeland —dice el chico detrás de mí, que también huele a "personaje completamente promedio". De hecho, se ve exactamente igual a Laila, pero con una barba incipiente—. Me gustan los micropenes.

—Ah, disculpa, quise decir que tengo un penesote —digo—. Una pollota carnosa. Si le pones bigote, le puedes llamar Señor Polla.

Empieza a susurrar de que soy gracioso y de ensueño, y otras cosas demasiado explícitas para las mentes impresionables de mis jóvenes lectores, pero que involucran unas cuerdas, palomitas de maíz, y un ejemplar de Don Quijote.

Bad Boys, Soft Boys, y otros descorazonados ~ 1 y 2Where stories live. Discover now