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La reina y la diarrea ~ Parte 3

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Vamos a hacer esto rápido. Me siento como un tubo de pasta dental al que están apretando para sacar ese último poco de pasta.

Déjenme recordarles una vez más que Nicola Tesla, Abraham Lincoln, Slavoj Zizek, y muchos otros de los bad boys más poderosos de la historia, todos, en algún momento, se sentaron en un inodoro y la pintaron de marrón, así que por favor no me juzguen.

Si mi plan resulta exitoso, y espero que por el dulce y gordito Niño Jesús lo haga, no quedará más capítulo que relatar. La primera parte consiste en el hype — la expectativa. Quiero que todos presten atención. Y tenemos al hombre perfecto para hacer que eso pase.

—Oíd, oíd, bichos y bichotas —dice Billiam, saliendo por la puerta con un trozo de papel higiénico pegado debajo del zapato, si se me permite agregar—. Van a salir, y quiero que le den a papi gritos y aplausos, ya que este va a ser un show que no querrán perderse, ¿de acuerdo?

Por la atronadora recepción que recibió, creo que lo logró.

—¿Estás seguro de esto, bro? —pregunta Hayden—. ¿No puedes darme duro contra la pared?

—Bro, de verdad debes pensar antes de hablar —digo, en primer lugar— Y sí, estoy seguro. Pelear entre bad boys es una trampa. Ambos saldremos más sexy y accesibles, y eso es lo último que queremos.

—¿Y qué queremos entonces? —pregunta, si la pretensión del signo de interrogación al final no te lo hizo saber.

—Tener una educación mediocre patrocinada por el estado —digo—. Y la única forma de escapar de la rueda de la presión social es romper la rueda de la presión social, al estilo de George R. R. Martin.

Se detiene junto a la puerta, probablemente admirando la carpintería del marco, mientras se rasca su cara bien afeitada. —Sabes, el filósofo inglés John Locke dijo una vez que la función de una escuela va más allá de la educación, y que en realidad es un microcosmos social hecho precisamente para que las personas aprendan a vivir en una sociedad, con superiores, compañeros e incluso diferentes niveles sociales. Romper la rueda social sería denunciar el verdadero propósito de nuestro sistema educativo.

Respiro hondo, hago crujir mis nudillos, pongo mis manos en su espalda y digo, con la voz más tranquila posible para evitar incluso la más remota insinuación de que su conmovedor punto de vista está siendo irrespetada: —Este es un capítulo sobre mí queriendo cagar. No vayas a filosofar sobre Locke, mole humana.

Lo empujé hacia el pasillo, lo cual nos encontró cara a cara con estruendosos aplausos.

Eso, o mis tripas están aplaudiendo. Ambas opciones son igualmente válidas.

Me enderezo la chaqueta, me echo el pelo hacia atrás y pateo la puerta para abrirla como César cruzando el Rubicón, es decir, con miedo y admiración, y también con una ensalada. ¿Sabías que la ensalada César no recibió el nombre de Julio César, sino de su inventor y contrabandista mexicano, César Cardini? Que loco, ¿no? Pero supongo que cualquier otra ensalada que apuñales con un tenedor puede ser una ensalada César en honor a Julio César.

Probablemente me veo raro parado en medio del pasillo, monologando sobre ensaladas, ante un montón de gente pidiendo sangre. ¿Pero qué puedo decir? Me gustan mucho las ensaladas.

—¡Bebé, pártele el hocico! —dice Leighlay mientras juega con su cabello rubio y mastica chicle. ¿O es que está jugando con el chicle y masticando su cabello? Tener anteojos oscuros las 24 horas del día, los 7 días de la semana no es bueno para la vista.

—¡Péguense ya! Jesús ... —grita un chico, extrañamente molesto por toda la situación—. Solo tenemos dos minutos hasta que suene la campana. Uf, papi, por favor, me gustaría que me pegaras a mí, uf.

Bad Boys, Soft Boys, y otros descorazonados ~ 1 y 2Where stories live. Discover now