1. Admiradores luego ídolos

54 1 0
                                    

CASSIE

Muchos músicos sueñan con la fama tan pronto tocan la primera canción juntos. Fantasean con miles de personas coreando a viva voz su canción favorita. Tener fans que rueguen a los roadies para que los dejen pasar a backstage para convivir con la estrella de cualquier manera. Entrevistas y viajes alrededor del mundo... Tener todo un nuevo mundo en donde los sueños se hacen realidad.

La vida perfecta... O eso parece ser.

Nadie dice que en el camino hay pruebas por las que hay que pasar para alcanzar la inmortalidad en la historia musical. Algunas son difíciles, otras no tanto.

Algunas de esas pruebas difíciles es la rivalidad con otros músicos.

En el mundo de la música es muy común tomar dos buenas bandas con bastantes seguidores y ponerlos a pelear entre ellos cuales gallos de pelea.

The Beatles, The Rolling Stones, Blur y Oasis tuvieron su propia rivalidad en sus respectivas épocas. Si fue verdadera o solo un ardid mercadológico, solo ellos lo saben.

La de The Radicals y The Border, mi grupo, era verdadera.

A veces el inicio de la rivalidad parece tan escurridizo que hay que retroceder mucho en el pasado para buscar ese detalle que contradiga que nuestra popularidad fue ganada por mérito propio y no porque nos comparaban con The Radicals.

Desde el segundo mismo en que alguien hizo la primera comparación entre ambos grupos, seguramente un Dj de radio, la rivalidad nos llevó a un nivel de rockstars que ahora podían tocar en estadios que solo lograban llenar en sueños.

Somos buenos. Muy buenos, debo aclarar. Pero a veces el talento nato necesita un pequeño empujón para brillar por sí solo.

Ninguno de nosotros jamás aceptará esto, pero la rivalidad nos dio ese empuje.

The Radicals, aquellos cuatro bastardos que hemos odiado por un año ya fueron quienes nos acompañaron en el ascenso a la fama.

Un año...

Cada vez que Paige me forzaba a ver una entrevista, como en este momento, pensaba en todo ese corto camino que hemos recorrido con los «4Bastards» —así los llamábamos Paige y yo—, en donde hubo un sinfín de palabras altisonantes.

Dejé de ver la pantalla para terminar el pensamiento e ir por una de las cervezas que alguien de nuestro staff dejó enfriando para nosotros, enseguida fui a echarme a un lado de Paige que comía palomitas de maíz como desquiciada.

En ese momento entró Noah tarareando su nueva canción obsesiva.

—¿Qué ven? —preguntó sentándose a un lado de Paige y agarró un puño de palomas que se metió a la boca, casi se ahoga.

—Vh1 —respondí.

—Estamos viendo la repetición de una entrevista —agregó Paige.

—¡Ah! —exclamó Noah aburrido—. ¿No se sienten extrañas viéndose en televisión? Yo jamás me acostumbraré a esa versión digital de mí. Es como ver una ventana a otra dimensión bizarra.

—No —respondí—. Por el contrario, veo que ahora tengo un mejor look, me veo preciosa, y no me veo tan novata.

Noah me hizo gestos burlones, muy infantiles.

—¡Shhh! —nos calló Paige.

Pusimos atención a la entrevista que no nos cansábamos de ver porque nos recordaba aquellos días cuando aún no teníamos el sueño que estábamos viviendo ya.

RhysOù les histoires vivent. Découvrez maintenant