18. Intercambio

18 3 0
                                    

CASSIE

Días después

Cancún era un paraíso lleno de turistas. Paige se quejó al principio porque quería un lugar más privado, pero empezó a amar el lugar cuando vio que nadie nos reconocía y pasábamos el día en paz.

El hotel donde nos estábamos hospedando era muy típico de la cultura, casi construido por los mismos mayas. Tanta paz me dio un merecido respiro.

—¿Vamos a la playa? —me preguntó Paige mientras desayunaba. Ya traía su bolso con todo lo necesario para pasar el rato tomando el sol.

—Sí, voy por mis cosas —respondí tomando un último pedazo de melón.

Fuimos a la playa en silencio.

Paige estaba siendo buena compañía, sabía cuándo debía estar callada.

Reímos como locas en cuanto pisamos la arena de la playa. Era tan delgada y blanca, casi como talco de bebé. Una sensación deliciosa que se transformó en tormento cuando se nos ocurrió sentarnos en ella sin poner una toalla de por medio. Era tan fina que se pegó a la piel y se convirtió en plasta con nuestro sudor. Parecía que habíamos tenido una guerra con harina.

Dejamos de quejarnos y fuimos a lavarnos la arena en el cálido mar sin dejar de reír, después a descansar en las camas solares del hotel. Fue un descansó a nuestras pálidas pieles cuando se acercó un empleado del hotel para abrirnos unas sombrillas.

Éramos las peores turistas del mundo.

—Mmm ¡Esto es hermoso! —exclamó Paige cuando nos relajamos y vimos la hermosa vista.

El mar era una paleta de tonalidades que empezaban con el blanco de la arena y brincaba a los azules turquesas hasta convertirse en un azul profundo, tan cristalino.

Escuché el sonido de las olas nítidamente y respiré el aire frío que bajaba de la selva para mezclarse con el salado del mar. La piel se me erizo con tanto bienestar.

Volteé a ver a Paige cuando escuché un bip que rompió con todo; estaba ya entretenida revisando algo en su celular. Solo ella podía encontrar algo más interesante que esa hermosa vista.

—¿Qué haces? —le pregunté mirándole de reojo.

—Actualizando mi Twitter e Instagram —respondió tomando una foto de la vista, luego tecleó algo.

—No pongas en donde estamos.

—No —dijo y guardó silencio por un rato.

Suspiré nostálgica. Estaba en un lugar de luna de miel con mi segunda mejor amiga.

«Lugar desperdiciado. ¡Bah! Aunque Rhys estuviera aquí, sería desperdiciado».

—¿Extrañas a Rhys?

Volteé a ver a Paige.

—Algo —respondí la verdad sin dudar. Con Paige no tenía que ocultar ya nada.

—¿Tan bueno es? —me preguntó mirándome con una sonrisa traviesa.

—Es bueno en el sexo, pero es un maestro haciendo el amor.

Paige se sentó. Mi conversación era más interesante que el momento de relajación.

—Detalles, por favor.

Sonreí pícara, pero me negué.

—¡Vamos! No seas mojigata. Necesito emocionarme o maldecir por algo.

—Necesitas un novio.

—Sí, pero ¿dónde lo voy a conseguir?

Reí entre dientes porque no le sobraban hombres. De hecho, se le acercaban mucho para conquistarla, aunque no fueran fans, pero ella siempre encontraba un «pero» en ellos. Estaba sola porque quería.

RhysWhere stories live. Discover now