CAPÍTULO 7

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Ya estoy acostumbrado a la velocidad del Shinkansen. Si no estuviera viendo cómo se alejan las cosas a través de la ventana incluso podría pensar que no hemos avanzado en absoluto. Lo único que me molesta es esa desagradable sensación de vértigo. Es como si se hubiesen formado mil nudos en mi estómago que me impiden respirar con normalidad. No puedo evitar aferrarme con fuerza a mi asiento, pues la velocidad del tren aumenta de golpe.

El siseo de las serpientes retumba en mis tímpanos, como si estuviesen almacenadas dentro de mi cabeza. Intento levantarme de mi asiento aún a pesar de que mis piernas tiemblan como si estuviesen hechas de gelatina, pero el cinturón de seguridad me lo impide. Y al intentar retirarlo, lo único que consigo es que se convierta en una serpiente que se enrosca alrededor de mi cuello y comienza a estrangularme. De alguna manera consigo vencer sus fuerzas y me la saco de encima, no sin antes cosechar una mordida en el dorso de mi mano. La sangre comienza a brotar. Mi piel alrededor de las heridas de los colmillos se comienza a tornar de color negro.

Corro entre los asientos, estrellándome contra el sujeto que aparece repentinamente y que va vestido con el yukata. Retrocedo, impulsándome con mis manos y mis piernas.

Sé que tengo que escapar de él, pero no entiendo la razón. Y tampoco entiendo el motivo por el que me mira con tanto odio. Es como si estuviese dispuesto a hacerme cualquier cosa, y ninguna de las posibles opciones es siquiera mínimamente agradable. Intento gritar, pero ningún sonido sale de mi garganta. El dolor en el dorso de mi mano es cada vez más insoportable. Y el sujeto simplemente desaparece, segundos antes de que mi cuerpo se doble de dolor cuando otro Shinkansen se estrella contra el tren en el que voy viajando.

«¡Despierta, Akira! ¡Abre los ojos!»

~ ∞ ~

—¡Akira! ¡Abre los ojos!

Despierto sin sobresalto alguno, sólo separando los párpados con pesadez y sintiendo que mi cuerpo entero ha quedado adolorido. Mizuki me mira con el entrecejo fruncido. He hecho que pierda la paciencia. Seguimos dentro del Shinkansen y los primeros signos reconocibles de Tokio van apareciendo de a poco. Makoto tiene puestos los auriculares y lee un tomo de D-Gray Man. Kara está al otro extremo, dormitando apaciblemente, aunque su entrecejo fruncido me dice que ella está alerta. El resto de las personas que van con nosotros se mantienen inmiscuidas en sus propios asuntos, sin siquiera imaginar que por un momento he tenido la impresión de que el tren sufría un terrible accidente.

Todo está bien, Akira. Ha sido una pesadilla.

—¡Di algo! —insiste Mizuki.

Ahora recuerdo que suele enfurecerse demasiado cuando la hago salir de sus casillas.

—¡Akira!

—Lo lamento, Mizuki... Me quedé dormido...

Y casi muero, pero eso no es importante.

—¡Pues claro que estabas dormido! Estabas hablando en sueños e hiciste que me preocupara por ti.

Justo lo que faltaba...

—No te preocupes, Mizuki. Sólo fue una pesadilla.

Ella parece quedarse conforme, aunque no totalmente, cuando le dedico una sonrisa que intenta parecer confianzuda. Tengo que evadirla durante unos minutos, al menos hasta que ella misma pueda convencerse de que no ha sucedido nada especialmente relevante.

—Iré a refrescarme.

Y me levanto sin fijarme en la angustiosa mirada que ella me dedica hasta que logro salir de su campo de visión. Me resguardo en los baños del tren y aseguro la puerta, para luego recargarme en el lavamanos durante un par de segundos. Intento enjuagar mi rostro, pero el dorso de mi mano arde en cuanto hace contacto con el agua. La sangre se diluye. Los orificios de los colmillos de la serpiente están ahí, aunque mi piel sigue siendo blanca. Y la herida arde como el infierno. Necesito un par de toallas de papel para hacer que el sangrado se detenga.

REALM OF MYSTERYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora