Unknown

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La oscuridad se disipa.

Aparece la bruma de cada noche,

la que no deja ver a tres pasos de distancia.

Y de repente apareces de la nada.

Sonríes, no sé si por mí, pero lo haces.

Te acercas, me acercas con tu olor;

me seduces, una vez más, a la trampa de tu calor.

Y entonces te recuerdo, 

el tacto de tus dedos entrelazándose con los míos,

ese negro azabache que no deja indiferente a nadie,

ese aleteo de pestañas que consigue erizar cada nervio de mi cuerpo,

la espesura de tu labio inferior 

y su peculiar forma de balancearse hacia mí.


Alzo la mirada, 

estamos separados por el grosor de un folio.

Hablas, y cuando pienso que vas a echarlo todo a perder

me entran ganas de rogarle al mundo que se detenga

y convertirme en la avalancha más feroz 

caída sobre la faz de tu boca.


Quiero que me quieras 

y que no me quites para quitarme todos miedos;

abrazarte para que me abraces

y alejes a todos mis demonios.

Rózame para prender la chispa 

que consiga calentar mi interior,

repárame para que mis engranajes consigan volver a sentir

aquello que pregonan desconocido y maravilloso,

lo que desconozco pero tanto ansío.


Y me meces en tus brazos,

me enseñas a tocar cada momento que compusiste,

olvidando cada nota, rasgueando de nuevo,

sin rumbo.


Y yo vuelvo a caer en las redes del destino, 

en una jaula mortal en la que podría pasar el resto de mis días.

Y me debato a mí misma entre ser yo y dejar que seas tú,

me decido dejándolo todo en manos del azar.


Mi corazón golpea tan fuerte que conseguirá escapar,

echará a correr como alma que lleva el diablo; 

lamerá sus heridas para volver y luchar,

será más fuerte que la furia de cien ejércitos,

más leal que un perro guardián.

Y entonces se decidirá a quién se debe coronar,

si a mí por resucitar de mis cenizas

o a ti por conquistar cada una de mis tierras.

De trizas, corazónWhere stories live. Discover now