Drogadicción I

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Síndrome de abstinencia a esta cabecita loca,
corazón desbocado;
por el lejano recuerdo de tu tacto y el calor de tus labios.

Una virgen, una pura.
Mil deudas en su cuenta y no paga ninguna.

Un siamés de dos caras que a su antojo decide cuál mostrar,
que piensa que con sus líricas seduce
y con sus armas me retiene.

Monstruo bicéfalo,
terror de las bestias y corredor de la noche,
el temor a sentir en tu corazón de piedra
es mil veces mayor que el mío a hacerle frente al amor de día,
y al de noche,
y al de muerte,
y al que te dá la vida.

Incrédula de mí,
permito que un impostor de rey siga la estela de mi estrella
hacia la cama prometida.

Incrédulo de ti,
crees que todo eres capaz de conseguir con palabras astutas,
con un guiño propio de chulo
y con una de esas sonrisas que dejan sin blanca.

Quién te dijera que la drogadicción me trajo hasta aquí,
y quién me diría a mí que encontraría a la octava maravilla del mundo
bajo un cartel de neón caído.

Dolor por haber llegado a este punto,
a éste suicidio mental, agorafobia constante.
Deseo por mi filofobia, ser imperturbable que me tienta.
Miedo a dejarse llevar, a volver a vivir, o qué se yo.

Puede que solo me tema a mí misma,
a lo que encierra mi interior:
ése demonio blanco y puro,
negro y oscuro,
que me dibuja con sus manos y tus ojos vacíos.

De trizas, corazónWhere stories live. Discover now