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June:

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June:

Al fin la universidad me dejaría descansar, mi semestre había terminado y con calificaciones sumatorias por lo que me sentía orgullosa del arduo trabajo que había hecho.

Mi madre deseaba que pasáramos tiempo juntas, así que propuse que viajáramos con su familia en Jalisco, hace ya años que no los veía. Por esta ocasión me ofrecí a pagar los vuelos gracias al sueldo con el que contaba. El vuelo salía mañana por el medio día, ahora mismo arreglábamos las maletas.

—Llevaré cojines para tu tía Paulina, ya sabes cómo le encantan los cojines y hasta podría levarle un juego de sábanas del mercadillo.

—Ma, recuerda que no podemos excedernos del peso de la maleta, nos cobraran el extra. Además, Paulina dijo que no lleváramos nada, si acaso las galletas para Miguel.

—¡Es verdad! —chilló —. Por poco y lo olvido, tengo que ir entonces al supermercado.

—No te preocupes, ya iré yo. Tu termina de empacar y por favor, no metas esta vez nada de alimentos en refractarios, no quiero que nos detengan en seguridad.

—Ve con cuidado, cielo.

Sabía que lo más probable era que ignoraría mis palabras, a lo mejor y se metía un jamón entero o alguna otra cosa extraña. Me daba ansiedad solo pensar en aquellas películas de interrogatorios y que sea solo por llevar un jamón en conserva. Ya me veía en uno de esos episodios de alerta aeropuerto por un estúpido embutido.

Agarré de la canasta las llaves de casa, el sol se estaba metiendo y los colores rojizos ardían en mi piel. Amaba Cali con locura, pero mi alma siempre pertenecería a México y sus hermosas tierras llenas de vida.

Cuando llegué a la tienda de servicio, el aire acondicionado contrastó con la calidez de mi piel, a esta hora había pocas personas, por eso me gustaba. Sujeté la canastilla mientras miraba los estantes de dulces.

Miguel, era mi primo y tenía quince años y basaba su personalidad en esos retos de moda que suele ver en redes sociales. Me reí una semana entera cuando me envió su propia interpretación del ice bucket challenge, el pobre terminó titiritando del frío y un horrible chichón en la frente debido a que el balde le cayó con toda el agua helada. Había otro vídeo en el que el pobre niño comía alitas de pollo extra picantes, sus labios estaban hinchados y rojizos y su cara parecía a nada de explotar por los aires, sus ojillos lloraban y para rematar, cuando intentó quitarse del camino las lágrimas, su dedo todavía manchado con salsa hizo contacto con el ojo, provocando una guerra civil de ardor.

Benditos sean los celulares que graban tragedias y estupideces de los humanos.

Lancé un par de oreos edición limitada en tamaño familiar, agarré unos dulces que posiblemente allá no se encuentren y un par de paquetes de patatas fritas. De paso compré tiras de regaliz que me encantaban. Un dato sobre mí es que amaba con locura ir de compras al supermercado, a veces tomaba ese momento como terapia. Aunque parezca extraño, hay cientos de personas que comparten esa fascinación, ojala en Facebook existiera un grupo llamado locos por las compras del hogar, lo más seguro es que yo obtuviera la insignia de fan destacado.

La chica que se perdió en las estrellas. [+18 ✔️ ]Where stories live. Discover now