IX

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Un grupo de personas esperan con energía a las puertas de un edificio. Contienen el aliento cada vez que estas se abren y alguien aparece. Solo que se equivocan diez veces hasta que aparece Juan Antonio con una sonrisa.

—¿Y bien? —pregunta Aitana, dando saltitos sobre sus talones.

—Pues... no sé qué deciros.

—Venga, no te hagas el interesante —grazna Raoul.

La sonrisa del moreno se va ampliando poco a poco, no haciendo sino aumentar la expectación de sus amigos.

—¡Lo he conseguido! —Miriam pega un grito—. No ha ido nada mal para ser yo, todo hay que decirlo.

—¿Qué dices, si tú ya eres maravilloso? —Ricky se acerca a darle un abrazo.

Este gesto despierta al resto, que se abalanzan sobre él entre vítores y enhorabuenas que se prolongan un buen rato. Juanan se deja hacer, disfrutando de su pequeño momento.

—Bueno, ahora nos tomamos unas cañas, pero después —Aitana lo señala de forma amenazante— tú y yo nos ponemos a estudiar.

Ahí se le borra la sonrisa poco a poco.

—Vaya forma de cortar el rollo.

—Novato, hacerlo bien en lo físico no significa que seas bombero. —Juanan asiente con más seriedad—. Y si eso significa que nos vamos a pasar hasta el día del examen estudiando como locos, así será. Todos te ayudaremos.

—¿Ah, sí? —Se lleva un codazo fuerte de Miriam—. Sí, claro, te ayudaremos.

En otro lugar de la ciudad, los policías de calle colocan la cinta para que los curiosos no se acerquen demasiado. Entre ellos está Agoney, que respondió a la llamada del 112 y encontró el cadáver.

—¿Otro más? —Escucha a sus espaldas.

El inspector de la policía Nacional que lleva el caso entra, seguido por parte de su equipo. Los conoce desde que entró a trabajar a esa comisaría años atrás, son increíbles en su trabajo y, por supuesto, se llevan todo lo interesante. Es normal, ellos son inspectores y él un simple policía de calle, de detener a la gente que comete delitos en el acto y llegar el primero a la escena del crimen.

A veces se permite soñar con un poco más, con que pronto pueda trabajar con ellos y dejar de acudir a las emergencias, pero sin tiempo para prepararse lo tiene jodido. Y últimamente le falta tiempo por todas partes.

—Mismo modus operandi. Parece que forzó la puerta, entró y lo mató mientras dormía, sin molestarse en ocultar el disparo. Por eso llamó al 112 una vecina. La policía que acudió lo encontró colgado de la ventana de su piso que daba a la calle.

—Sabiendo que vamos tras él, esto es imprudente de su parte —masculla una subinspectora—, y eso nos viene genial.

Agoney suspira, con su cerebro funcionando a toda velocidad, y termina con lo que estaba haciendo.

—¿Necesita algo más? —Se dirige hacia el inspector. Este lo mira como si fuera la primera vez que repara en su presencia, lo que lo hace sentir diminuto.

—Con que mantenga alejada a la gente me basta.

Se muerde el carrillo y se gira con un asentimiento suave. Pero la segunda a cargo tiene una idea mejor:

—Espera —se vuelve hacia ellos con ilusión—. Echa un par de fotos hacia los curiosos, nos vendrá bien tener imágenes de la gente que ha estado cotilleando. Ya sabéis lo que dicen: a muchos asesinos les gusta volver a contemplar su obra.

Asiente, apretando los labios, y se dispone a hacer caso. Ha visto suficiente del caso para saber que, hasta que no se cometa un error, el asesino seguirá matando.

En el improbable caso de una emergencia-RAGONEYWhere stories live. Discover now