XXIII

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Algunas cosas que me habrían gustado que pasaran en la serie no se corresponden con lo que acabó pasando. Para eso está esto, así que disfrutadlo <3

Raoul abre la puerta solo para descubrir que la persona que le está fundiendo el timbre no tiene mejor cara que él después de la última semana.

—¿Has visto lo que ha dicho? —Aitana entra sin saludar, pasando por su lado como Pedro por su casa.

—¿Quién ha dicho qué? —Se gira hacia ella, a punto de cerrar una puerta en la que todavía espera gente.

—El marido de la mujer que falleció en el accidente —responde Nerea, sujetando la puerta para que no se la cierre—. Ha dado otra entrevista.

—Joder —alza las cejas, y camina tras ellas una vez está seguro de que nadie más está en el camino a la vivienda de su padre—, ¿no tiene otra cosa que hacer? Entiendo que cada uno tiene su forma de lidiar con el duelo, pero esto...

—No, hijo, no... —Nerea se acomoda en el sofá, como si se le cayera el mundo encima—. No deja de insistir en las culpas de Aitana y no va a parar hasta que la echen.

—No te pueden echar —asegura el rubio—. Lo que pasó le pasa a todo técnico de emergencias, no pudiste hacer más.

—Ya —masculla, tomando asiento junto a su novia—, pero no lo necesita. Tiene a mucha gente enfadada y no me dejan en paz. Al final conseguirán que me vaya.

—No lo digas ni de broma. —La rubia se inclina hacia ella, apretando su mano, con el ceño fruncido—. Lo que tienes que hacer es dejar de leer todo lo que te llega y seguir trabajando.

—Tienes razón, no quiero seguir pensando en ello. —La aparta con delicadeza—. ¿Dónde está Ago y el resto?

—Tiene turno esta noche. Y el resto..., ni idea, deberían estar aquí con vosotras.

—¿Turno ahora? —Mira el reloj de su móvil, como si no supiera que son las nueve de la noche.

—Sí, creo que no le hace mucha gracia mudarse a vivir con su suegro, así que se está proponiendo coger todos los turnos que le impidan dormir en esta casa —admite entre dientes.

—Normal, ese pirómano le ha quitado toda la gracia a vivir juntos, pobre. —Aitana pone un puchero.

—Y acabáis de reducir la cantidad de polvos que podéis echar a... esperar a que tu padre no esté.

—No me lo recuerdes. —Gimotea.

El resto de la 122 no tarda en llegar para pasar una noche todos juntos. Aún tienen reciente lo sucedido con la casa de Agoney, y no han vuelto a pensar en lo que implica que su estación haya sido destruida por una bomba.

—Manolo me dijo que haría una reunión para organizar la reconstrucción —comenta Ricky.

—No será su primera vez —ironiza su hijo.

—Pero mientras tanto nos deberían mandar a otras estaciones, ¿no? Eso hicieron con vosotros. —Miriam interroga a Nerea.

—Yo me fui al hospital a prestar mis servicios ahí, con Mamen y Alfred. —Se encoge un poco al decir su nombre—. Pero supongo que esta vez me iré con vosotros, ya que todos estamos bien.

—Sí —suspira Ricky—, al menos esta vez fue solo un susto.

Asienten, convencidos.

Poco después de las doce de la noche, se van marchando, dejando a Raoul y a Juan Antonio solos en casa. Nerea y Aitana van juntas, aunque no tengan pensado dormir en la misma cama, al menos por esa noche.

En el improbable caso de una emergencia-RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora