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Capítulo muy largo, pero disfrutad, que está guay <3

La Navidad cae como una tormenta de agua fría sobre todos. O quizá usar esa metáfora solo sirva para describir cómo es el final de año de Manolo y Susana.

Ante el reciente descubrimiento de la verdadera paternidad del hijo de Susana, que los ha golpeado con fuerza, ninguno se siente con ánimos de interactuar. Ni siquiera hay gritos o peleas, lo que ha llevado a su único hijo a creer que están entrando en una etapa mucho más madura y menos llena de peleas infantiles poco correspondientes a su edad.

Enero pasa sin que ninguno se atreva a abrir el melón que los tiene tan tensos. Como motivo principal, como siempre, está él. Raoul ha encontrado su sitio entre los paramédicos. Es un trabajo que disfruta, sobre todo ahora que se lleva genial con su compañera. Esto no ha supuesto que se aleje de los bomberos, pues quedan varias veces por semana, ya sea para que el resto tomen cañas o para ver alguna peli en casa de su novio.

Agoney ha empezado a pasarse de nuevo por casa, durmiendo algunas noches e interactuando con ellos. Total, que han podido comprobar muy de cerca lo bien que se complementan esos dos, lo feliz que lo hace el policía.

Explicarle lo ocurrido y que cada vez están menos cómodos en la presencia del otro no es una opción a corto plazo. No con las fechas que se acercan.

A principios de febrero se cumple el aniversario de una fecha un poco dura para el recién estrenado paramédico. Solo de pensar en el año anterior, en su fallida pedida de mano y en la última sobredosis, se estremece.

Por suerte, ese año se siente mucho mejor rodeado cuando llega el día. Han aprovechado que tienen turno para que Miriam le prepare una tarta, siguiendo la receta de Susana, y celebren alrededor de la mesa.

—¡Qué hable el único sobrio! —corea Ricky, llevándose una peineta de regalo.

—Por favor, que el único que no está trabajando soy yo... —protesta Agoney.

Raoul menea la cabeza, con las mejillas calientes por la vergüenza. Todas las miradas están sobre él, y tiene la de su chico a apenas unos metros. Eso es lo único que le da un poquito de valentía para carraspear.

—Primero de todo, muchas gracias por estar aquí. Sé que no tenéis otra opción, porque la mayoría trabajáis aquí, pero no es solo eso. —Les saca una risa que no se extiende demasiado—. Mi vida hace un año era muy diferente, y no solo porque me encontraran al borde de la muerte. Es lo de menos, aunque fuera el impulso que necesitara mi padre para sacarme de allí.

» Hace un año, mi red de apoyo ante situaciones así era mi madre y ya está. Era la que me sacaba de todos los líos, no he querido preguntar si como abogada o solo como madre —más risas, pronuncia un "te quiero" a la mujer rubia que lo mira con orgullo—. Hoy..., bueno, supongo que el hecho de que haya tanta gente aquí demuestra que las cosas han cambiado. Que ahora mi padre y yo tenemos una relación más estrecha, aunque no lo parezca. —Manolo le guiña un ojo—. Que tengo unos compañeros de trabajo con los que disfruto muchísimo, tanto aquí como fuera, de fiesta o lo que sea, incluso aunque sea el único que no bebe una gota de alcohol.

» Y tengo a mi lado a un chico increíble, que me cuida y me valora como no lo han hecho y sí que me merecía. —Le echa un vistazo, recibiendo una sonrisa amplia y algo emocionada—. En serio, gracias a todos, porque no sé qué sería de mí sin vosotros. —Saca del bolsillo una placa pequeña, del tamaño de una chapa de cerveza—. Ayer en la terapia grupal en la que estoy lo celebramos con un poquito de adelanto y me regalaron una medalla. Lo llevaré siempre conmigo, para recordarme por qué hago esto.

Hay aplausos, pero la mayoría lo conocen lo suficiente para saber que necesita un abrazo ahí mismo. Aitana es de las primeras en tirarse sobre él, dándole muchísimos besos, hasta que acaba cansado de tanto contacto.

En el improbable caso de una emergencia-RAGONEYOù les histoires vivent. Découvrez maintenant