XXV

262 31 54
                                    

La semana transcurre lenta y sin avances reales en el caso. Más allá de los cuatro casos que ya tienen, y a pesar de las tormentas, ninguna familia completa fallece. Lo único relevante es que Alex parece haberse volatilizado, incluso cuando Manolo les dijo que había venido a hablar con él, nunca apareció, o eso creen.

Agoney aprovecha la tranquilidad para visitar al único hijo superviviente del que creen que pudo haber sido el primer asesinato completo. El chico, de diecinueve años, lo recibe con una fina línea por boca.

—¿De verdad cree que lo de mi familia no lo hizo mi padre? —pregunta, y eso lo desarma. A pesar de su actitud seria, el chico ha depositado toda su esperanza en él.

—Tiene todos los elementos para tratarse de un asesino que ha estado atacando a lo largo de la región. ¿Puedo sentarme?

—Por favor. —Le señala el sofá. Él se sienta en la mesilla del café—. Se me hace raro estar aquí y saber que ellos no van a volver.

—Antes de empezar con las preguntas, quería darle el pésame personalmente. Sé lo duro que puede ser enfrentarse a esta situación solo.

—Ya —espeta—, ¿qué quiere saber?

—He podido comprobar que su familia no es procedente del centro de Murcia —murmura.

—Somos de Totana. Mi padre recibió un ascenso y todos nos mudamos. No estuvo nada mal el cambio.

—¿Alguien se lo tomó mal? ¿Su madre, quizá?

—Qué va. Es periodista, está acostumbrada a moverse mucho para cubrir las noticias. Era —corrige con un nudo en el estómago.

—¿Y sus hermanos?

—Mi hermana acabó haciendo amigos, por lo que sé. Y yo no he tenido tampoco tanto tiempo para acostumbrarme a vivir en el centro, porque ya estaba decidido que estudiaría en Madrid.

—Tenemos constancia de que su hermano pequeño no lo llevaba tan bien como el resto.

—Le estaba costando un poco hacer amigos. —Tuerce el gesto—. Sé que hizo alguna gamberrada, pero nada que no hayamos hecho todos.

Agoney revisa el informe que Jonathan ha sacado para él y alza las cejas.

—Aquí pone que destrozó todo el jardín de su vecino, flamencos, gnomos de jardín... Uno a uno y parece que con bastante furia.

—Como he dicho, el cambio le estaba costando. —Se cruza de brazos, con clara señal de no estar tan cómodo—. Pero se habló con el vecino y mi padre pagó los desperfectos, así que sacar esto ahora...

—Lo siento, me gusta tenerlo todo junto para llegar a alguna conclusión.

El chico mueve la cabeza, sin dejar claro si lo ha entendido o no. Suspira, lo está perdiendo y necesita que estén del mismo lado.

» ¿Recuerda diciembre? —El chico asiente despacio, con pesadumbre—. Ya estaba viviendo en Madrid, pero se acercaba la etapa navideña. ¿Pensaba ir a pasarla con ellos?

—Por supuesto que sí. Ese no fue el problema —murmura.

—¿Cuál lo fue? —Se inclina hacia él.

El chico suelta un suspiro mucho más profundo y se masajea las sienes despacio. Agoney le da el tiempo que necesite, consciente de lo que debe suponer contarlo, hacerlo real mediante las palabras.

—También iba a ir durante el Puente de la Constitución —revela—. Eran mis planes, estaban los billetes de tren comprados, pero entonces el hijo de puta de un profesor decidió que no, que teníamos que entregar la última práctica, de la que nunca habíamos oído hablar, para el primer día después del puente. Y yo en casa no puedo trabajar, estaría todo el mundo encima de mí por ser la novedad.

En el improbable caso de una emergencia-RAGONEYWhere stories live. Discover now