Ideas macabras

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Estaba en el subte C, en el andén que va a Constitución, en plena hora pico (no, no es la de los circunstanciales :P). Me aburría mucho, pero no me quedaba otra que esperar, ya que no tenía nada con que mantener la cabeza ocupada.

La estación se había llenado de gente. Me alejé de la escalera y, mientras caminaba por el andén, oí el fragor de un tren que se acercaba. Me detuve. A pocos metros, un hombre se abrió paso y saltó a las vías justo en el momento en que el subte llegaba. No hubo sangre; tan solo el crujido de los huesos bajo el chirrido de los frenos.

La multitud no pareció afectada. Como los vagones venían vacíos, todos se amontonaron delante de las puertas de modo tal, que, cuando estas se abrieron, quedaron atascados por querer entrar al mismo tiempo.

Sonó la alarma. Las puertas se deslizaron, pero, al no poder cerrarse, presionaron tanto sobre la gente, que les partieron los huesos a algunos, asfixiaron a otros y unos pocos afortunados fueron despedidos al interior y exterior del tren, con magullones y heridas diversas.

Un sonido familiar me hizo volver a la realidad: el tren había llegado y todo estaba bien a mi alrededor. Me pasé la mano por la frente para despejarme. Tengo que acordarme de traer algo para entretenerme, pensé. Cuando no ocupo la mente en algo, mis ideas se vuelven un poco macabras.


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