- AMBER - 16

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El mar nunca me ha gustado. Esa sensación en la piel por la sal, me hace sentir incómoda, su color, tampoco suele agradarme y su inmensidad me recuerda a lo que soy, nada, nada comparado a el, pero, hay una cosa que me gusta al estar cerca de, su cielo.

El cielo del mar, puede llegar a ser una de las mejores vistas, pero, sé bien por qué me gusta.

Mirar hacia arriba y buscar ese color azul que me recuerda a los ojos que ya no podía ver.

Mi hermano, tenía uno de los ojos más bonitos que he visto en mi vida, pero su color no era lo llamativo, era el brillo en ellos que salía cada vez que sonreía.

- Dios - susurro con cansancio.

Ahora, hay algo más que me recuerda a los ojos de mi hermano; los ojos de su hija.

- ¿Podrías dejar de mirarme? - su mal inglés se hace presente.

Le quitó la mirada al tener más recuerdos de su padre. Él, al igual que ella, perdió el brillo en esos ojos por nuestra culpa.

- Amber, necesito que vuelvas a revisar los archivos que te envié - escucho a mi padre - No quiero errores, así que está noche, revisa todo, lo quiero para mañana a primera hora si es posible.

- Claro - me limito a responder.

- También, necesito que arregles...

Empieza a darme órdenes que no logro escuchar de todo.

Mi atención está en Lucía, quien no logra darle ni un solo bocado a la comida desde que llegamos de México.

Todo ha sido duro, para todos.

Después de enterarnos de la relación que Lucía mantenía con Irene Navarro, se llegó al acuerdo de traerla con nosotros para que termine sus estudios, con la condición de dejar en paz a esa mujer.

- ¿Por qué nadie entra al agua? - Vicent pregunta.

Aún no entiendo la relación que ellas dos tuvieron, no me entra en la cabeza que fuera Lucía quien diera los pasos para que esa relación avanzará.

¿Lucía es lesbiana o solo estuvo confundida?

No logro entenderlo y cada vez que se toca el tema estalla una bomba. Lucía odia que toquemos el tema y afirma que ama a esa mujer. Me enoja su manera de expresarse, no me gusta que todo lo que grita parece ser sin meditar.
La incómoda cena en la playa termina y cada uno huye por su lado, pero yo, debo despedir a mi padre.

- Mañana cenarán en mi casa - ordena - Necesito que hagas lo que te pedí.

- Lo haré.

- Bien, adiós.

Lo veo irse con mi madre, la persona que decidió ponerme la ley de hielo desde que llegamos aquí. Ella me culpa por todo y me reprocha que no pude sacar a Lucía.

- También lo hago - suspiro subiendo a mi habitación.

Volvemos a casa rn un trayecto cansado y tambien incómodo.

Me tiro a la cama cuando estoy lista para ir a dormir, pero la incomodidad de cada día me aborda de golpe.

No soy feliz y estoy siendo parte de la infelicidad de más de una persona.

- Dios...

¿Cuándo será el día que esté haciendo las cosas correctamente? ¿Cuándo dejaré de sentir que vivo solo por mis padres? ¿Cuándo me sentiré libre? ¿De dónde saco esa fuerza?

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Los días pasan y no hay cambios grandes, son días repetitivos de depresión, incomodidad, enojo interno, indiferencias, de discusiones que no avanzan y reconciliaciones que no llegan.

Amber Y NellyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora