Capitulo 7, Parte 1

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Capítulo 7

—PERO ANTES DE ESO, tenemos que estar seguros de vuestras habilidades, razón por la cual os hemos pedido que vengáis hoy aquí —dijo Damias.

Se puso de pie y movió la mano en dirección a la puerta, como si invitara a alguien a entrar. Todos se levantaron y vieron abrirse las puertas hacia dentro. Aparecieron dos hombres armados, con espadas atadas cruzadas a la espalda y pequeñas jaulas cubiertas en cada mano.

Ciardis miró las jaulas con nerviosismo. Aquello no tenía pinta de ir a ser una sesión de guía amistosa y relajada. Los dos hombres dejaron las jaulas en el suelo, hicieron una reverencia y se retiraron a un lado del atrio.

El grupo se apartó de la mesa y se acercó a las cuatro jaulas. Terris y Ciardis seguían a los otros con vacilación. Ciardis sabía, por la expresión de la cara de su amiga, que Terris tampoco tenía ni idea de lo que iba a ocurrir.

Damias se detuvo delante de las dos jaulas de la izquierda y se giró hacia el grupo. Habló para Ciardis y Terris.

—Estos son Rabiae, criaturas del bosque que comen magia y la absorben.

Ciardis frunció el ceño. Había oído hablar de aquellas bestias pequeñas de aspecto inocente. A la nobleza que vivía en los estados cercanos a Vaneis le gustaba cazarlos. Los nobles, muchos de ellos de la estirpe de los magos, se divertían enfrentándose al peligro mágico de los Rabiae. Los perseguían a caballo y los atacaban con sus lanzas. El problema era que, una vez lanceados, los Rabiae emitían un horrible hedor púrpura que se pegaba a la ropa durante días. Ciardis había pasado muchos días lavando ropa con ese olor fétido que nunca adormecía el sentido del olfato como hacían la mayoría de los malos olores.

—Los Rabiae son un resultado colateral de las Guerras de Iniciación de hace más de dos siglos —explicó Damias—. Fueron diseñados por magos manipuladores para atraer a los niños.

Vera y Serena se estremecieron con delicadeza.

—Con esas orejas caídas tan monas y esa piel tan suave, muchos magos jóvenes que se los encontraban los conservaban como mascotas. Y esas "mascotas" robaban lentamente hasta la última gota de poder que tenían esos niños. Los niños magos que los tenían con ellos se convertían así en mundanos.

—Por esa razón, algunas categorías de trabajo mágico han sido restringidas y deben ser aprobadas por mandato imperial para poder funcionar —continuó Mary—, pero los Rabiae fueron creados y ahora es imposible erradicarlos con magia. Y en consecuencia, hemos hecho lo posible para darles un uso práctico.

—Hoy sostendréis uno cada una, pero solo durante unos minutos —intervino Damias—. Los Rabiae no solo absorben magia; también memorizan qué talento exhibe cada persona. Una vez recopilados sus recuerdos relacionados con los talentos en cuestión, sus dueños los utilizaban para reproducir los linajes de magos que podrían serles útiles —resopló—. Era bárbaro entonces y sigue siendo bárbaro ahora considerar la reproducción para asegurar que se produzca un linaje mágico concreto.

Ciardis frunció el ceño, no porque no estuviera de acuerdo sino porque pensaba si no era aquello lo que hacían de todos modos los nobles, al casarse solo con otros nobles, igual que los magos solo se casaban con otros magos.

Vera llamó a los dos hombres que estaban apartados. Estos llevaban jubones ceñidos de cuero, con las empuñaduras de las espadas sobresaliendo por arriba. Parecían fuertes, como los mercenarios a los que Ciardis había visto alguna vez en las carreteras del norte. Abrieron las jaulas y sacaron a los Rabiae agarrándolos por el cogote. Ciardis no pudo evitar pensar que los cuidadores daban la impresión de estar preparados para ejercer más fuerza de la necesaria, aunque sabía de lo que eran capaces las bestias. Aquellos dos hombres grandes y fuertes sujetaban cada uno un Rabiae por la piel suave de la parte trasera del cuello. Los Rabiae colgaban impotentes de sus manos. Sus suaves patas se movían ligeramente y torcían los hocicos, pero no hacían ningún ruido. Ciardis sonrió sombría y pensó: "No me extraña que gustaran tanto a los niños".

Los hombres se acercaron a las dos chicas y los otros cuatro adultos se colocaron en semicírculo detrás de Terris y Ciardis. Estas dos intercambiaron miradas nerviosas y tendieron simultáneamente las manos hacia los animalitos de piel gris.

Damias sacó un cronómetro redondo del bolsillo e inició una cuenta atrás de tres minutos. Cuando terminó ese tiempo, Ciardis y Terris devolvieron los Rabiae a los cuidadores, que les pusieron collares de metal y ataron esos collares a tacos del suelo. Los animalitos no irían a ninguna parte.

Lady Serena intercambió una mirada con Damias y se adelantó. Empezó a lanzar un conjuro, con las manos levemente apoyadas en la piel de los dos Rabiae. Del cuerpo de estos se elevó una luz trémula. El Rabiae de Ciardis, situado a la izquierda, era rojo y el de Terris, situado a la derecha, era azul. Los remolinos de color se condensaron, pero no en una forma concreta. Ciardis pensó que parecían nubes de nieve.

—Esos colores que giran representan vuestros núcleos mágicos —dijo Serena—. Yo debería poder leerlos y ver una imagen que representa la esencia de vuestro potencial mágico, pero la proyección es inestable.

—En ese caso —intervino Vera con lentitud, después de que Mary le diera una patada suave en la espinilla para alentarla—, déjame ver si puedo ayudarte.

Los ojos de Terris brillaron con regocijo, pero, aparte de eso, su cara no mostró ninguna otra emoción. Sabía que a su patrocinadora le encantaba lucirse delante de Serena.


Juramento de Crianza (Libro 1 Luz de la Corte en Espanol)Where stories live. Discover now