Capitulo 8 Parte 2

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—Esta es la Sala de la Memoria. La usaban las consortes imperiales para guardar los recuerdos de jóvenes príncipes y princesas en su tránsito de la infancia a la edad adulta —Sarah hizo una pausa—. Hay otra sala distinta para los recuerdos de los monarcas reinantes.

La puerta se cerró tras ellas y Ciardis vio que toda la habitación estaba decorada en azul medianoche, con diseños geométricos más claros grabados en las superficies de todas las paredes. En la estancia no había ningún mueble y la falda de Ciardis no levantó nada de polvo cuando caminaron hasta el centro de la habitación. Una vez en el medio, Ciardis notó una pequeña depresión en el suelo. Sarah se arrodilló ante ella y la chica la imitó.

—En mis manos tengo una bola de la memoria —le explicó Sarah—. Graba recuerdos de los participantes y los conserva a salvo para un uso futuro —colocó la bola en la depresión—. Todas las familias de magos, incluida la tuya, guardan una bola de la memoria donde se pueden ver transiciones ancestrales y grabar la transición del descendiente a sus poderes —Sarah bajó la vista a la esfera—. La bola de la memoria solo la pueden activar personas comprensivas y solidarias y solo podemos almacenar nuevos recuerdos en unión de una proyectista, como Serena.

Sonrió a Ciardis.

—Varias de nuestras familias de magos han dejado sus bolas de la memoria al cuidado del Gremio al morir o para que se la guardemos —tocó la esfera que había ante ellas—. Esta es la bola de la memoria de la familia Weathervane —suspiró con pena—. El modo en que se transfieren los recuerdos a las bolas de la memoria impide que, una vez, almacenados, los vean otros que no sean descendientes.

Ambas se pusieron de pie y Sarah se alisó las faldas.

—Por lo tanto, te dejaré sola para que aprendas cosas sobre tus poderes inherentes. Tus poderes deberían llegar con las campanadas de medianoche de mañana, el primer día de tu año decimoctavo. Aunque, por supuesto, eso suele ser lo que ocurre con las habilidades que son de origen no elemental.

—¿No elemental? —inquirió Ciardis.

—Poderes que están restringidos a un talento. Algunos niños desarrollan talentos sobre los elementos, tales como el viento, el fuego o incluso la sanación, que requieren entrenamiento desde una edad muy temprana —respondió Sarah.

Ciardis tuvo la ligera sospecha de que Sarah no aprobaba esos poderes.

"Probablemente crea que le quemarían su biblioteca", pensó.

Sarah se llevó un dedo a los labios, pensativa.

—Pero la herencia Weathervane siempre ha sido impredecible.

—¿Qué debo esperar? —preguntó Ciardis, un poco preocupada.

Sarah frunció el ceño.

—La transición puede ser incómoda, pero no sé decírtelo de cierto. Las transiciones son específicas de cada familia de magos. Cuando yo salga, podrás activar la bola de la memoria porque es tu derecho de sangre. La propia habitación actuará como conducto y fuente de poder.

Sarah agitó una mano en el aire y de pronto apareció una puerta en la pared de su derecha.

—Para asegurarnos de que la adaptación a tus talentos vaya bien, te quedarás en el dormitorio que hay detrás de esa puerta. Me encargaré de que una doncella te traiga comida y Serena vendrá mañana para poner a prueba tus habilidades. ¿Alguna pregunta?

Ciardis hizo una pequeña reverencia.

—No —no se le ocurría nada más que decir en aquel momento.

Con eso, Sarah salió de la habitación y cerró la puerta a sus espaldas.

Ciardis contempló un rato largo la esfera plateada colocada en el pequeño hoyo. Después decidió que ya había esperado bastante. Después de todo, llevaba meses esperando el día en el que sus poderes se manifestaran por fin. Se pinchó el dedo con una horquilla y después rozó la superficie brillante de la esfera con el dedo ensangrentado. Observó con ojos muy abiertos cómo absorbía la plata el líquido sin dejar ningún rastro rojo en su superficie.

Al principio pareció que no pasaba nada y Ciardis tuvo tiempo de preguntarse si debía sacarse una gota más grande de sangre, pero luego, de pronto, un zumbido empezó a llenar la habitación. El zumbido se fue haciendo cada vez más fuerte y la esfera se elevó lentamente en el aire. Rayos de luz azul chisporroteaban desde el techo y se elevaban desde el suelo hasta el exterior reluciente de la esfera.

Ciardis retrocedió con tal premura que casi tropezó con su falda. El zumbido había cesado, pero la esfera crujía con fuego en su superficie. La chica frunció el ceño.

—¿Qué se supone que debo hacer ahora? —preguntó.

No hubo respuesta de la luz ni del fuego que había en el centro de la estancia. Ciardis miró a su alrededor con la esperanza de ver algo que le diera una pista.

"¿Quizá los símbolos geométricos de las paredes se organizarán formando palabras?".

Había pensado aquello con sarcasmo, pero no se equivocó mucho. Medio segundo después, de la bola de la memoria salió un rayo brillante de luz azul que golpeó el centro de la pared que había enfrente de ella.

La luz era tan brillante que obligó a Ciardis a guiñar los ojos y protegérselos. La luz formó una caja cuadrada titilante. Mientras miraba, los símbolos de la pared empezaron a fundirse lentamente con la piedra. Ciardis dio un respingo cuando vio lo que ocupaba el lugar de los símbolos.


Juramento de Crianza (Libro 1 Luz de la Corte en Espanol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora