El Cruce de Miradas - 5

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‒¿Quieres ir a tomar algo? ‒pregunta Oliver, caminando calle abajo y encendiéndose un cigarro.

   ‒No sé. A donde tú quieras ‒responde Javier sacando su paquete de tabaco, pero el peluquero le interrumpe.

   ‒No lo saques. Toma ‒dice, ofreciéndole un cigarrillo. Javier lo acepta y agradece‒. Vamos a tomar un café o lo que tú quieras.

   ‒De acuerdo. Vamos ‒dice Javie, sonriéndose.

   Caminan un par de calles y tuercen la esquina. No hablan. Javier se siente tenso, decidido en los pasos que está tomando, pero nervioso al no saber cómo actuar. ¿Y si le pillan? Sería demasiada casualidad que se pasase su novia por allí, o alguien conocido que pudiese delatarle, pero sólo estaba viéndose con otro chico. Descaradamente gay, pero chico al fin y al cabo. Nadie debería sospechar nada.

   ‒¿Que tal fue el día? ‒pregunta Oliver rompiendo el hielo.

   ‒La verdad es que lo de siempre. Papeleos, envíos, albaranes…

   ‒Suena interesante -dice, más por formalidad que por curiosidad-. ¿Hace mucho que trabajas ahí?

   ‒Pues unos tres años ‒respondo Javier‒. ¿Y tú? ¿Hace tiempo que trabajas por esta zona?

   ‒Pues la verdad es que sí. Ya harán diez años dentro de unas semanas.

   ‒¡Vaya! La verdad es que es mucho tiempo ‒dice Javier un poco sorprendido. Quizá Oliver piensa que lo dice por lo bueno que es mantener un trabajo durante tanto tiempo, pero lo cierto es que nuestro protagonista lo dice porque, de ser así, ese tipo era más mayor que él.

   ‒Pues sí, es una suerte. Vamos a entrar aquí ‒dice Oliver abriendo la puerta de un bar que hacía esquina con la calle principal.

El bar estaba medio vacío y, al parecer, ya conocían al peluquero de veces anteriores, ya que la única camarera que atendía el local en esos momentos le saludó bastante sonriente.

   ‒¿Nos sentamos en la barra? ‒pregunta Javier, quitándose el abrigo.

   ‒Prefiero mesa, pero como tú quieras ‒Javier asiente, y los dos chicos se sientan en una mesa junto a la ventana.

   La camarera termina de servir un café irlandés a un señor con un bigote grandísimo, y sale del otro lado de la barra acercándose a la mesa.

   ‒¿Sabéis lo que vais a tomar o queréis echar un vistazo a la carta? ‒dice, ofreciéndoles un pequeño folio plastificado con los productos impresos.

   ‒Yo tomaré un café con leche ‒dice Oliver.

   ‒Para mi que sea un tercio de cerveza ‒decide tomar Javier. Al escucharle, el peluquero levanta las cejas sorprendido y medio sonríe.

   En menos de cinco minutos las bebidas ya están sobre la mesa de los chicos, que habían permanecido en silencio durante ese corto tiempo.

   ‒Bueno, y dime una cosa ‒dice Olvier rompiendo el silencio‒. ¿Qué te ha traído aquí?

   ‒¿Cómo? ‒lo repentino de la demasiado obvia pregunta pilla desprevenido a Javier.

   ‒Sí. Nos hemos conocido esta mañana, y has venido a buscarme al trabajo.

   ‒Ya, la verdad es que no lo sé ‒dice Javier ladeando la mirada.

   ‒¿No lo sabes? ¿Estás pasando por una mala época? ‒pregunta Oliver removiendo el azucar en el café.

   Javier se queda pensativo, mirando a la calle y volviendo su mirada hacia el tipo. Toma su cerveza y le da un buen trago.

   ‒Lo cierto es que no. Creo que todo me va bien.

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