III: Kroc e Indriago

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La horda de mujeres obesas y hambrientas había atravesado la puerta y aquel tétrico sonido de un rugido disonantemente, era lo único que podía escucharse.

El coach gruñó al notar que nadie lo había escuchado y, prácticamente, cada quien había tomado su propio camino: Annie-Li y Ricardo habían corrido hacía el final del salón, lo cual era bastante estúpido considerando que aquello solo haría que los acorralaran; Marcial corrió directamente hacia la horda, lo cual era incluso más estúpido, protegiendo a Sasha con su gran cuerpo mientras se adentraba en el peligro. Por último, ahí estaba Indriago, asustado, moviendo la cabeza de un lado a otro intentado tomar una decisión de hacia dónde ir, pero demasiado asustado para moverse hacia ningún lado.

- ¡Hippie! – le gritó el coach – ¡Hippie, ven aquí!

Indriago buscó el sonido de su voz por todos lados, hasta que dio con él. Allí pareció dejar de dudar y corrió en dirección al coach.

- ¡Coach! – le gritó, mientras se daba cuenta que una mujer corría en su dirección con los brazos extendidos, la boca abierta y los ojos verdes – ¡Coach! – cuando volvió la mirada hacia Kroc lo vio saltando por la ventana, así, sin detenerse a dudarlo ni un segundo – ¡COOOOOAAACH! – la imagen de su aparente suicidio no había hecho más que ponerlo peor.

Sin embargo, no se detuvo. Corrió hacia la ventana, preparándose mentalmente para la grotesca imagen que esperaba conseguir, pero antes de terminar de asomar la cabeza, una mano lo sujeto por el hombro desde las afueras.

- ¡Vamos! – le dijo el Coach, sujeto de una escalera ubicada un metro por debajo de la ventana. La sorpresa de verlo sano le había asustado al principio, luego le había alegrado, y luego había vuelto a asustarse al sentir un húmedo aliento dirigiéndose hacia su cuello.

- ¡¿Por qué todos quieren comerme a mí, brother?!

Indriago se dio vuelta, para poder quedar frente a la mujer y usar sus manos para distanciarla. Aquello no servía de mucho. Sus dientes estaban cada vez más cerca de su rostro. El retrocedía cada vez más hacia la ventana, en donde lo único que evitaba su inminente caída era la mano del coach en su espalda.

- No me comas, please – trató de hacer entrar en razón a la mujer – ¡Estoy sudado y sucio!

Entonces no resistió más. El soporte que Kroc le brindaba desde la parte posterior había cesado.

Cayó por la ventana, junto con la mujer que, a pesar de encontrarse por los aires, aún insistía en tomar un bocado de su piel.

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FITNESSCALIPSISWhere stories live. Discover now