VI: Kroc e Indriago

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-  Adiós, mundo cruel – dijo Indriago mientras caía en dirección al suelo de la calle...aunque su dramática caída duró solo un momento.

De repente, fue frenado en el aire. La sensación de vacío fue sustituida por un fuerte dolor en la cabeza. El coach lo sujetaba por la larga cabellera con rulos y lo mantenía suspendido allí.

- ¡Agarra la escalera! ¡La escalera! – le exigió el Coach. Indriago le hizo caso y se sujetó con fuerza al frío metal, mientras observaba a la mujer hacerse añicos contra el concreto.

- Gracias, man – le dijo Indriago con lágrimas en los ojos – ¡Te lo agradezco! – se sobó la cabellera con una mano -. Aunque mi peinado...

- Si, si – contestó Kroc sin importancia – Sigue bajando, hay que llegar al piso inferior.

Descendieron un par de metros. La escalera temblaba con cada paso que daban. Kroc notó que a la escalera le faltaban varios tornillos de soporte, y la mayoría de los que quedaban se encontraban oxidados.

- ¿Desde cuando no le hacen mantenimiento a estas cosas? – el tembleque producido con cada paso resultaba vertiginoso para ambos.

- No se, man, solo esperó que... Ahhhhh - otra vez se sintió cayendo, pero esta vez se aferró a la escalera como si formara parte de ella.

Los tornillos de la parte izquierda en la zona superior habían fallado, dejando la escalera sostenida solo de un lado, que ahora se movía lentamente, pivoteando sobre un único perno, como un péndulo que carga dos personas vivas.

- Hippie – le llamó Kroc con una voz sorpresivamente serena ante la situación – Hay una ventana un poco por encima de nosotros, a la derecha – la señalo - Debemos subir la escalera y luego saltar hacia allá.

- N...No – se negó Indriago abrazando la escalera en movimiento.

- Entonces puedes morir aquí, muchacho – contestó -. Salúdame a Bob Marley cuando llegues al cielo de los marihuaneros.

Comenzó a subir solo, haciendo que la escalera se moviera cada vez más, contribuyendo con el pánico de Indriago.

Kroc Pudroc no dudo de su pulso en ningún momento. Llegó al escalón adecuado, y se impulsó con los brazos extendidos hacia la ventana, alcanzándola y sujetándose apenas con las yemas de los dedos. De ahí en adelante, le resultó muy fácil subir y entrar.

- ¿Entonces? – preguntó el Coach desde la seguridad de la habitación en la que se encontraba. Indriago, quien no había abierto los ojos en ningún momento, se sorprendió de verlo allí tan rápidamente - ¿Vendrás?

Indriago se armó de valor y subió por la escalera, con pasos lentos y tímidos. Al llegar al escalón adecuado, extendió la mano, pero no alcanzaba.

- Vas a tener que saltar, hippie – le dijo el Coach, quien, aun estirándole el brazo, no alcanzaba ni siquiera a rozar sus dedos.

- Ohhh, dios – Indriago apretó los dientes y tomó aire. Le tomó tres intentos logró sentirse preparado para saltar. Y así lo hizo.

Apuntó su mano en dirección a la del coach, pero luego comenzó a caer sin siquiera haberse acercado a ella. Por tercera vez ese día, se sintió caer. Y por segunda vez, el coach había frenado esa caída salvándolo, literalmente, por los pelos.

- Las ventajas de tener cabello de mujer – exclamó el coach una vez que ambos estuvieron dentro de la habitación y que Indriago terminaba de dar las gracias por milésima vez. A pesar de la oscuridad, podían verse varios lockers dispuestos alrededor de las paredes.

- Este es el vestuario del salón de artes marciales – informó el Coach mientras revisaba cuales puertas de los lockers estaban abiertas -. Ayúdame a encontrar algo útil por aquí.

Revisaron durante un rato en completo silencio, hasta que Indriago forzó uno de los lockers y logró abrirlo. Adentro, bolso color negro aguardaba.

- Coach – dijo – ¿Quién trae alcohol al gimnasio? – dijo señalando la botella de transparente que acababa de sacar del bolso. Tenía una gran etiqueta de colores vivos con un mensaje que decía "Vodka" en letras grandes.

- Dame eso – se lo arrebató Kroc de las manos -. Puede ser útil.

- Eso no quita la sed – replicó Indriago -. Además, no es natural, man.

Siguieron revisando por un rato más. El segundo hallazgo también lo volvió a hacer Indriago.

- ¡Por fin! – avisó emocionado, mientras levantaba un bonito envase de aluminio por los aires – ¡Conseguí agua! – y sin esperar más, abrió la boca dispuesto a beberla.

- ¡NO! – el gritó del coach vino acompañado de un puño a la mejilla del muchacho, haciéndolo caer al suelo y junto con el envase, derramando totalmente su contenido sin haberle permitido probar una sola gota.

El sonido del aluminio contra el suelo, había provocado un fuerte estruendo.

- ¿Que pasa, brother? – replicó Indriago, sobándose la mejilla –. Yo te iba a dejar, ¿sabes?

Del lado de fuera, se escuchaban los rugidos de bestias hambrientas, cada vez más cerca.

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