VII: Sasha y Marcial

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 - ¡Vamos! ¡Vamos! – le aupó Sasha, protegiéndose detrás de él.  

Marcial volvió a marcar los dígitos y un pitido, diferente a los anteriores, se emitió desde la puerta, que liberó la cerradura y se abrió al instante.

- ¡Adentro! – exigió Marcial, y ella le hizo caso.

Se adentraron en una oficina regular: un escritorio, una biblioteca y un par de muebles. Luego empezaron a sonar los golpeteos de las mujeres del otro lado de la puerta, en un inútil intento por entrar.

- Hey, ¿Como sabes esa clave? – preguntó Sasha – ¿No es esta la oficina del dueño del gimnasio?

- Emmm...si - titubeó un rato Marcial, entre agitado y nervioso – somos buenos amigos – comenzó a revisar descontroladamente las gavetas de la habitación -. Si, el me permite guardar mi bolso aquí cada vez que vengo.

- Mmm...está bien – le respondió Sasha, indecisa. De pronto, recordó su celular, el que había mantenido resguardado durante todo ese tiempo entre sus senos. Comenzó a revisarlo.

- No hay señal – dijo con preocupación – ni llamadas, ni internet, ni nada.

- Si, esto es muy raro – contestó Marcial terminando de registrar las gavetas. Había conseguido lo que buscaba, un pequeño bolso negro que parecía estar completamente copado–. Primero ese gordo queriendo comernos y ahora... ¿Que estás haciendo?

Encontró a Sasha sujetando el celular en lo alto y dedicándole una mirada pícara a la cámara.

- Comprobaba si la cámara aún funcionaba – le dijo con una sonrisita luego de tomarse un selfie.

- Lo que sea – le dijo Marcial.

Permanecieron un rato en silencio. Mientras, Marcial registraba el bolso y Sasha tomaba varias decenas de fotos hasta conseguir el ángulo deseado.

- ¿Viste que pasó con los otros? – preguntó Marcial una vez que hubo terminado.

- No los vi – Sasha interrumpió su sesión de fotos – Espero que estén bien.

- Vi a Ricardo y Annie-Li dirigirse hacia el final del salón... creo que fueron el resto de las mujeres.

- ¡Pobres! Acaso crees que...

Una seria de sonidos de golpeteo fuertes y repetitivos habían captado la atención de ambos, censurando las palabras de Sasha. Marcial se acercó hacía la puerta lentamente mientras Sasha se pegaba a la pared.

- ¿Son esos... disparos? – susurró Sasha.

- Oh, no – contestó él, realmente nervioso –. Suenan muy cerca - corrió hacia el interruptor más cercano y apagó la luz -. Debemos... debemos salir de aquí cuanto antes.

- ¿Estás loco? – le espetó Sasha – Afuera hay un grupo hambriento de personas y alguien armado disparando a todo lo que esté vivo. Yo me quedo aquí.

- No entiendes... - Marcial sonaba desesperado – Creo que se quien está disparando, y si nos consigue aquí...

Una ráfaga de disparos sonó demasiado cerca de la puerta. De hecho, un par de balas quedaron ensartadas en ella por el lado externo, produciendo un sonido sordo de metal contra metal.

- ¿Quien...? – intentó decir Sasha, pero Marcial se acercó rápidamente a ella para taparle la boca y, seguidamente, mostrarle que hiciera silencio poniendo su índice en posición vertical sobre sus labios. Aquello bastó para que la chica entendiera el mensaje.

Se escuchaban pasos cada vez más cerca de la puerta. Marcial inspiró hondo.

- RAAAARRWGGHHH – bramaban los caníbales desde afuera. Otra ráfaga de disparos fue la respuesta que recibieron.

Se hizo silencio por un momento, y luego, se escuchó una voz, la voz del atacante. Era un hombre. El idioma que había empleado no era conocido para ninguno, pero a pesar de lo indescifrable de su mensaje, era más que evidente que se trataba de una frase victoriosa, una grosería quizás, referida a los que habían intentado llevarse un pedazo de su carne y en cambio habían recibido pólvora. Al final, se escucharon los pasos del hombre al alejarse.

- Debemos salir – dijo Marcial, luego de un par de minutos de silencio, en los que se aseguraron de no escuchar más los disparos ni más pisadas. Sasha asintió.

La imagen detrás de la puerta de la habitación provocó nauseas en ambos. Una persona, o lo que quedaba de ella, yacía en el suelo con la cara y el torso destrozados e irreconocibles, convertidos solo en un gran bulto rojo con un par de piernas gruesas que vestían leggins rosados de Hello Kitty y zapatos deportivos.

- ¡Es asqueroso! – dijo Sasha tapándose la nariz -. Su gusto por los leggins también – Marcial saltó por encima de aquel reguero sangriento y la cargó para salir de la habitación - ¿Y dices que conoces al... sujeto del idioma extraño que viene armado al gimnasio y que hizo todo esto?

- No – contestó Marcial, tan sorprendido como asqueado –. Lo confundí con otra persona.

Sin embargo, aquel cadáver no era el único de la sala. Por lo menos 15 cuerpos yacían tan irreconocibles como el que habían encontrado. Uno de ellos, un hombre vestidos con shorts y camiseta blanca, aún se movía, con la cabeza por la mitad y un único penetrante ojo color verde. Al verlos, apuntó su mano en dirección a ellos y movió la mandíbula descontroladamente.

- ¡Uy! – dijo Sasha acercándose mucho a Marcial, protegiéndose tras sus anchos hombros y amplia espalda.

- Me siento halagado – dijo él – pero creo que podrías haber elegido un mejor momento para tocarme.

- ¡Eres un idiota! – le contestó ella dándole un golpecito juguetón en el brazo y disimulando una sonrisa.

Miraron en dirección al salón de crossfit, en donde hace minutos se había colado una horda de mujeres hambrientas. La puerta permanecía cerrada y una pila de cadáveres obstaculizaban su entrada

- ¡Los chicos! – dijo Sasha – debemos ver si...

- Olvídalo, Sasha – la detuvo Marcial –. Viste al igual que yo los rodearon – su cara mostró una profunda tristeza -. El tonto de Ricardo nunca va a pagarme por el batido de proteínas que le gané.

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