V: Ricardo y Annie-Li

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- ¡Licarldo! – le llamó Annie-Li, mientras lo empujaba – ¡Colamos, Licardo!

Allí despertó de su letargo, aquel en el que había permanecido desde las últimas palabras que había emitido, que fueron simplemente "oh,oh".

- ¿Que vamos a colar? – respondió Ricardo volviendo en sí. Se ensimismó al darse cuenta de que la horda de mujeres hambrientas de carne humana corrían por todo el salón. Todas parecían dirigirse, irónicamente, hacia donde ellos estaban– ¡Y es Rich! – se dio la vuelta y comenzó a correr con ella.

Ambos estaban a pocos metros de la pared del final, en donde estaba ubicada la puerta de entrada de las duchas. Ricardo corrió lo más rápido que la fatiga por el entrenamiento anterior le permitía. Sin embargo, Annie-Li llegó primero que él ante la puerta. Intentó girar la manilla, solo para descubrir que no se movía.

- ¡Esta celado! – dijo ella.

- ¡Oh, demonios! – maldijo Ricardo, mientras recordaba que el Coach siempre cerraba la zona de lockers para que no existiera ninguna posibilidad de distracción durante su hora de entrenamiento.

- ¡Estamos peldidos! ¡Selemos debolados! ¡Debolados!

Ricardo miró a su alrededor, desesperado, buscando algo que les sirviera para protegerse o para escapar. No encontró más que pesas, barras y demás implementos de gimnasio. Tampoco vio al resto de sus compañeros.

Observó la ventana abierta, pero estaba demasiado lejos y además una de las mujeres parecía estar a punto de saltar por allí. De igual forma, llegar a la ventana no implicaría más que una muerta distinta. Saltar hubiese significado el suicidio.

Mientras volvía la vista hacia la horda descubrió lo que podría significar su salvación.

- Por aquí, Annie – ordenó Ricardo.

Corrieron hacia uno de los extremos del salón, lo que hizo que toda la horda virara su dirección hacia esa esquina, queriendo acorralarlos. Ricardo se paró entonces frente a la gruesa cuerda entrelazada de escalada.

- Debemos subir – dijo Ricardo.

Annie-Li ni siquiera pareció considerarlo, ya estaba a mitad de camino. Y la horda también. Los tenían casi rodeados.

- RAAAARRGGGHH – dijo una obesa mujer de piel negra abalanzándose hacia él a un par de metros de distancia. Pero cuando se acercó lo suficiente, ya Ricardo había escalado la cuerda.

Al llegar arriba se encontró con una Annie-Li, asustada, pálida, temerosa y aferrada a aquella cuerda como un niño se aferra a su peluche favorito.

- WOW – dijo Ricardo, entre nervioso y feliz –. ¿Algunas vez habías visto a alguien escalar 20 pies tan rápido? ¡Esto definitivamente es un record!

- ¿Que... que vamos a hacel ahola? – preguntó Annie-Li mirando hacia abajo, temerosa y con completa razón. En el suelo los esperaban un grupo de mujeres obesas y hambrientas de ellos, que movían las puntas de sus cuerdas mientras la tropezaban. 


FITNESSCALIPSISWhere stories live. Discover now