N° 696 "Sólo un Sueño"

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Desde su más tierna infancia no conocía otra cosa. Y es que ya no podía hacer nada por evitarlo. Era cuestión de tiempo que Ellen, su abuela, viniera por él en mitad de la noche más inesperada. Jared la sentía aproximándose por su olor: una característica esencia fruto de sus vestimentas, raídas por el tiempo como un trapo viejo. Su nariz creía colapsar en el mismo momento en que la larga túnica de Ellen parecía elevarse entre las sombras. Era la mano de su abuela aferrándose con fuerza a la suya.

—Tenemos que irnos —le decía.

—Otra vez —repitió Jared amargamente. Durante el camino, no podía evitar pensar en lo que le esperaba. Aquella falta de información era una tortura, y es que cada noche su abuela le auguraba algo peor. Recordaba nítidamente cada mota de polvo en aquel cuarto olvidado; los antiguos muebles coloniales y hombres que se turnaban por verle realizar aquellos actos tan grotescos, ocultos tras sus túnicas y máscaras rituales.

Sentía como cada paso era más pesado que el anterior. En un momento dado, levantó la cabeza. No así su abuela que, con casi inusitado esmero, conseguía mantener su rostro siempre oculto de miradas indiscretas. ¿Qué ocultaba tras esa capucha? ¿Qué cicatriz, marca o defecto tenía tanto empeño en ocultar? Jared tragó saliva. Querría decirle tantas cosas...

—No quiero ir allí —por ejemplo—. Nunca te conocí. No sé nada de ti. ¿Por qué sólo te importa que acuda a ese lugar?

Pero siempre acababa reprimiendo sus palabras. No tuvo la osadía de repetir aquellas preguntas que, entre enigmas y misterios, sin esclarecer ni una sola duda, su abuela le respondió una única vez. Desde luego, se negaba a creerlas. ¿Cómo iba a ser aquel infierno su lugar? ¿Cómo iban a ser aquellos extraños su verdadera familia? ¿Cómo completar un ritual que ni siquiera sabía en qué consistía?

No. Nada de eso podía ser verdad. Pero el tacto de las frías manos de Ellen en su brazo le decían lo contrario. Sus uñas clavándose en su piel. Un halo de humo helado que salía despedido de su garganta cada vez que jadeaba de cansancio tras minutos paseando por aquel laberinto de sombras. La luna llena, la noche oscura, y ese pasillo eternizante. Todo era real. Pero su abuela, ¿lo era ella también?

—¿Por qué no habría de serlo? —le espetó en cierta ocasión—. Si no fuera tu abuela, ¿por qué todos en la familia tenemos la misma cicatriz, eh?

Y entonces lo recordaba: una estrella de cinco puntas que todos en su familia, incluido él, lucían en la palma de su mano, como una extraña marca de nacimiento. Un recordatorio de que no había posibilidad alguna de escapar.

—Se acaba el tiempo —rugía Ellen en su cabeza—. Debemos llegar antes de que la luna desaparezca.

Ellen tiró del brazo de Jared, pero él se resistió. Su inoportuna reacción hizo que le observara con evidente sorpresa. Pero el chico estaba cansado de supuestas mentiras; de cometer tales atrocidades por la oportunidad de entrar a una secta a la que él no quería pertenecer. Estaba harto de fingir frente a sus compañeros. Estaba harto de mentir incluso a sus padres.

¿Cuánto tiempo podría ocultar lo que le ocurría; que nada andaba bien? Solamente la visión del ojo tuerto de su abuela, colgando como un gusano en un anzuelo, hizo que Jared se estremeciera, dejando de lado sus preguntas sin respuesta. Por el rabillo del ojo, creyó ver en Ellen una mirada de refulgente maldad.

—No te resistas Jared. Cuanto antes acabemos la iniciación, mejor será para todos —y antes de darle tiempo a replicar, le aseguró—: Debes hacerlo por el honor de la familia. ¡Es tu obligación proseguir la tradición!

VHS (Various Horror Stories)Where stories live. Discover now