Club de fans de John Boy

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Cᴏᴍᴏ ᴇꜱ ᴘᴏꜱɪʙʟᴇ ϙᴜᴇ ʜᴀʏᴀ ᴇꜱᴛᴀᴅᴏ ᴇɴ ꜱᴜꜱ ɪɴғɪᴇʀɴᴏꜱ 
Eꜱ ɪᴍᴘᴏꜱɪʙʟᴇ, ɴᴏ, ᴍɪꜱᴛᴇʀɪᴏ, ʏ ϙᴜɪᴇɴ ᴛᴜᴠɪᴇʀᴀ ꜱᴜ ᴅᴏɴ 
Sᴇʀíᴀ ᴘᴏꜱɪʙʟᴇ ᴄᴏɴᴏᴄᴇʀᴛᴇ ᴍáꜱ ᴘᴏʀ ᴅᴇɴᴛʀᴏ 
Nᴏ ʟᴏ ᴄᴏɴꜱᴇɢᴜɪʀé, ɴᴜɴᴄᴀ ꜱᴀʙʀé

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— Repite otra vez, Em, ¿por qué accedí a venir contigo al concierto?

— Porque te prometí ayudarte con filosofía.

— Recuérdamelo cuando me apetezca largarme o pegarme un tiro.

— No seas exagerado, Raoul, ya verás que te encanta. Encima el ambiente es súper chulo.

— Sí, me apetece un montón ver a gente colocada, es mi gran sueño.

Sin embargo, ambos sabíamos más que de sobra que haría cualquier cosa que Emma, mi mejor amiga, mi hermana adoptiva, mi otra mitad, me pidiera.

Em y yo nos conocimos el primer año de instituto, ambos éramos bastante tímidos introvertidos y eso nos ayudó a unirnos, hasta que pronto Emma comenzó a juntarse con una peña algo rara, pero nunca me dejó de lado, y es algo que siempre agradecí.

No me gustaban sus amigos, pero tampoco tenía mucho más a lo que agarrarme, así que siempre me negaba a salir con ellos, excepto las veces que insistía demasiado y yo me dejaba convencer.

En cuanto llegamos al metro, supe que tenía razón. A ese concierto solo iría gente rara, drogadictos, y esa calaña con la que últimamente se juntaba mi mejor amiga.

Emma trató de presentarme a su grupito de amigos, y estos intentaron invitarme más de una vez a que bebiera o diera una calada a lo que fuera que estuvieran fumando, pero rechacé todas y cada una de sus invitaciones, con amabilidad, claro está.

El vagón estaba lleno de adolescentes y veinteañeros que no paraban de hablar emocionados acerca del concierto y yo me dediqué a contar mentalmente las veces que repetían las expresiones "Es la polla", "Voy mazo colocao'" o "Este porro no sube".

La jerga madrileña lograba ponerme de mala leche, y eso que ya llevaba en la capital 6 años, pero era incapaz de acostumbrarme a sus expresiones. Además, hacía un frío de tres pares de cojones, ¿a quién se le ocurrió hacer un concierto en pleno febrero?

Saqué de mi bolsillo mi teléfono móvil. Me lo habían regalado hacía dos semanas por mi cumpleaños, y era un modelo que acababa de salir al mercado; la Blackberry. Era la envidia del instituto, y poca gente la tenía, la verdad es que fue todo gracias al trabajo de mi padre y el dinero que ganaba.

Jugueteé con el aparato, ya que poca finalidad más tenía en aquellos tiempos, en mis manos mientras el vagón continuaba llenándose hasta que entró el último grupito y mi amiga me dio un codazo.

Gruñendo por lo bajo, alcé el rostro, fijándome en cada uno de los integrantes. Llevaban los pantalones caídos, camisetas con la cara de un tío, supuse que era el cantante al que íbamos a ver, y unas reebok horribles. Iban dando gritos y portaban pequeñas mochilas en las que sospeché llevarían el alcohol.

Ni siquiera me paré a examinar sus rostros, volví a clavar mi mirada en la pequeña pantalla de mi móvil y me puse a jugar al snake mientras escuchaba por detrás la estúpida conversación que mantenían Emma y sus amigos.

Si el trayecto en metro había sido una odisea, aguardar la cola para entrar al concierto fue mucho peor. Había un montón de gente y gritaban tanto que llegué a pensar que estaban sordos y no se escuchaban. Cuando logramos dar las entradas a unos seguratas altos que nos cachearon, bastante superficialmente porque no pillaron nada a nadie, buscamos un buen sitio desde el que se pudiera ver el escenario.

1999 (o cómo generar incendios de nieve) | Ragoneyحيث تعيش القصص. اكتشف الآن