El segundo asalto

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Gᴀɴᴀꜱ ᴛú ᴇʟ ꜱᴇɢᴜɴᴅᴏ ᴀꜱᴀʟᴛᴏ
ʏ ʟᴏ ʜᴀᴄᴇꜱ ꜱɪɴ ᴍᴏᴠᴇʀ ᴛᴜꜱ ʙʀᴀᴢᴏꜱ,
ᴇꜱᴛᴏ ꜱí ғᴜᴇ ᴜɴ ɢʀᴀɴ ɪᴍᴘᴀᴄᴛᴏ.
Gᴏʟᴘᴇᴀꜱ ʙɪᴇɴ, ʟᴏ ʜᴀᴄᴇꜱ ʙɪᴇɴ.

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Puedo asegurar que la semana de selectividad fue de las peores de mi vida. Mis padres apenas pasaban tiempo en casa, Álvaro ni siquiera me hablaba, Agoney me llamaba y yo solo le daba al botoncito rojo para no saber nada de él, pero me comía la cabeza cada tarde pensando en el canario.

Para más desgracia, Emma no se presentó a la selectividad, y supuse, aunque con algo de sorpresa, que debía haber suspendido alguna asignatura.

El último día de exámenes me prometí que iría a visitarla.

— Oh, hola, Raoul.

Me incomodó la mirada de la madre de Emma, y su postura, prohibiendome mirar más allá de su cuerpo.

— Hola, Lola. ¿Está Emma?

— ¿Emma? No, no está. Se ha ido con su abuela, va a pasar el verano en el pueblo para estudiar. Ya sabes, aquí se distrae y eso...

Me quedé en silencio cuando un hombre apareció por las escaleras y ella se giró para despedirle. Musité un simple adiós mientras se metía en el coche y devolví toda la atención a Lola, que parecía impaciente de que me fuera.

— Bueno, pues... Yo... Bueno, ya la llamaré, supongo. Gracias, Lola.

— Adiós, Raoul.

Me quedé unos segundos observando la puerta que se acababa de cerrar en mis narices, recordando todos los días que había pasado en aquella casa con mi mejor amiga. Lo que más me dolía de todo, era que se había ido enfadada conmigo, pero sabía que Emma sería capaz de perdonarme, y me alegraba de que se distanciara un poco de Edgar.

Decidí irme, porque tampoco hacía mucho ahí parado y cuando llegué a casa, me encontré con Álvaro sentado en el sofá.

— Hola, tete. — Saludé, sentándome a su lado. Llevaba tantos días sin hablar con él, que necesitaba su presencia. — ¿Qué tal?

— Raoul, aún tenemos una conversación pendiente. —Contestó él, bajando el volumen a la televisión para girarse hacia mí — ¿Qué hacías con cocaína en el bolsillo?

Suspiré y bajé la mirada a mis manos, mordisqueando y maltratando mi labio inferior. No quería que mi hermano tuviera una mala imagen de mí, pero tampoco quería que la tuviera de Agoney. Total, ya me había dejado claro a mí mismo que lo del canario había terminado.

— Era mía. Salí y se lo compré a un chico. Me dijeron que no solía ir la policía así que me confié y eso fue lo que pasó.

— ¿Qué tiene que ver en todo esto Agoney?

— Nada. —Contesté tajante, porque realmente no quería que tuviera nada que ver, me negaba a que el moreno pudiera ser tan horrible como para hacerme esa mala jugada. — Agoney no estaba allí, salí solo.

Álvaro solo suspiró, pero se acercó a mí hasta atrapar mi mano y acariciar el dorso de esta con su pulgar.

— Tete. Si no supiera de lo que hablo, no te diría esto, pero no quiero que te metas en ningún rollo de drogas, por favor. No quiero que te jodas la vida de esa manera.

Escondí el rostro en su pecho mientras dejaba que mi hermano me abrazara, permitiéndome soltar todas las lágrimas retenidas, y sintiendo por primera vez en muchos meses, una tremenda paz.

1999 (o cómo generar incendios de nieve) | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora