Capítulo 3:

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El día finalizó, estaba bastante agotada, pero de igual forma, las materias no habían sido tan aburridas. Decidí invitar a Erika a casa, así hacíamos la tarea juntas y veíamos alguna serie o película.

—¿Quién está en tu casa a esta hora? -preguntó ella. —Bastián no está, si es lo que quieres saber, se encuentra mi madre y Tadeo.

Mi padre nos había abandonado cuando yo tenía 6 años.

—¿No la molestaré? Digo, debe estar exhausta por tanto trabajar. —No, le avisé antes de salir y además ella estará en su habitación, donde no se escucha nada -sonreí.

Pasamos por la tienda, allí decidimos comprar algunas cosas deliciosas para comer.
Al llegar, el pequeño estaba dormido en el sofá, con la televisión encendida:

—¡Ay! Es tan lindo, hacia tiempo no lo veía - la pelirroja gritó al ver a mi hermanito.

—Para mayor diversión y relajación a la vez, no lo despiertes, tu sirve la comida y apronta las cosas mientras yo voy y lo acuesto.

Con la mayor delicadeza del mundo, apliqué fuerza y cogí al pelinegro, tenía sus mejillas impregnadas en un rosa leve y su nariz fina y bañada en pecas sudada por el calor.
Lo acosté en su cama, le quité la chaqueta que lo cubría junto con sus zapatos. Acaricié su cabello y lo dejé descansar.
Después, me dirigí a la habitación de mi madre, ella dormía plácidamente, besé su mejilla y me retiré.
Abajo, mi amiga se encontraba sirviendo las frituras en platos.

—Que buen festín nos haremos -froté mis manos. —¿Sirvo también el helado? -yo asentí rápidamente como si fuera la cosa más obvia del mundo.

—Agarramos la papas, las comemos y enseguida una cucharada de helado y también una ojeada al libro de biología así completamos las preguntas -ella rió y chocamos las manos.

Una vez terminamos la tarea, vimos un poco de Netflix y al aburrirnos se me ocurrió una idea excelente:

—Buscaré en Instagram para ver si encuentro el perfil de Misael, si lo hago le mandaré solicitud.

—Recién el primer día y ya parece que le tienes una obsesión -ella hizo un facepalm. —No es una obsesión a él, sino al misterio.

Como esperaba, no encontré nada, era extraño: Casi ningún joven teniendo nuestra edad y estando en el siglo XXI no tenía redes sociales.

Probé con otras no tan populares, como Facebook o Twitter pero fue lo mismo.

—Ya lo decidí, mañana le hablaré.

—Ay Max, que chica terca.

Asentí sonriendo.

—Bueno, debería irme -dijo y yo observé mi reloj. —Dentro de nada llegará mi hermano.

—Si no es molestia, mejor me quedo -reí, esperaba esa repuesta.

En ese instante, la puerta principal se abrió:

—Ya llegué familia.

Logré captar como los nervios de Erika estaban por los aires.

—Ven vamos.

Las 2 bajamos muy felices, pero, puedo hablar por las 2, nuestra felicidad se esfumó al ver a aquella chica sostenida a su brazo. Me había olvidado de eso.

—Hola mi linda hermanita y hola amiga suya -sonrió, dejando ver su dentadura blanca y derecha, supuse que la rojiza había explotado.

Me acerqué a él y lo abracé, con mala gana besé la mejilla super maquillada de Alexandra, mi cuñada no tan agradable.

—¿Y... no me presentarás a la dama? -dijo él, señalando a mi amiga.

Joder Bastián, tu ya la conocías.

—La conoces hermano, se llama Erika, la mayoría de los años me tocó con ella -comenté, con obviedad. —Ah, es cierto, lo lamento chiquilla, tengo una pésima memoria - ella asintió con nerviosimo.

No tardó mucho en aparecer la mirada juzgadora de Alexandra, la cual nos observó de arriba abajo como si su visión fuera un escáner:

—Mh, Maxi, tu estas igual desde la última vez que te vi, lo cual me sorprende -dijo, observando con un poco de repulsión mi boca, la cual, estaba manchada con restos de helado. —Y... ¿ella siempre fue así de rellenita?

Al escuchar aquellas palabras para referirse a mi amiga me enfurecí, no fue lo que decía, ya que no tenía nada de malo ser rellenito o gordito, el tema era con el desprecio que lo había hecho. Ella era una figura muy escultural, no podía negarlo, pero no por eso tenía el derecho de ser así con los demás, nadie tenía el derecho de ser así con alguien.

—Mh, mira Alexandra, no quiero ofenderte de ningún tipo de manera, pero no es de tu incumbencia si ella siempre fue así o no -pausé. —Así que como dije antes, con todo respeto, métete en tus asuntos, porque nosotras cuando te vimos no te empezamos a hacer una radiografía y mucho menos pensamos en criticarte, así que para la próxima esos comentarios guardatelos para ti y si es posible reemplanteate si tu forma de ser es la correcta, porque serás muy bella de físico pero de personalidad y mentalidad te falta y mucho.

Todos los allí presentes quedaron boquiabiertos, en especial la personita a la cual iba dirigido el conciso mensaje.

—Basti ¿vas a permitir que tu hermana me hable de esa forma? -cuestionó, claramente ofendida.

El rubio la miró fijamente y después a mi:

—Es que tiene razón, tu no tienes porque opinar de esa forma, todos notamos tu desagrado a la forma de referirte a ellas.

Aplaudi muchas veces mentalmente a mi hermano, sabía que podía confiar en él. A pesar de que la quería mucho, era razonable y justo.

—Sólo fue un comentario, pero olvidémoslo ¿sí? -intentó sonreí.

Erika estaba parada allí, sin poder reaccionar a nada.
Todos quedamos en un completo silencio, para nuestra suerte mi madre, junto con Tadeo bajaron, alivianando el ambiente.

—¡Hola! -mamá exclamó, dejando ver su cálida sonrisa que tranquilizaba a todos.

La colorada comentó que tenía que irse, la acompañé a la puerta y antes de que se fuera le dije:

—No le hagas caso.

—Gracias por defenderme Max, es una mujer odiosa -rodeó sus ojos. —Lo sé, pero en fin, mandame mensaje en cuanto llegues.

Ella asintió, nos abrazamos y se fue.

Estaba tan repleta por todo lo que había comido con ella, que sólo me cepillé los dientes, me despedí de todos y me fui a acostar.

Al cerrar los ojos lo único que podía pensar era en aquel chico, su tez blanca y lisa como porcelana, su cabello negro como la noche y su voz grave intimidante.

Misael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora