Capítulo 13:

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Bastián se encontraba sentado en la orilla de mi cama, acariciando mi mejilla:

—Buenas noches princesa.

Cerré los ojos e intenté caer en un profundo sueño, en vano, pues, mi cuerpo temblaba. Estaba sumamente nerviosa, ya que al día siguiente había acordado de juntarme con Misael en una heladería, estaba dispuesta a confesarme.

Habían transcurrido exactamente una semana después de aquel desagradable suceso, no había tenido ningún tipo de contacto con ella, nos ignorábamos por completo.

(...)

Me encontraba sentada en una de las sillas del lugar, mis pies y manos se movían incesantes, esperaba con todas mis ansias de que él fuera, como no tenía teléfono no nos habíamos comunicado desde el día anterior en el cuál había aceptado, pero de igual forma uno nunca sabe cuando podría surgir un imprevisto.
Mi corazón se aceleró al verlo entrar por aquella puerta transparente: Su cabello estaba algo mojado, llevaba puesto una camisa negra con puntos blancos, unos jeanes oscuros y unas zapatillas grises. Se veía extremadamente sexy, el olor delicioso que desprendía su ser penetraba mis fosas nasales hasta en la distancia.

—Hola -besó mi mejilla. —Hola -sonreí.

Luego de pedir nuestros helados nos sentamos nuevamente.
Comenzamos a charlar y a intercambiar nuestros sabores, estar a su lado me alegraba completamente:

—¿Sabes que me encanta pasar el rato contigo? -cuestioné, arqueando una ceja.

—A mi también -guiñó su ojo.

Luego de terminar nuestras delicias cremosas, se sentó a mi lado para comenzar a tomarnos fotos.

Al ver una de ellas, comenzamos a reír por las caras con las que habíamos salido, levantamos nuestras miradas y nos quedamos observando fijamente.

Era ese momento, debía hacerlo.

Comencé a acercarme a sus labios con los ojos cerrados, esperé la bella sensación con la que había soñado desde hacia mucho tiempo, pero... no la sentí. Abrí los ojos rápidamente y él se encontraba alejado, mis mejillas ardieron por la vergüenza:

—Y-Y-Y-Yo -quise continuar pero el nudo en mi cuello me lo impidió.

Él, estaba cabizbajo, apretando sus manos:

—Max, yo no puedo.

Me levanté de allí y rápidamente salí corriendo, no me importó nada de lo siguiente que tuviera que decir, sólo quería huir.
Por suerte, mi casa estaba completamente vacía ya que mi madre y mis hermanos habían salido, por lo cual tenía tiempo para llorar en soledad.

Me lancé a la cama y tapé mi rostro con la almohada, esta comenzó a mojarse por mis lágrimas.
En ese momento ocurrió lo típico que me sucedía cuando lloraba, comencé a pensar en todos los problemas que había enfrentado, esto, a pesar de que provocaba más llanto lograba que mi cuerpo pudiera desahogarse.
Tiempo después, me dormí.

(...)

Al despertar, por un segundo creí que todo había sido un sueño, no tuve tiempo para alegrarme ya que enseguida en mi mente se plasmó el claro recuerdo del chico que me gustaba alejándose al yo intentar besarlo. Para confirmarlo, en mi celular se hallaban fotos, las cuales, aunque intenté, mi cerebro se reusó a borrar.

—Hola mi reina ¿cómo te fue con el muchachito? -mi madre con una sonrisa pícara entró a mi habitación.

Costó mucho terminar de contarle sin llorar profundamente. Ella me abrazó y lanzó sus comentarios motivacionales de madre, ninguno logró animarme, sólo quería pasar el fin de semana acostada.

Así lo pasé, tomando helado y viendo películas en Netflix, evité a toda costa las de amor.
Con mi progenitora evitamos a toda costa contarle lo sucedido a Bastián, ya que él hubiera sido capaz de ir a golpearlo y yo no sentía ni rabia ni odio hacia él, después de todo, no se podía obligar a una persona a sentir algo por alguien.

El lunes, una vez llegué al colegio, me sentí más sola que de costumbre, todos cuchicheaban entre ellos al verme sola, sin aquel chico a mi lado. De reojo, noté a Erika, no despegó su vista de mi hasta que me alejé de su campo de visión.
En esos momentos, el lugar indicado en el que podría estar era en la azotea, pero recordé que seguramente el pelinegro se hallaba allí. Esperé sentada en los bancos de madera que se encontraban al lado de la clase.

Giré mi cabeza hacia mi derecha y paralice, Misael se encontraba caminando hacia mi, quise levantarme y correr, pero no pude, ninguna parte de mi cuerpo respondía:

—Maxine -dijo él. —Debemos hablar.

Joder, que no quiero hablar, bésame ya maldito.

—No, no me interesa -me encogí de hombros, procurando que mi voz no se quebrara.

—Lo que ocurrió el sábado tiene una explicación -sobó su nuca. —No lo creo, la única explicación debe ser que no te gusto -solté.

—¡Deja de ser tan terca! Debes escucharme.

—¡Pues bien, dímela! -exclamé, levantándome.

—Aquí no puedo, debemos encontrarnos hoy a la salida

—¿Qué? ¿por qué? -cuestioné.

—Porque es complicado. —¿Qué tan complicado puede ser decirle a una persona la razón por la cual no quieres que te bese? -fruncí el ceño.

—Créeme, en este caso, más de lo que piensas.

—Está bien -acepté. —¿Dónde es el lugar? —Tu sólo sigueme a la salida.

Durante las clases, los 2 estuvimos bastante distanciados, me hacía recordar a los primeros días.

Una vez salimos, lo observé, el asintió y con su mano hizo un ademán para que lo siguiera, lo hice y me encontré con un coche bastante sucio y feo:

—No me digas que me llevarás al lugar, tu conduciendo -él asintió. —¡Pero eres menor!

—Tu confía en mí.

Decidí hacerlo, dirán que era una acción bastante imprudente, pero después de todo yo era una chica curiosa.

Nos subimos y nos alejamos de allí, fue un viaje bastante extenso. Una vez nos detuvimos, mis nervios aumentaron un 100%, nos encontrábamos frente a un montón de desechos en un lugar bastante desolado. Me bajé y observé mi alrededor, era todo muy tétrico:

—Bueno, me debes una explicación ahora mismo, ¿por qué me trajiste a este lugar? ¿y cuál es la bendita explicacion?

—Las respuestas están bajo todo eso -señaló la pila de desechos.

Confundida lo observé:

—Deja de jugar, ¡díme! -grité.

—Hazme caso, porfavor, busca ahí.

El próximo capítulo es el final, prepárense.

Misael ©Where stories live. Discover now