Capítulo 11:

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Al salir del Instituto, en la puerta, se hallaban mi progenitora y mi hermanito menor esperándome, Misael se encontraba a mi lado y pude notar como sonrió al observar a Tadeo.
Los abracé, mientras el pelinegro besó la mejilla de mi madre y cargó al pequeño.

—¿No quisieras venir a almorzar a la casa? -ella le preguntó. —No me gustaría ser una molestia - él comentó.

—¡Pero claro que no lo eres jovencito! Eres un buen muchacho, además, te estoy invitando -mamá guiñó su ojo y él sonrió. —Bueno, entonces con mucho gusto.

Luego de comer, con Misael fuimos al parque a llevar a mi hermano a jugar con sus amiguitos.
Con el ojos oscuros, nos encontrábamos sentados bajo un árbol, observando a los niños divertirse.
Él, enves de reflejar felicidad, reflejaba tristeza o desánimo.

—Misa -él me observó. —Dime la verdad ¿te sucede algo?

No contestó.
Le cogí la mano.

—Entiendo que si así es, no quieras contarme, el mundo es un lugar en el cuál las personas que habitan en él, a pesar de lo cercanas que sean pueden decepcionarte. Quiero que sepas que yo no soy así, yo te considero un buen amigo, te he agarrado cariño y estaré ahí para lo que necesites.

Su mirada era vacía, por lo cual decidí continuar hablando:

—No importa que tan mal estés, que problema estés enfrentando, siempre debes disfrutar de lo bueno que te suceda.

—En este momento, tu eres lo único bueno que me está ocurriendo -soltó, de repente.

Sentí mi corazón acelerarse:

—Pues, disfrútame.

Una sonrisa leve apareció en su lindo rostro.

Quería, deseaba decirle lo que estaba ocurriendo dentro mío, pero, cada vez que aquello se cruzaba por mi mente, sentía como si alguien apretara mi garganta.

—Tienes razón, debo disfrutar de lo que tengo.

Su rostro, ya había cambiado completamente, por lo cual mi cuerpo se llenó de satisfacción.
Él, fijo aquella mirada penetrante en mi, esos momentos, eran en los cuales yo deseaba que estampara sus labios contra los míos, olvidándonos del mundo que nos rodeaba.

—Debo irme Max, dile gracias a tu madre por la invitación y por el manjar -asentí.

Llamó a Tadeo y este vino en un instante, abrazó a Misael con todas sus fuerzas:

—Eres como mi otro hermano mayor -el pequeño comentó.

El pelinegro sonrió de oreja a oreja, pude notar la ternura que estaba sintiendo. Cargó a mi hermanito y acarició su cabello:

—Tu eres el hermanito menor que nunca he tenido.

Después, lo bajó y Tadeo corrió hacia sus amigos otra vez:

—Serías un buen hermano -sonreí y él se encogió de hombros. —Nos vemos mañana.

Besó mi mejilla y con las manos en una de sus típicas sudaderas comenzó a caminar.

Suspiré y mordí mi labio inferior.

Las semanas siguientes, fueron completamente monótonas y sumamente aburridas.

Misael ©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن